Miedo, odio y la Constituci¨®n
La enmienda que permite a los estadounidenses portar armas de fuego est¨¢ fuera de toda discusi¨®n, aunque ese derecho derive en tragedias como el tiroteo de Las Vegas
¡°Era un hombre peligroso..., un hombre convencido¡±.
¡®Bajo la mirada de Occidente¡¯, Joseph Conrad.
En el resto del mundo se preguntan, ?c¨®mo es posible? Despu¨¦s de lo ocurrido el domingo 1 de octubre no se entiende la inflexibilidad del establishment pol¨ªtico, la ausencia de debate en las altas esferas de gobierno, la resistencia a someter la cuesti¨®n a un voto. La respuesta es siempre la misma: la Constituci¨®n, la Constituci¨®n, ?hay que defender la Constituci¨®n!
Las Vegas no ha cambiado nada.
Un civil armado con un arsenal de 23 rifles mata desde su habitaci¨®n de hotel hace una semana a 59 personas y hiere a 500, palabras que apenas transmiten el dolor de las viudas, viudos, hu¨¦rfanos y otros seres queridos de cada uno de los muertos, o el sufrimiento de aquellos que tendr¨¢n que vivir con las consecuencias de sus heridas: las mutilaciones, los da?os cerebrales y otros males incurables. Pero pese a que nunca ha habido una masacre de esta escala en Estados Unidos en tiempos de paz, hoy en el Congreso norteamericano ni se contempla abolir el art¨ªculo constitucional que dio v¨ªa libre al disparador, aquel que consagra el derecho de los estadounidenses a portar todas las armas que quieras.
No se contempl¨® en tiempos del presidente Barack Obama tras la matanza de 20 ni?os de seis y siete a?os en un colegio de Connecticut; no se va a contemplar ahora en tiempos del presidente Trump, que en febrero anul¨® una medida que impuso Obama prohibiendo la venta de armas a personas con enfermedades mentales severas.
No se va a contemplar un cambio en la Constituci¨®n pese a que hay 310 millones de armas de fuego en manos privadas en un pa¨ªs de 323 millones de habitantes, pese a que 46.445 personas fueron asesinadas con armas de fuego entre 2012 y 2016; a que muere una media de 1.300 ni?os por armas de fuego al a?o; a que hay 30 veces m¨¢s posibilidades de que a uno lo maten con un arma de fuego en Estados Unidos que en Reino Unido, y m¨¢s o menos en la misma proporci¨®n con el resto de los pa¨ªses ricos.
Pero no pasa nada. Ah¨ª sigue, intacta, la segunda enmienda de la Constituci¨®n de Estados Unidos, la que declara que ¡°el derecho del pueblo a poseer y portar armas no ser¨¢ infringido¡±. La enmienda fue aprobada el 15 de diciembre de 1791, fecha desde la cual la potencia de las armas disponibles en las tiendas y los supermercados de Estados Unidos ha experimentado una notable progresi¨®n. En 1791 un arma disparaba un m¨¢ximo de tres balas por minuto y era capaz de dar con su objetivo de manera fiable a un m¨¢ximo de 50 metros de distancia. El loco de Las Vegas dispar¨® 90 balas cada diez segundos y mat¨® a personas que estaban a 400 metros de distancia de su habitaci¨®n en el piso 32 del Hotel Mandalay Bay.
El mundo cambia pero los que mandan en Washington no ven ninguna necesidad de cambiar la Constituci¨®n. La ley es la ley. ?C¨®mo se explica semejante absurdo?
A las palabras de la Carta Magna se les otorga valor eterno e irrefutable como a los Diez Mandamientos
Es fruto de una convergencia perfecta de fanatismo y cinismo. El fanatismo es de corte religioso militar. Recuerda a Miguel de Unamuno, el escritor espa?ol del siglo pasado, cuando habl¨® (en otro contexto) de una mentalidad pol¨ªtica ¡°de cuartel y sacrist¨ªa¡±. Por un lado, el soldado obedece las reglas siempre, por il¨®gicas que sean; por otro, a las palabras de la Constituci¨®n se les otorga un valor eterno e irrefutable comparable al de los Diez Mandamientos. Los seres humanos que confeccionaron las constituciones no eran falibles y limitados; eran profetas con una l¨ªnea directa a Dios.
Recuerda algo que escribi¨® un obispo anglicano tras perder su fe en Dios. Richard Holloway se explica de la siguiente manera en un libro llamado Dejando Alejandr¨ªa. ¡°?La religi¨®n es una mentira? No necesariamente, pero fue un error¡ El error fue pensar que la religi¨®n era m¨¢s que humana¡ La autoridad que propone no ofrece pruebas, pronuncia; nos da reglas, no razones. Se niega a negociar.
?Cu¨¢ntos a?os tiene el universo? La ciencia calcula que unos 14.000 millones de a?os. No, dice la autoridad religiosa: tiene 6.000 a?os. ?De d¨®nde sacaste eso? De la Biblia. ?Con qu¨¦ pruebas? ?La Biblia! ?En base a a qu¨¦ conf¨ªas en la Biblia? ?Porque la Biblia me lo dice!¡±.
Son precisamente estos reflejos mentales de sacrist¨ªa los que, transferidos a la terrenal pol¨ªtica, aportan esa cualidad de tableta de piedra a la Constituci¨®n. El cinismo es el cemento que endurece la materia prima. En este caso lo que vemos es un Congreso y un presidente que han hecho n¨²meros y han visto que cambiar la Constituci¨®n podr¨ªa tener argumentos pr¨¢cticos a favor del electorado pero significar¨ªa correr el riesgo de perder sus votos, con lo cual, no. Ni pensarlo. Categ¨®ricamente no.
El fanatismo fortalecido por el interesado c¨¢lculo pol¨ªtico ofrece un formidable obst¨¢culo para aquellos, especialmente en el noreste del pa¨ªs, que proponen di¨¢logo, sentido com¨²n y un voto para enmendar aquel in¨²til y anacr¨®nico art¨ªculo constitucional. Me refiero espec¨ªficamente al New York Times, un diario del establishment con la valent¨ªa moral y la confianza en s¨ª mismo de desafiar al establishment. El New York Times ha estado en campa?a toda la semana contra un dogmatismo institucional que no solo es cruel y contraproducente sino que ha puesto la reputaci¨®n mundial de su pa¨ªs en rid¨ªculo.
Una columna de opini¨®n en el peri¨®dico global en ingl¨¦s la semana pasada se lamentaba del ¡°absolutismo¡± en el pensamiento pol¨ªtico y ¡°la abdicaci¨®n de responsabilidades¡± de los gobernantes de su pa¨ªs. Otra columna concluy¨® diciendo que ¡°no somos una democracia sana gracias al c¨¢ncer que ha surgido de la Constituci¨®n¡±.
Las lecciones son seguramente aplicables a otros pa¨ªses, en particular a aquellos con democracias m¨¢s inmaduras, tribunales menos imparciales y pol¨ªticos que combinan la misma dosis destructiva de cinismo y fe ciega.
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