El descarrilamiento del ¡®proc¨¦s¡¯
Los que invocan el nacionalismo lo hacen en vano. El amor a la comunidad a la que uno pertenece y el cuidado de los intereses materiales y culturales de esa comunidad no se articulan hoy en d¨ªa por medio del nacionalismo
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Hace unos d¨ªas me pasaron a la firma un manifiesto sobre el refer¨¦ndum catal¨¢n. Los firmantes eran personas que respeto y con muchas de las cuales tengo una buena amistad y el contenido del manifiesto era inocuo, a pesar de lo cual no quise sumarme a la lista de firmantes por varias razones de forma y de estrategia: en primer lugar, todos los firmantes tienen, sin ¨¢nimo de ofender, una cierta edad, con lo cual su opini¨®n encarna la sabidur¨ªa y la experiencia, pero no representa el ¨ªmpetu y la esperanza de una poblaci¨®n m¨¢s joven. Al margen de esto, en el momento presente, un manifiesto publicado en un determinado ¨®rgano de expresi¨®n ser¨ªa tomado como una declaraci¨®n de guerra dijera lo que dijera. Y as¨ª ocurri¨®. Sin embargo, de poco sirvi¨® mi exquisita prudencia y mi nombre ha sido incorporado a la lista de los firmantes a la hora de repartir denuestos. Qu¨¦ le vamos a hacer.
Seguramente esta adhesi¨®n virtual se debe a unas declaraciones recientes, expresadas en el curso de una entrevista, en las que dije que el proc¨¦s hab¨ªa descarrilado. Con eso quise decir que el planteamiento de la cuesti¨®n y su desarrollo posterior hab¨ªan sido err¨®neos y segu¨ªan un camino equivocado, no tanto por su contenido, discutible en algunos puntos, pero merecedor de un serio debate, sino el esp¨ªritu que lo hab¨ªa alimentado y del que se segu¨ªa nutriendo. Con esta frase tan retorcida me refer¨ªa, como a?ad¨ª, al nacionalismo.
Otros art¨ªculos del autor
En la entrevista a que me refiero dije que el nacionalismo era un concepto anacr¨®nico. Pervive, sin duda, en el ¨¢nimo de muchas personas, pero ha cambiado de sentido. Lo mismo ocurre con otros conceptos. Por ejemplo, el romanticismo. Si hoy digo que soy un rom¨¢ntico, nadie interpretar¨¢ que pienso como Schiller o como Lord Byron, sino que me gustan las canciones mel¨®dicas y las pel¨ªculas ?o?as que acaban bien. Otros conceptos sufren hoy el mismo desgaste: democracia, por ejemplo; o socialismo. Pero no nos alejemos del tema. Lo que quer¨ªa decir es que los que invocan el nacionalismo lo hacen en vano. El amor a la comunidad a la que uno pertenece y el cuidado de los intereses materiales y culturales de esa comunidad no se articulan hoy en d¨ªa por medio del nacionalismo ni son, en rigor, nacionalismo. El nacionalismo tuvo su momento y pas¨®. Ahora es un conjuro que permite al que lo usa creer que representa los intereses de la comunidad y descalificar al que no comparte su postura. Por suerte o por desgracia, hoy en d¨ªa los problemas son otros y a?adir el elemento emocional a las cuestiones pr¨¢cticas lo enreda todo. Pero tambi¨¦n es cierto que las emociones existen y son importantes para quien las siente y rechazarlas con la altaner¨ªa de quien est¨¢ de vuelta de todo es contraproducente y est¨¢ mal.
