Pasiones, cultura y pol¨ªtica
En la crisis catalana, las emociones vuelven a articularse en torno al concepto de ¡°identidad¡±
M¨¢s all¨¢ del seguimiento diario de los acontecimientos, no es f¨¢cil identificar las categor¨ªas m¨¢s apropiadas para comprender la crisis catalana, posiblemente por la inmediatez de esos mismos acontecimientos y la urgencia de encontrar una soluci¨®n aceptable. Pero tambi¨¦n porque compromete muchas y diversas perspectivas disciplinares o profesionales: aunque difieran en concreciones t¨¦cnicas, los juristas lo tienen claro en su mayor¨ªa, porque la suya es una perspectiva normativa, y la ley es clara e inequ¨ªvoca, y los empresarios deciden conforme a los intereses del negocio. Los comunicadores, por su parte, atentos a la eficacia de los discursos y pronunciamientos p¨²blicos, conscientes del poder de la palabra y las im¨¢genes, para construir escenarios y marcos alternativos, emplean con frecuencia sus armas al servicio de la causa que les es m¨¢s querida¡
Soci¨®logos y psic¨®logos sociales podr¨ªan corroborar que los ciudadanos en general se inclinan o pronuncian en un sentido u otro en funci¨®n de otras razones, o m¨¢s bien de un coraz¨®n que, algunas veces, podr¨ªa parecer impermeable a razones. En este ¨²ltimo caso, un fil¨®sofo como Kant hablar¨ªa de ¡°pasi¨®n¡±. A diferencia de Arist¨®teles ¨Cque consideraba que las pasiones pod¨ªan admitir direcci¨®n racional¡ª, Kant atribu¨ªa a ese t¨¦rmino un contenido negativo: las pasiones son para ¨¦l ¡°c¨¢nceres de la raz¨®n pr¨¢ctica¡±, porque comportan elevar a rango de principio directivo del comportamiento una inclinaci¨®n particular, que, al estar privada de la capacidad de comparar exclusiva de la raz¨®n, no puede hacerse cargo cabalmente de la complejidad de la vida.
Un rasgo de la cultura emocional en que vivimos es que los conceptos jur¨ªdicos tienen escasa penetraci¨®n en las conciencias
¡°Obcecaci¨®n¡± es el t¨¦rmino castellano que mejor refleja la idea que de la pasi¨®n ten¨ªa Kant, el cual reservaba una met¨¢fora menos negativa para las emociones, a las que comparaba con ¡°borracheras¡± que nublan la raz¨®n, pero solo durante un breve espacio de tiempo, pues luego uno recupera el sentido, la capacidad de razonar y comparar. En 2014, Henry Kamen, hispanista brit¨¢nico residente en Barcelona, public¨® un libro titulado Espa?a y Catalu?a: historia de una pasi¨®n, una lectura que acaso permitir¨ªa elevar el nivel general de comprensi¨®n rec¨ªproca y advertir que la pol¨ªtica no puede limitarse a la gesti¨®n de hechos consumados ni solo a la manipulaci¨®n interesada de la historia.
Lamentablemente pocos leen, y los que lo hacen tienden en un porcentaje muy alto a inclinarse por los escritos que ratifican posturas adoptadas previamente, con lo cual el progreso en el entendimiento rec¨ªproco es m¨ªnimo. Si pudi¨¦ramos distanciarnos de nuestras respectivas pasiones, ver¨ªamos que el conflicto catal¨¢n no solo reactiva, en el r¨¦gimen posf¨¢ctico o de posverdad propio del mundo posmoderno, el debate decimon¨®nico entre Ilustraci¨®n y Romanticismo, sino que ejemplifica tambi¨¦n el conflicto entre dos filosof¨ªas pol¨ªticas: la que sostiene la primac¨ªa de la ley y la que sostiene la primac¨ªa del ¡°pueblo¡±.
La raz¨®n de entrecomillar ¡°pueblo¡± obedece a que sin una m¨ªnima articulaci¨®n racional que garantice los derechos de todas las personas seg¨²n justicia ¨Ces decir, en ausencia de una ley¡ª no hay pueblo, sino solo una multitud amorfa, incluso una masa peligrosa. Con ello no se niega la posibilidad de que algunas leyes puedan resultar obsoletas y otras puedan percibirse como injustas; de ah¨ª que las constituciones modernas prevean los cauces de su propia modificaci¨®n y en algunos casos tambi¨¦n la objeci¨®n de conciencia. Un rasgo de la cultura emocional en que vivimos, sin embargo, es que los conceptos jur¨ªdicos, al fin y al cabo hijos de la raz¨®n, tienen escasa penetraci¨®n en las conciencias: estas se moldean m¨¢s bien con arreglo a emociones y pasiones, educadas (o manipuladas) con arreglo a otros par¨¢metros, frecuentemente los que ofrecen los medios de comunicaci¨®n en clave impresionista.
La cuesti¨®n pol¨ªtica es convivir. La calidad de un pueblo se mide por la calidad de su convivencia
El desarrollo de la crisis catalana dista de ser el ¨²nico ejemplo de esta cultura emocional en que vivimos. En ella, sin embargo, las emociones vuelven a articularse en torno al concepto de ¡°identidad¡±: ya sea para subrayar la identidad catalana, ya sea para subrayar la identidad espa?ola. Con ello se favorece una visi¨®n dial¨¦ctica del problema, que amenaza con enquistarlo y perpetuarlo en una lamentable espiral de equ¨ªvocos y agravios reales o imaginarios entre ¡°nosotros¡± y ¡°ellos¡±. Pensando tambi¨¦n en dinamismos an¨¢logos que ahora se expanden en otras sociedades occidentales, importa reparar en que hay algo ¨Cmucho- de reaccionario en pretender construir la convivencia pol¨ªtica en torno al concepto de identidad cultural, precisamente en un momento hist¨®rico en que las sociedades occidentales est¨¢n marcadas por tantas formas de fragmentaci¨®n social y exhiben tantas y tan plurales narrativas identitarias.
Por lo dem¨¢s, ?ha habido alguna vez una cultura completamente homog¨¦nea? Quienes piensan as¨ª tienen una aproximaci¨®n excesivamente simplista y estereotipada a ¡°la cultura¡±, pues es propia de toda cultura ¨Cal fin y al cabo una obra humana- su intr¨ªnseca apertura al cambio, al contacto con gentes y personas de otras culturas. Si incluso en el caso de comunidades ¨¦tnicas geogr¨¢ficamente aisladas debemos estar dispuestos a encontrar contradicci¨®n interna y disenso, con mucha mayor raz¨®n debemos descartar la homogeneidad cultural en unidades sociales m¨¢s amplias, como el moderno Estado-naci¨®n. La cuesti¨®n pol¨ªtica es convivir. La calidad de un pueblo se mide por la calidad de su convivencia. Plat¨®n describ¨ªa la pol¨ªtica como ¡°el arte de tejer¡±. Para recomponer un tejido rasgado es preciso desembarazarse de idolatr¨ªas que subordinan la libertad de las personas a constructos ideales. El Estado-naci¨®n, en versi¨®n macro o micro, siempre fue uno de ellos.
Ana Marta Gonz¨¢lez es directora del proyecto Cultura Emocional e Identidad del Instituto Cultura y Sociedad, de la Universidad de Navarra.
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