Democracia cultural
Lo que est¨¢ en juego no es distribuir diferencias sino poder
¡°Condici¨®n pos-socialista¡± fue la expresi¨®n de Nancy Fraser para el momento surgido tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. La autora se?alaba la incapacidad de la izquierda para encontrar un proyecto progresista que se erigiese en alternativa ante los fulgurantes cambios pol¨ªticos. El ¡°agotamiento de las energ¨ªas ut¨®picas¡± parec¨ªa dar la raz¨®n a Fukuyama y su fin de la historia: triunfaba la democracia liberal. Fue ah¨ª cuando la nueva gram¨¢tica que aspiraba a cubrir ese vac¨ªo, el de una visi¨®n alternativa progresista, encontr¨® un espacio en el reconocimiento de la diferencia cultural.
Pero esa ¡°an¨¦mica¡± propuesta no pod¨ªa ser cre¨ªble, dec¨ªa Fraser, porque elud¨ªa ¡°el problema de la econom¨ªa pol¨ªtica¡±. Ante el influjo del reconocimiento, la izquierda olvid¨® la distribuci¨®n. Fue as¨ª como se produjo el desplazamiento de la econom¨ªa por la cultura, del valor de la igualdad por el de la diferencia, del igualitarismo distributivo por la pol¨ªtica de la identidad. Lo curioso es que, mientras se profundizaba en esta deriva, la izquierda se escandalizaba porque el neoliberalismo segu¨ªa campando a sus anchas. Hoy, cuando Piketty consigue redefinir las contradicciones del capital en el siglo XXI proponiendo la gobernanza global, vemos c¨®mo nuestro Podemos insiste en el error de situar la ¡°democracia cultural¡± en el centro del proyecto de izquierdas. Y lo hace promoviendo una visi¨®n radicalizada de la cultura propia, identificada con un principio soberano nacional. Lejos de anteponer la cr¨ªtica a un sistema que sigue provocando desigualdad, se ha entregado al mercado de las identidades, alimentando el narcisismo de las peque?as diferencias. En su supuesto proyecto soberano no hay cuestionamiento de principio del neoliberalismo ni respuesta a c¨®mo gestionar las interdependencias, al equilibrio de la convivencia dentro de los islotes identitarios.
Quiz¨¢s porque lo que est¨¢ en juego no es distribuir diferencias sino poder. Y parece que, para obtenerlo, no se trata tanto de perseguir un proyecto emancipador como de acentuar contradicciones hiperlocalizadas subrayando lo que nos separa, no lo que nos une. La izquierda sigue sin rumbo. @MariamMartinezB
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