La opereta de la bandera espa?ola
El estreno de una ¡®Carmen¡¯ de legionarios y fluidos en el Teatro Real origina una rid¨ªcula pol¨¦mica
Debe sentirse desconcertado Calixto Bieito por el revuelo en diferido que ha adquirido el estreno de Carmen en el Teatro Real de Madrid. Reaccion¨® con abucheos un sector beligerante del p¨²blico a cuenta de los fluidos que exuda el iconoclasta montaje ¡ªsudor, sangre, esperma, l¨¢grimas¡ª, aunque la escandalera hubiera sido mayor, incalculable, de haberse producido la escena en que aparec¨ªa profanada, vilipendiada, vejada, la bandera de Espa?a.
Ha decidido excluir el pasaje no por miedo a la transgresi¨®n ni por concesiones a la autocensura ¡ªBieito es un inteligente provocador que ha explorado todos los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n¡ª sino porque el episodio iba a malinterpretarse. M¨¢s todav¨ªa considerando que Bieito extrapola la ¨®pera a los estertores del franquismo. No en la Sevilla folclorista que imagin¨® M¨¦rim¨¦e, sino en la Ceuta del contrabando, la marihuana y los Mercedes de torero viejo. Por eso no desfilan soldados decimon¨®nicos, sino legionarios desabrochados, postrados como id¨®latras a los atributos genitales de un gigantesco toro de Osborne que les induce a salivar con lascivia.
Semejantes pormenores hab¨ªan provocado una controversia preventiva antes incluso de estrenarse el montaje. Hubo patrocinadores amigos del Real que se encogieron y algunos medios reaccionarios que exageraron una campa?a de despecho iconogr¨¢fico, no ya ignorando que el teatro representa, del verbo representar, un espacio sagrado donde la realidad queda afortunadamente suspendida, sino olvid¨¢ndose de que esta feroz e instintiva Carmen conserva su capacidad transgresora, pero se ha convertido en un cl¨¢sico del repertorio contempor¨¢neo.
Calixto Bieito la estren¨® en Peralada, provincia de Girona, hace... 18 a?os. Y la ha tra¨ªdo hasta Madrid despu¨¦s de haber itinerado y triunfado en 35 teatros, tan diferentes en su cultura y geograf¨ªa como puedan serlo los escenarios de Oslo, Par¨ªs, San Francisco o Palermo.
Quiere decirse que la coyuntura de la batalla de las banderas ha excitado de manera extempor¨¢nea las verdaderas intenciones de Bieito. Por eso ha accedido a arriar la suya. Que era la espa?ola degradada como papel higi¨¦nico. El director de escena burgal¨¦s no tiene miedo a la represalia ni tampoco se ha arrepentido. Lo que sucede es que la provocaci¨®n ¡°urdida¡± en 1999 ha adquirido un valor y un significado desproporcionados e imprevistos en 2017.
Bieito es un director de escena tan audaz como percutor. Y es un provocador m¨¢s sofisticado de cuanto puedan desprender las impresiones superficiales. Plegar la bandera implica que no le sustraigan el sentido que quiso otorgarle: Carmen restreg¨¢ndose el s¨ªmbolo patri¨®tico que excitaba la lujuria de los legionarios en una visi¨®n primitiva de la pasi¨®n.
Impresiona este gigantesco malentendido. Y no s¨®lo en la faceta pintoresca de una bronca matizada y de un esc¨¢ndalo preventivo, sino en la mojigater¨ªa de una sociedad hipersensible que aspira a convertir el cr¨¢ter de un teatro en un agradable brasero.
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