La mala pr¨¢ctica del contragolpe
Detr¨¢s del inmovilismo de La Habana, detr¨¢s de la postergaci¨®n de reformas hay una mezcla de inseguridad y despotismo, de confusi¨®n entre poder hegem¨®nico y dominaci¨®n absoluta, pero tambi¨¦n de miedo al cambio
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Las recientes medidas para reforzar el embargo comercial a Cuba del Gobierno de Donald Trump son una buena muestra de lo que el Che Guevara llamaba ¡°revoluci¨®n a contragolpe¡±. Trump busca diferenciarse de Barack Obama a toda costa, aunque recurra a la contradicci¨®n de ser realista con Rusia y China e idealista con Venezuela y Cuba. Los efectos nocivos de esa manera de entender y practicar la diplomacia, por casi sesenta a?os, est¨¢n a la vista del mundo: no s¨®lo en Estados Unidos, tambi¨¦n en Cuba. El contragolpe era justificable en la Guerra Fr¨ªa, pero no en tiempos globales.
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Muerto Fidel Castro y restablecido el v¨ªnculo diplom¨¢tico con Washington, algunas de las m¨¢s importantes decisiones del Gobierno cubano siguen siendo gestos de contragolpe a su vecino. Cuando el s¨¦ptimo congreso del Partido Comunista de Cuba, en abril de 2016, decidi¨® frenar las reformas emprendidas en 2012, parti¨® del diagn¨®stico de que la estrategia de Barack Obama estaba minando la solidez ideol¨®gica del r¨¦gimen. Regresar al discurso de barricada, atacar al ¡°centrismo¡± acad¨¦mico, apostarle todo a la supervivencia de Nicol¨¢s Maduro en Venezuela, respaldar la carrera armamentista de Corea del Norte y secundar la campa?a de descalificaci¨®n contra la candidatura de Hillary Clinton, operada desde Mosc¨², fue la manera en que el Gobierno de Ra¨²l Castro crey¨® recuperar el control, luego del viaje de Obama a La Habana.
Ahora, con el previsible deterioro de las relaciones con Donald Trump y ante la falta de respuestas convincentes de La Habana a las acusaciones de irresponsabilidad por supuestos ataques ac¨²sticos contra diplom¨¢ticos de Estados Unidos y Canad¨¢ en la isla, el Gobierno cubano vuelve al contragolpe. El canciller Bruno Rodr¨ªguez se re¨²ne en Washington con residentes cubanos en Estados Unidos, partidarios suyos, y anuncia una serie de medidas que flexibilizan el v¨ªnculo con una parte de la di¨¢spora. Se trata de decisiones que profundizan la reforma de diciembre de 2012, pero que no remueven el n¨²cleo de la restricci¨®n de derechos econ¨®micos, civiles y pol¨ªticos de los emigrantes cubanos en su pa¨ªs de origen.
El PC de Cuba fren¨® en 2016 las reformas por creer que Obama minaba la solidez del r¨¦gimen
La ¡°habilitaci¨®n del pasaporte¡±, que reemplaz¨® el viejo ¡°permiso de salida¡±, se elimina, pero ah¨ª sigue, como mecanismo de control pol¨ªtico y fuente de ingresos consulares, la pr¨®rroga del documento oficial cada dos a?os. Las facilidades para que los hijos de emigrantes cubanos se repatrien, sin necesidad de avecindarse en la isla, pueden favorecer a miles de familias que perder¨ªan sus propiedades por el no reconocimiento del derecho de poseer o heredar viviendas a los exiliados. La despenalizaci¨®n del regreso de los emigrantes ilegales tambi¨¦n es buena noticia, sobre todo, para las decenas de miles de balseros que han llegado a las costas de Estados Unidos en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Otras medidas como la libertad de acceso a las marinas de Varadero y La Habana est¨¢n dirigidas a la captaci¨®n de divisas del turismo cubano-americano. Se trata de un paso m¨¢s en la direcci¨®n del capitalismo segmentado que se est¨¢ construyendo en Cuba desde hace a?os y que seguir¨¢ acentuando la diferenciaci¨®n social, toda vez que la apertura del mercado interno y el crecimiento del sector no estatal se ven sometidos a constantes y arbitrarias limitaciones. Esas libertades privilegiadas se suman a un nuevo orden, cada vez m¨¢s estamentado, en el que la falta de derechos civiles y pol¨ªticos b¨¢sicos se ve compensada por una distribuci¨®n selectiva de derechos econ¨®micos.
