Mandamiento

El primero: no humillar¨¢s. Los mismos que durante dos d¨¦cadas no vieron especial peligro de ello en la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica, la manipulaci¨®n de los textos educativos, el casi risible sectarismo antiespa?ol de TV3, el ofuscamiento de los s¨ªmbolos del Estado, las pitadas al Rey, etc¨¦tera, est¨¢n hoy muy alerta ante la amenaza que supone aplicar el art¨ªculo 155. ?Cuidado con los abusos! ?Se ha despertado ese endriago infernal, el nacionalismo espa?ol! Es pecado mencionar los l¨²gubres precedentes de anteriores aventuras separatistas. Y nada de c¨¢rcel, ni del m¨ªnimo menoscabo de unas instituciones de autogobierno que han sido utilizadas de modo impropio y torticero, hasta provocar la divisi¨®n entre los catalanes y la crisis m¨¢s grave en Espa?a desde el comienzo de la democracia. ¡°?Quieren una Catalu?a sumisa y humillada!¡±, clama Puigdemont. Lo cual debe de ser mucho peor que una Catalu?a c¨ªvicamente rota y empobrecida, intolerante con su ampl¨ªsima disidencia interna, reprobada por los representantes de la Europa unida que quiere seguir est¨¢ndolo, mintiendo a diestro y siniestro para justificar lo injustificable. Pues nada, antes muerta que humillada, qu¨¦ se habr¨¢ cre¨ªdo Rajoy, violento y franquista. En fin...

Humillar a alguien es someterle a la arbitrariedad, no al cumplimiento de la ley. Al contrario: seg¨²n Hegel, si no se castiga legalmente al delincuente se le humilla, porque se le trata como si no fuera humano, es decir, responsable. Y desde luego se humilla al resto de los ciudadanos que cumplen las leyes para asegurar sus libertades. Claro que no se debe ir m¨¢s all¨¢ de la legalidad: por ejemplo, condenando a los maestros que ense?an a los ni?os a detestar y perseguir a algunos de sus conciudadanos a limpiar letrinas con la lengua. Eso solo pueden quererlo los energ¨²menos... como, por ejemplo, yo.