Las emociones existen y son importantes para quien las siente; est¨¢ mal rechazarlas con altaner¨ªa
Catalu?a no es un pa¨ªs de ideas. Las relaciones humanas, el pragmatismo y la creatividad art¨ªstica son sus principales virtudes. En uno y otro terreno subyace un elemento infantil que hace a Catalu?a especialmente atractiva, como se demuestra por un turismo que la desborda. Y los visitantes acuden en masa a ver la obra de Gaud¨ª y la de Dal¨ª, dos artistas que apelan a lo que algunos llaman ¡°el ni?o que todos llevamos dentro¡± y esta cualidad le ha permitido pasar r¨¢pidamente y con ¨¦xito de una econom¨ªa industrial en decadencia a una econom¨ªa de servicios y a Barcelona en la capital europea del desmadre. Nadie escapa a este influjo. Lo mismo se aplica las grandes manifestaciones p¨²blicas. Comparadas con las broncas de cualquier otro pa¨ªs, las manifestaciones que tienen lugar en Barcelona, sea para protestar o para exigir, son una fiesta escolar. La gente se r¨ªe, se abraza, canta y su comportamiento, en todo momento ejemplar, hace que la manifestaci¨®n parezca un juego. Los corresponsales extranjeros, que del ni?o ven la inocencia y no la rabieta, flipan y se apuntan a una causa tan guai. Del mismo modo, las actitudes desafiantes de los dirigentes, los insultos y las descalificaciones les salen del alma, pero vistas objetivamente, son de tebeo.
A esto el Gobierno espa?ol, tanto el actual, como todos los gobiernos que le han precedido a lo largo de una historia que dura m¨¢s de cien a?os, no sabe c¨®mo responder. En el caso del Gobierno actual la cosa se agrava porque sus recursos intelectuales son, por decirlo de alg¨²n modo, limitados. Rega?a, llama al orden y amenaza, todo lo cual da el resultado contrario al que busca, si es que busca resolver el conflicto y no encrespar los ¨¢nimos con fines electorales. El recurso a la legalidad dif¨ªcilmente surte efecto cuando ni este Gobierno ni ninguno ha demostrado mucha preocupaci¨®n por las leyes a la hora de manejar los dineros propios y ajenos. Y la amenaza de poco sirve frente a la irresponsabilidad.
?Qu¨¦ hay que hacer? No tengo ni idea. Lo preocupante es que tampoco parece haber nadie que tenga alguna, salvo la de continuar la batalla de slogans y llegado el momento salir a la calle y liarse a mamporros. Mientras tanto, el papel de las personas como yo, apartadas de la cosa p¨²blica por inclinaci¨®n, pero metidos en ella por las circunstancias, s¨®lo puede ser el de intentar aclarar las ideas y reconducir las cosas a un terreno m¨¢s serio. Y en cumplimiento de esta noble funci¨®n hago dos apuntes de orden ling¨¹¨ªstico e hist¨®rico.
Los recursos intelectuales del Gobierno actual son limitados. Rega?a, llama al orden y amenaza
El primero es de uso interno: La Historia nos ense?a que no se grita por las calles que no hay democracia cuando realmente no hay democracia; si te dejan salir a gritar lo que te da la gana es que las cosas no est¨¢n tan mal. El segundo se refiere a la Guardia Civil. Los medios de informaci¨®n extranjeros califican a la Guardia Civil de ¡°paramilitares¡±, lo cual es una falsedad, primero porque la Guardia Civil es una rama m¨¢s de la polic¨ªa estatal y segundo porque este t¨¦rmino remite al lector a otros pa¨ªses y otras actividades que por fortuna no tienen nada que ver con lo que ahora pasa en Catalu?a. Y quienes en Catalu?a invocan la Historia reciente bien saben que el levantamiento militar de 1936 no triunf¨® en Barcelona gracias a la lealtad de la Guardia Civil a la Rep¨²blica. Es verdad que luego fue un instrumento del franquismo, pero no m¨¢s que los curas que ahora declaran su apoyo al refer¨¦ndum.
Los medios de informaci¨®n cumplen una labor necesaria. Algunos son tendenciosos e incluso sectarios, pero en conjunto son la salvaguardia de las libertades o, al menos, una defensa contra el abuso de poder, en la medida en que son una tribuna abierta donde cabe la disidencia y la denuncia. Pero no son infalibles y, por la propia naturaleza de su funci¨®n, son fragmentarios y precipitados. Alguien dijo que la guerra es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los militares. Lo mismo se puede decir de la opini¨®n p¨²blica: algo demasiado importante para dejarlo exclusivamente en manos de los medios de informaci¨®n. Y esto va tambi¨¦n para el peri¨®dico en el que aparece este art¨ªculo. En medio de la vor¨¢gine, alguien tiene que pararse y ponerse a pensar un poco m¨¢s a fondo.
Eduardo Mendoza es escritor y Premio Cervantes 2016.
El desaf¨ªo independentista catal¨¢n
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