El jurista e historiador cubano Julio C¨¦sar Guanche, de Flacso, Ecuador, ha observado recientemente que las nuevas medidas migratorias se aplican desde una obsoleta legislaci¨®n de ciudadan¨ªa. Dos intentos de producir una nueva Ley de Ciudadan¨ªa en Cuba, en los a?os ochenta y noventa, fueron postergados por el Gobierno. El cap¨ªtulo II de la Constituci¨®n vigente en Cuba, la de 1976 reformada en 1992, est¨¢ pr¨¢cticamente calcado de la Constituci¨®n de 1940, entre sus art¨ªculos 8? y 18?. Como otras constituciones del populismo o el nacionalismo revolucionario, en Am¨¦rica Latina y el Caribe a mediados del siglo XX, aquella rechazaba la doble ciudadan¨ªa y limitaba los derechos de los emigrantes en su patria. Conforme crecen las comunidades migratorias, las leyes de ciudadan¨ªa se abren en toda la regi¨®n, menos en Cuba.
Si las pol¨ªticas se subordinan al conflicto bilateral con EE UU, el Estado pierde autonom¨ªa
La misma cr¨ªtica podr¨ªa extenderse al registro de derechos civiles y pol¨ªticos concedido por el r¨¦gimen constitucional actual. Desde hace a?os el marco constitucional cubano ha sido rebasado por la complejidad social de la isla y la di¨¢spora, pero la m¨¢xima dirigencia del Estado y el partido no se decide a acortar la distancia entre la ley y la vida. Por qu¨¦ no lo hace es una pregunta dif¨ªcil de responder, ya que algunas reformas constitucionales no necesariamente alterar¨ªan el sistema pol¨ªtico y hasta lo har¨ªan m¨¢s funcional en el siglo XXI. Detr¨¢s de la postergaci¨®n de reformas hay una mezcla de inseguridad y despotismo, de confusi¨®n entre poder hegem¨®nico y dominaci¨®n absoluta, pero tambi¨¦n de miedo al cambio.
Antes de que el Gobierno cubano reaccionara contra la pol¨ªtica de Obama, Ra¨²l Castro y otros dirigentes de la isla anunciaron reformas constitucionales y nuevas legislaciones en materia electoral, de asociaciones y de medios de comunicaci¨®n. Todos esos cambios, necesarios para el propio r¨¦gimen, se aplazaron deliberadamente y el Gobierno se enfrasc¨® en una exhaustiva neutralizaci¨®n del movimiento opositor, que lleg¨® al extremo cuando el vicepresidente y posible sucesor, Miguel D¨ªaz Canel, anunci¨® un plan para evitar que los candidatos independientes resultaran nominados en los comicios de base.
De manera que el inmovilismo cubano est¨¢ enfrascado en una lucha paralela contra la oposici¨®n y la reforma, contra el cambio r¨¢pido y el lento, contra Obama y contra Trump. Buena prueba de esa intransigencia es que el mismo canciller que hoy declara en Washington que ¡°mientras Estados Unidos cierra, Cuba abre¡±, en r¨¦plica a la pol¨ªtica de Trump, hace un a?o calificaba la pol¨ªtica de Obama como un ¡°ataque¡±. De una colaboraci¨®n inteligente con los sectores liberales y aperturistas de Estados Unidos se pas¨® a la f¨¢cil y predecible t¨¢ctica del contragolpe, que pone en duda el supuesto ideario soberanista del Estado cubano.
La plena soberan¨ªa implica la independencia del Estado para desarrollar las pol¨ªticas p¨²blicas que favorecen a la ciudadan¨ªa. Si el dise?o de esas pol¨ªticas se subordina a un conflicto bilateral, el Estado pierde autonom¨ªa, es decir, se vuelve dependiente del diferendo. La peor herencia del principio del contragolpe en Cuba es que la ideolog¨ªa y la diplomacia han acabado colonizadas por la geopol¨ªtica. Hoy por hoy, para el Gobierno cubano, sigue siendo m¨¢s importante pregonar como un triunfo el voto mayoritario contra el embargo comercial, en la ONU, que dotar las pr¨®ximas elecciones legislativas y la sucesi¨®n de poderes de febrero de 2018 de un m¨ªnimo de normatividad democr¨¢tica.
Rafael Rojas es historiador.
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