El cerco
Nadie asume el riesgo de denunciar una violencia totalitaria que puede recaer sobre ti
Los casos individuales se han sucedido, sobre un tel¨®n de fondo siniestro de caza al disconforme y de movilizaciones intimidatorias. En torno al m¨¢s aireado de aquellos, la satanizaci¨®n de Joan Manuel Serrat por sus cr¨ªticas al refer¨¦ndum ilegal, han ido saliendo a la luz otros, como el del profesor Manuel Cruz, socialista y federal, ridiculizado en la caja negra de TV3, siempre por delitos de opini¨®n, o el del tambi¨¦n profesor Alberto Reig Tapia, de la Universidad de Tarragona, por firmar un manifiesto de acad¨¦micos contra la sedici¨®n. Este ¨²ltimo ejemplo se inscribe en el humor negro, al calificar de fascista a un polit¨®logo que ha hecho del antifascismo el leitmotiv de su obra. Habr¨¢ sin duda m¨¢s. A ello se suman los llamamientos a ejercer represalias y los se?alamientos de alcaldes y ciudadanos como ¡°enemigos del pueblo¡±.
La cosa no es nueva en Espa?a, ni lo es la indiferencia de tantos, especialmente en Catalu?a, con excepci¨®n de la respuesta al cerco a Serrat. Lo vivimos con ETA, dentro y fuera del Pa¨ªs Vasco, aqu¨ª con el a?adido de la muerte: la respuesta a tal amenaza en una universidad de Madrid, tres solidarios sobre m¨¢s de cien profesores, ninguna autoridad acad¨¦mica, supera incluso el tres sobre noventa de Tarragona. Es el mecanismo descrito por Goldhagen en Verdugos voluntarios, y por otros historiadores del nazismo: nadie quiere asumir el riesgo de denunciar una violencia totalitaria que puede recaer sobre ti, y acabas siendo c¨®mplice y verdugo. As¨ª se configuraba el c¨ªrculo de hegemon¨ªa etarra, y as¨ª se ha consolidado ya la del catalanismo radical.
No cabe entonces invocar la democracia, cuando nadie en el campo del independentismo condena ese salto a lo irracional
Tampoco es solo cuesti¨®n de moral social, como acaba de sugerirse para los ¡°enemigos del pueblo¡±, sino de ideolog¨ªa represiva. La discriminaci¨®n comprende tambi¨¦n formas m¨¢s sutiles, desde hace a?os en Catalu?a. Es la carta difamatoria sobre la posici¨®n del ¡°otro¡±, remitida a un amigo com¨²n para buscar un eco m¨¢s amplio, por encima de la relaci¨®n bilateral. Era la asimilaci¨®n al franquismo ¡ªcitar a Espriu visto como provocaci¨®n y ?acto franquista!¡ª de cualquiera que pusiese en cuesti¨®n la voluntad punitiva de los patriotas, cuando una cascada de insultos b¨¢rbaros cay¨® sobre el manifiesto de Savater relativo a la ense?anza del castellano. Lo peor fue que los acusadores eran personajes por encima de toda sospecha de barbarie. En fin, era la sistem¨¢tica labor de maceraci¨®n de la conciencia colectiva, llevada a cabo tambi¨¦n por tipos muchas veces respetables, en la televisi¨®n p¨²blica catalana, desde la Diada de 2012. Los lodos actuales vienen de aquellos polvos.
No cabe entonces invocar la democracia, cuando nadie en el campo del independentismo condena ese salto a lo irracional.
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