Salir de la contradicci¨®n europea
Debemos pensar el espacio pol¨ªtico en t¨¦rminos europeos, lo cual significa hacer posible el surgimiento de un electorado que no sea una agregaci¨®n de electorados nacionales
La Uni¨®n Europea parece una construcci¨®n en permanente equilibrio inestable, sujeta a la constante tensi¨®n entre, por un lado, los Gobiernos y los intereses nacionales y, por otro, los intereses y las instituciones comunes. Para los detractores del proyecto de integraci¨®n, esta tensi¨®n pone en evidencia la d¨¦bil legitimidad democr¨¢tica de sus instituciones, que no se sustentan en la existencia de un verdadero pueblo europeo. Por ello, cualquier transferencia de poder hacia lo supranacional ser¨ªa ileg¨ªtima, o en todo caso instrumental, v¨¢lida s¨®lo en la medida que amplifique los intereses nacionales. Desde este punto de vista no cabr¨ªa hablar de democracia europea, pues no habr¨ªa m¨¢s democracia que la interna.
Esta es la l¨®gica con la que, por ejemplo, el Reino Unido ha percibido tradicionalmente la integraci¨®n europea, y no deja de tener cierta justificaci¨®n: el muy denostado Estado moderno es el producto de cientos de a?os de historia que han culminado, al menos en Europa, en una instituci¨®n eficaz a la hora de garantizar la libertad pol¨ªtica y la protecci¨®n social del individuo, por lo que cualquier limitaci¨®n de sus competencias debe hacerse con la m¨¢xima cautela.
Y sin embargo, hoy en d¨ªa son cada vez m¨¢s numerosas y graves las cuestiones para cuya resoluci¨®n el marco nacional es insuficiente y en los que el intento de s¨ªntesis intergubernamental de los diversos intereses nacionales tan s¨®lo lleva a la par¨¢lisis, pues estos se neutralizan entre s¨ª. Baste citar como ejemplo, entre otras ¨¢reas, la trabajosa gesti¨®n de la respuesta a la crisis del euro en los ¨²ltimos a?os.
Est¨¢ tomando cuerpo la idea de crear una verdadera autoridad financiera europea (un ¡°Ministro europeo del Euro¡±),con control democr¨¢tico del parlamento
Pero dar una respuesta europea que no sea una yuxtaposici¨®n de respuestas nacionales exige un salto cualitativo. Debemos pensar el espacio pol¨ªtico tambi¨¦n en t¨¦rminos europeos, lo cual, en democracia, significa hacer posible el surgimiento de un electorado europeo que no sea una agregaci¨®n de electorados nacionales. En la pr¨¢ctica esto se traduce en la creaci¨®n de una circunscripci¨®n electoral ¨²nica a escala de la Uni¨®n.?
Para el desarrollo de esta idea se abre actualmente una doble oportunidad. En primer lugar est¨¢ el debate en torno a la arquitectura institucional del euro. Como es sabido, el funcionamiento de la moneda ¨²nica adolece de una serie de defectos estructurales que han contribuido a crear las condiciones y a agravar los efectos de la pasada crisis econ¨®mica. En el seno de la Eurozona se est¨¢ discutiendo la manera de superar estas deficiencias, y para ello cada vez m¨¢s se abre paso la idea de la creaci¨®n de una verdadera autoridad financiera europea (un ¡°Ministro europeo del Euro¡±, aunque todav¨ªa subsisten grandes diferencias acerca de lo que esto significa en la pr¨¢ctica). Pues bien, los m¨¢s europe¨ªstas consideran que el control democr¨¢tico de esta figura deber¨ªa corresponder a una formaci¨®n del Parlamento Europeo compuesta por los representantes de los 19 pa¨ªses que comparten el Euro, y no a mecanismos intergubernamentales que corren el riesgo de perpetuar la l¨®gica confrontacional que hemos vivido en el pasado.
La segunda oportunidad la ofrece, parad¨®jicamente, la salida del Reino Unido de la Uni¨®n, que plantea el destino que cabe dar a los 73 euroesca?os que le corresponden en el Parlamento Europeo. As¨ª, los gobiernos italiano y franc¨¦s han propuesto que estos no se amorticen, ni se repartan entre los restantes Estados miembros, sino que sean elegidos mediante listas electorales europeas ¨²nicas, lo que obligar¨ªa a los partidos pol¨ªticos europeos a organizarse realmente como tales, y no como coaliciones de partidos nacionales. Esta iniciativa podr¨ªa, adem¨¢s, ponerse en relaci¨®n con la anterior, el control democr¨¢tico del euro, si hay voluntad pol¨ªtica y consenso para ello.
Estos dos elementos que surgen en el panorama pol¨ªtico actual ofrecen la ocasi¨®n de comenzar a superar el permanente desequilibrio de la Uni¨®n, haciendo a cada uno de los dos niveles pol¨ªticos, el europeo y el nacional, m¨¢s responsables de sus decisiones ante su electorado respectivo, y por tanto mejorando la gobernanza democr¨¢tica europea y nacional. No se trata de reformas menores, sino de enorme calado, pero los desaf¨ªos a los que se ha enfrentado la Uni¨®n en los ¨²ltimos a?os plantean la necesidad de una refundaci¨®n de la Uni¨®n Europea que vaya m¨¢s all¨¢ de las soluciones incrementalistas y que d¨¦ elementos de respuesta a sus contradicciones internas.
Ricardo L¨®pez-Aranda es diplom¨¢tico.
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