Dr. 155 y mr. DUI

El jueves 26 de octubre, en Barcelona, Carles Puigdemont no abort¨® la declaraci¨®n de independencia de Catalu?a porque no le garantizaron, desde el Gobierno, que la justicia atender¨ªa sus demandas. Dos veces quiso anunciar elecciones y olvidar su promesa de acatar ¡°el mandato del pueblo catal¨¢n¡±; dos veces dio marcha atr¨¢s al no tener lo que ¨¦l llam¨® ¡°garant¨ªas¡± y que eran exactamente eso: las garant¨ªas de que ¨¦l no era un ciudadano con los mismos derechos y los mismos deberes que otro, sino alguien con privilegios gracias a una posici¨®n de fuerza obtenida fuera de la ley.

El martes 31 de octubre, en Bruselas, Carles Puigdemont dijo que no regresar¨ªa a Espa?a hasta que no obtuviese ¡°garant¨ªas de un juicio justo¡±. Una semana despu¨¦s de negociar una justicia a la carta como elemento de chantaje al Estado, Puigdemont reclam¨® una justicia que no dependiese delictivamente del Gobierno espa?ol sino que fuese homologada por un Govern destituido, al que hay que consultar para que el juicio tenga las garant¨ªas que demanda su autoproclamado presidente en el exilio.

Hacerle caso al Gobierno cuando el Gobierno act¨²e como t¨² quieres, hacerle caso a la justicia cuando se ponga a tu servicio. La ley es la violencia; su incumplimiento es la paz. El Govern da ejemplo al mundo al privar de derechos a la mitad de sus ciudadanos imponiendo su mayor¨ªa por encima de la ley; el Estado ejerce ¡°extrema agresividad¡±, ¡°m¨¢xima beligerancia¡± y ¡°violencia institucional¡± al restaurar la legalidad. El expresidente de la Generalitat es una v¨ªctima perseguida que busca auxilio en el extranjero; Espa?a tiene un problema de ¡°d¨¦ficit democr¨¢tico¡± al empe?arse en hacer cumplir la Constituci¨®n que la ha convertido en democracia.

Desde hace siete a?os, cuando Mas advirti¨® de que el Parlament incumplir¨ªa la ley al iniciar un proceso constituyente, hasta ahora, cuando Puigdemont ha terminado su trabajo con el resultado esperado (unos se?ores fingiendo que trabajan en Barcelona y otros en Bruselas fingiendo que no les dejan trabajar), el soberanismo ha exigido siempre ¡°garant¨ªas¡±. Garant¨ªas de que su situaci¨®n era diferente, de que su voluntad ser¨ªa respetada por encima de la voluntad de los dem¨¢s, de que el Parlamento ha de plegarse a sus deseos, y ahora la justicia, y despu¨¦s cualquier cosa con tal de jugar sobre seguro, garantiz¨¢ndoles que nunca van a perder.

No basta con hacer lo que te da la gana: los dem¨¢s tienen que reconocer que puedes hacerlo. Por tanto no se asume ni la responsabilidad de acabar con el adversario: se le pide al adversario que se ejecute a s¨ª mismo. Una jugada maestra si hubiese un maestro detr¨¢s, y millones de tontos delante.