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Lo malo es que, como damos por hecho que las im¨¢genes de la tele bastan, tampoco los dem¨¢s medios se esfuerzan en describir con precisi¨®n notarial lo sucedido
Una tele, por grande que sea, no es capaz de abarcar la cantidad de llamas que durante estos d¨ªas se han propagado por Galicia, Portugal y Asturias. Aunque los reporteros desplazados a las zonas del desastre den aqu¨ª o all¨¢ con im¨¢genes ocasionalmente extraordinarias, no somos capaces de apreciar en toda su extensi¨®n la magnitud de la cat¨¢strofe. La tele abarca mucho, pero aprieta poco. No logra trasmitir con la intensidad debida el significado de que las brasas hayan penetrado, por ejemplo, en el dormitorio de un matrimonio mayor de cualquiera de las zonas incendiadas para devorar en cuesti¨®n de segundos las zapatillas de cuadros que estos se?ores se calzaban para acudir a la cocina. Esos dos pares de zapatillas dorm¨ªan tranquilamente cada uno en un lado de la cama, cuando una serpiente de fuego acab¨® en d¨¦cimas de segundo con el fieltro para cebarse enseguida en las suelas de goma, que se retorc¨ªan como condenados en el infierno debajo del somier. La tele carece de sensibilidad para llegar a ese detalle, y perseguir a la serpiente, que repta ahora por el suelo de sintasol para alcanzar el armario, donde tras abrir un boquete como el de un disparo en el pecho a ca?¨®n tocante, engulle los trajes de novio y de novia con los que los c¨®nyuges, que han muerto en el incendio, deber¨ªan ser amortajados.
Lo malo es que, como damos por hecho que las im¨¢genes de la tele bastan, tampoco los dem¨¢s medios se esfuerzan en describir con precisi¨®n notarial lo sucedido. Ya lo saben ustedes por la tele, nos vienen a decir. Es la misma excusa que esgrimen los novelistas perezosos para no complicarse la vida: ning¨²n lector ignora c¨®mo es una calle de Los ?ngeles, afirman, las han visto mil veces en el cine. ?Para qu¨¦ cont¨¢rselas?
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