Emma Stone desaf¨ªa a un tenista machirulo en su ¨²ltima pel¨ªcula
La actriz interpreta a una jugadora de tenis que luch¨® por los derechos de las mujeres a principios de los setenta en 'La batalla de los sexos'
"Ya es hora de que a las mujeres nos tomen en serio¡±. Este es el lema que preconiza La batalla de los sexos, la ¨²ltima pel¨ªcula protagonizada por Emma Stone en la que la actriz se mete en la piel de una jugadora de tenis que luch¨® por los derechos de las mujeres en el entorno deportivo a principios de los a?os setenta.
Los acontecimientos que se narran en la pel¨ªcula ocurrieron en 1973. La tenista Billie Jean King se levant¨® contra la Federaci¨®n Nacional de tenis americano para reivindicar la brecha salarial que exist¨ªa entre hombres y mujeres. A pesar de que los partidos femeninos vend¨ªan las mismas entradas que los masculinos, ellas recib¨ªan como premio cinco veces menos dinero que sus compa?eros. La contestaci¨®n que recibi¨® fue que los hombres eran m¨¢s fuertes y por tanto jugaban mejor al tenis y que ellas constitu¨ªan un simple entretenimiento para poder verlas moverse con faldita por la pista. Adem¨¢s, hab¨ªa que pagar mejor a los hombres, porque ellos eran los que ten¨ªan que mantener a sus familias. Y as¨ª se zanj¨® la cuesti¨®n.
En aquel momento Billie Jean King hab¨ªa ganado cuatro veces el torneo de Wimbledon, pero qu¨¦ m¨¢s daba. A pesar de sus triunfos, era considerada como una deportista de segunda categor¨ªa por el simple hecho de ser mujer. Para desafiar ese entorno profundamente machista en el que se mov¨ªa, se involucr¨® activamente en la creaci¨®n de una liga de tenis femenina, la Women¡¯s Tennis Association (WTA) que contin¨²a vigente en la actualidad. Las chicas se agruparon, encontraron sus propios sponsors y comenzaron a jugar partidos de manera independiente.
La cosa iba bastante bien. Hab¨ªan conseguido liberarse de las ataduras del sistema heteropatriarcal deportivo y ser absolutamente independientes. Se hab¨ªan convertido en un ejemplo para la sociedad, pero eso no dejaba de causar incomodidad en los sectores m¨¢s conservadores. Bobby Riggs encontr¨® la forma de reflotar su figura lanzando un reto: que ¨¦l, con sesenta a?os, era mucho m¨¢s poderoso en la pista que cualquier mujer, aunque ¨¦sta fuera n¨²mero uno del mundo y tuviera cuarenta a?os menos.
Fue entonces cuando un elemento distorsionador apareci¨® en escena. Se trataba de Bobby Riggs (en la pel¨ªcula interpretado por Steve Carell) ex n¨²mero 1 del mundo y vieja gloria tras ganar Wimbledon en 1939. Apartado durante a?os de la competici¨®n por su adicci¨®n al juego, Riggs encontr¨® la forma de reflotar su figura utilizando la pol¨¦mica que hab¨ªa protagonizado Billie Jean King y lanzando un reto: que ¨¦l, con sesenta a?os, era mucho m¨¢s poderoso en la pista que cualquier mujer, aunque ¨¦sta fuera n¨²mero uno del mundo y tuviera cuarenta a?os menos. Por supuesto lo importante era montar un show, una parafernalia esc¨¦nica que apareciera en televisi¨®n. Pero en el fondo, de lo que se trataba era de humillar p¨²blicamente a la contrincante femenina delante de millones de personas. Y por supuesto, hab¨ªa que conseguir a toda costa que la supremac¨ªa masculina quedara nuevamente reforzada.
Esto es lo que cuenta La batalla de los sexos, la adaptaci¨®n del libro que escribi¨® la propia Billie Jean King y que ahora han llevado a la gran pantalla los creadores de Peque?a Miss Sunshine y Ruby Sparks, Valerie Faris y Jonathan Dayton. En efecto, se trata de una pel¨ªcula de tesis, de reivindicaci¨®n feminista. Y est¨¢ orgullosa de serlo. Quiz¨¢s en ocasiones se esfuerce demasiado en subrayar su naturaleza, pero a estas alturas incluso estar¨ªa bien que su mensaje se pudiera grabar a fuego en la mente de todos. Los directores parecen haberla hecho precisamente con esa intenci¨®n, reforzando cada l¨ªnea de lucha y compromiso porque, cuarenta a?os m¨¢s tarde las desigualdades contin¨²an estando igual de presentes en todas las esferas de nuestro d¨ªa a d¨ªa. Las mujeres tenemos que esforzarnos el triple para demostrar lo que valemos en nuestro entorno de trabajo, tenemos que aguantar no solo la discriminaci¨®n, sino tambi¨¦n la condescendencia y una descarada la hipocres¨ªa. Y a veces ni siquiera eso es suficiente. Da igual la constancia o la tenacidad. Tampoco se valora porque continuamos estancados en una sociedad en la que no se le ofrecen las mismas oportunidades a una mujer que a un hombre.
Hace unos meses se estrenaba en cines la muy interesante El caso Sloane. En ella ve¨ªamos a Jessica Chastain convertida en una ambiciosa ejecutiva que trabajaba en un lobby armament¨ªstico. Hab¨ªa conseguido llegar a lo m¨¢s alto de su carrera, pero para ello hab¨ªa tenido que renunciar por el camino a su naturaleza femenina hasta hacerla pr¨¢cticamente desaparecer. Quiz¨¢s porque sab¨ªa que cualquier signo de supuesta debilidad pod¨ªa acabar con su carrera. As¨ª que, aparte de unos afilados tacones, nos encontr¨¢bamos ante una mujer que pr¨¢cticamente hab¨ªa perdido toda su identidad, a pesar de que, con sus estatus, aparentara ser la bandera del empoderamiento. No quedaba pr¨¢cticamente nada de su esencia porque, para triunfar, hab¨ªa tenido que amoldar su comportamiento a los tradicionales roles masculinos.
En La batalla de los sexos la protagonista femenina no est¨¢ dispuesta a perder su identidad. No tiene necesidad de despreciar a los dem¨¢s ni mirarlos con autosuficiencia. Lo ¨²nico que busca es ser reconocida tal y como es. Demostrar lo que vale, lo poderosa que puede llegar a ser ¨²nicamente a trav¨¦s de su esfuerzo y su trabajo. Y de paso demostrar a todos aquellos retr¨®grados recalcitrantes, esos ¡°cerdos machistas¡± (as¨ª se autodenominaba el propio Riggs con orgullo) que la despreciaban, que ella solita pod¨ªa ser capaz de darle la vuelta al marcador y apoderarse del partido. De un partido que era mucho m¨¢s que un partido. Y que, en el fondo, como bien parece apuntar la pel¨ªcula, es el que tenemos que jugar todas las mujeres que intentamos seguir luchando contra la desigualdad y las injusticias sexistas en nuestra vida personal y profesional.
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