El fracaso de mi generaci¨®n
El fallo de la pol¨ªtica actual no es el de los padres del 78, sino el de sus hijos y sus nietos
Una vez le o¨ª decir a Antonio Mu?oz Molina que en 1975, cuando muri¨® el dictador, en Espa?a no hab¨ªa casi dem¨®cratas: la mitad del pa¨ªs era franquista y la otra mitad mao¨ªsta o bolchevique. La ahora aborrecida Transici¨®n consisti¨® precisamente en que unos y otros aprendieran a vivir juntos. La mayor¨ªa de los franquistas se fueron resignando a suprimir los pelotones de fusilamiento y los bolcheviques retiraron las barricadas y disolvieron los s¨®viets.
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Yo ten¨ªa entonces 13 a?os y una mirada perpleja de la realidad pol¨ªtica, pero recuerdo bien que durante las dos d¨¦cadas siguientes viv¨ª en un pa¨ªs aparentemente entusiasmado, satisfecho de s¨ª mismo, orgulloso de tener paz y de haber desterrado por fin los fantasmas de la historia. En pocos a?os se logr¨® forjar instituciones democr¨¢ticas, se pusieron las bases del Estado del bienestar, se transformaron completamente las reglas morales de convivencia, se revolucionaron las infraestructuras, se ingres¨® en Europa y se aprobaron estatutos de autonom¨ªa que garantizaban la mayor descentralizaci¨®n de gobierno que nunca hab¨ªa habido en Espa?a. Se consigui¨® que una ciudadan¨ªa paleta, asustada, beata y con olor a potaje de Cuaresma comenzara a vivir en la modernidad.
Aquello no era Jauja, por supuesto: hab¨ªa un desempleo alt¨ªsimo, perviv¨ªa la corrupci¨®n end¨¦mica del pa¨ªs y segu¨ªa dando coletazos sanguinarios el monstruo devorador de ETA. Pero a pesar de todo eso ten¨ªamos la sensaci¨®n de que la generaci¨®n de nuestros padres hab¨ªa conseguido construir un pa¨ªs tolerante, innovador, inclusivo y desacomplejado. Y progresista.
Luego hemos llegado a saber, gracias en buena medida a esa izquierda pur¨ªsima que renaci¨® en el 15-M, que todo aquello era mentira. Que aunque ten¨ªamos la impresi¨®n de estar forjando entre todos un futuro mejor, en realidad ¨¦ramos solo t¨ªteres sacudidos por la mano de los poderosos. Que se hizo solo lo que se pudo, en vez de haber hecho ¡ªcomo era debido¡ª lo que no se pod¨ªa. Que en aquel r¨¦gimen, en fin, los asuntos importantes se resolv¨ªan en los reservados de los restaurantes, en lugar de resolverse, como se ha hecho siempre, en las trincheras.
La esencia de la democracia no es el acto de votar, sino el respeto a las minor¨ªas. Someter a voto ciertas cosas no es un acto de libertad, sino de despotismo
En aquellos a?os remotos, el nacionalismo no era nacionalismo, sino pura rebeld¨ªa. Llev¨¢bamos la senyera y la ikurri?a en las camisetas porque eran los s¨ªmbolos de la libertad de los pueblos. Luego fue pasando el tiempo y se hizo cada vez m¨¢s imposible conciliar racionalmente esa idea escurridiza y abstracta de pueblo con la reivindicaci¨®n de las identidades mestizas y con el derecho de ciudadan¨ªa, pero a pesar de ello se prosigui¨® con el galimat¨ªas ideol¨®gico hasta hoy mismo.
En 2017 no basta ya con que la izquierda no sea independentista: es necesario que sea anti- independentista y que no sirva de coartada libertaria a un movimiento que, por definici¨®n hist¨®rica, es reaccionario y segregador. La soberan¨ªa nacional no es la unidad m¨ªstica de la patria de Franco, sino un principio republicanista sobre el que se asientan los valores de progreso que compartimos. Se puede hacer m¨¢s grande, pero no m¨¢s peque?a. No tiene sentido exigir la cesi¨®n de soberan¨ªa a Europa, reclamando la mutualizaci¨®n de la deuda para que los pobres del sur se beneficien de la bonanza del norte, y reconocer al mismo tiempo el derecho de cualquiera ¡ªque por lo dem¨¢s siempre son ricos¡ª a hacer de su bandera un sayo. No tiene sentido reclamar sociedades cada vez m¨¢s interculturales y aceptar al mismo tiempo que se levante una nueva frontera. No tiene sentido predicar la armon¨ªa mundial y ser comprensivo con movimientos pol¨ªticos que tronchan la convivencia.
De todo lo que est¨¢ pasando podemos sacar algunas lecciones. En primer lugar, que la esencia de la democracia no es el acto de votar, sino el respeto a las minor¨ªas, y que por lo tanto someter a voto ciertas cosas ¡ªla pena de muerte o la cadena perpetua, la restricci¨®n de derechos, la pulverizaci¨®n de la soberan¨ªa¡ª no es un acto de libertad, sino de despotismo. En segundo lugar, que la izquierda espa?ola necesita con urgencia m¨¢s traidores como Santiago Carrillo, capaces de firmar pactos en restaurantes para evitar compa?¨ªas de viaje abominables. Y, por ¨²ltimo, que el fracaso de estos d¨ªas, culminado ayer en el Parlament, no ser¨¢ el fracaso de los padres del 78, sino el de sus hijos y sus nietos, que hemos vuelto a ser, en distinto grado, in¨²tiles o fan¨¢ticos. Espa?oles ¡ªtodos¡ª en su acepci¨®n m¨¢s cl¨¢sica.
?Luisg¨¦ Mart¨ªn es escritor.
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