La voz filos¨®fica de la ciencia
La muerte de Jes¨²s Moster¨ªn priva al mundo de uno de los pensadores m¨¢s cercanos al conocimiento cient¨ªfico y m¨¢s consecuentes con sus implicaciones ¨¦ticas
Puede parecer extra?o dedicar esta celebraci¨®n semanal de la ciencia, la newsletter de Materia, a la muerte de un fil¨®sofo, pero Jes¨²s Moster¨ªn era un fil¨®sofo muy singular, y de una especie por desgracia muy rara. Su pensamiento siempre se apoyaba con firmeza en la ciencia, emerg¨ªa de ella. Eso le procur¨® la desafecci¨®n de muchos de sus colegas, y de la mayor¨ªa de los cient¨ªficos sociales, pero ¨¦l tambi¨¦n se despach¨® a gusto contra ellos, con un caracter¨ªstico estilo contundente y bienhumorado, el estilo de quien sabe que la raz¨®n cient¨ªfica est¨¢ de su parte. El fil¨®sofo Javier S¨¢daba repas¨® el mi¨¦rcoles su trayectoria acad¨¦mica en toda su amplitud. Lo que sigue es el punto de vista de un periodista cient¨ªfico.
Los h¨¦roes intelectuales de Moster¨ªn difieren de los t¨ªpicos en su profesi¨®n. Abominaba de la herm¨¦tica ¨¦lite francesa del siglo XX ¨CLacan, Derrida, Foucault, Deleuze, Kristeva¡ª, contra la que dedic¨® dardos hilarantes, y prefiri¨® estudiar a fondo a un conjunto de pensadores diametralmente opuesto: Los matem¨¢ticos Georg Cantor y Bertrand Russell, los padres de la computaci¨®n y la inteligencia artificial John von Neumann y Alan Turing, y sobre todo el gran l¨®gico del siglo pasado, Kurt G?del, uno de los pocos amigos que Einstein hizo en Princeton, y autor del c¨¦lebre y asombroso teorema de G?del (el equivalente matem¨¢tico de la paradoja cl¨¢sica "esta frase no es verdad"). Fue Moster¨ªn quien edit¨® la primera edici¨®n en cualquier lengua de las obras completas de G?del. Tambi¨¦n fue Moster¨ªn quien mostr¨® que el conjunto de los n¨²meros naturales es una base de datos universal. Todo esto tiene muy poco que ver, como es obvio, con las matracas de la deconstrucci¨®n derridiana y lo que el propio Moster¨ªn llamaba "pensamiento deleuznable".
Kant dijo que toda la filosof¨ªa cabe en cuatro preguntas: ?Qu¨¦ puedo saber? ?Qu¨¦ debo hacer? ?Qu¨¦ me cabe esperar? y ?Qu¨¦ es el ser humano? Pero tambi¨¦n enfatiz¨® que las tres primeras preguntas se pueden reducir a la cuarta. Partiendo de esa cristalizaci¨®n kantiana, Moster¨ªn decidi¨® que "la ¨²nica forma intelectualmente honesta" de plantearse qu¨¦ es el ser humano es considerarlo como un objeto biol¨®gico m¨¢s, un producto impredecible de la evoluci¨®n, y dedic¨® una de sus obras m¨¢s luminosas y provocadoras (La naturaleza humana) a este enfoque cient¨ªfico ¨Co cientificista, como dir¨ªan sus cr¨ªticos¡ª de la cuesti¨®n filos¨®fica m¨¢s trascendental. La primera mitad de esa obra, por cierto, es un tratado de biolog¨ªa molecular sin m¨¢s adornos. Cuando le pregunt¨¦ por qu¨¦ hab¨ªa hecho eso, me respondi¨® sin pesta?ear: "Son las premisas de la filosof¨ªa subsiguiente". Era su forma invariante de pensar: partir de la ciencia s¨®lida, de los hechos bien establecidos, antes de empezar ni a plantearse la menor especulaci¨®n. Algo raro en nuestros tiempos, o en todos los tiempos.
Su conocimiento cient¨ªfico era profundo, y su inter¨¦s en la ciencia genuino. Era f¨¢cil encontrarle en los seminarios y congresos cient¨ªficos, siempre sentado en las primeras filas y poniendo en aprietos al orador con sus preguntas incisivas, u organizando cursos de cosmolog¨ªa en las universidades de verano, a los que invitaba a los f¨ªsicos internacionales m¨¢s destacados del momento. Incluso sus posturas ¨¦ticas m¨¢s populares ¨Cla defensa de los derechos de los grandes simios, la oposici¨®n a las corridas de toros¡ª se enraizaban en su comprensi¨®n honrada de la teor¨ªa evolutiva. Cualquier cient¨ªfico que haya hablado con ¨¦l se habr¨¢ dado cuenta de lo obvio: que Moster¨ªn era uno de los suyos.
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