¡®La manada¡¯ de cada d¨ªa
La mujer sigue siendo menospreciada a diario en nuestra sociedad. Ese es el origen de una violencia que es apenas la punta del iceberg del monstruo de la desigualdad. Y es que no ha cambiado la forma en que se mira a la mujer
Va acerc¨¢ndose la edad de jubilaci¨®n. Ser¨¦ una se?ora que habr¨¢ cotizado lo suficiente para cobrar una pensi¨®n igual, y eso es lo raro, a la de mi marido y sus colegas. Trabajo y soy independiente desde los 19 a?os. Hace tiempo que consegu¨ª, sin hacer mucho ruido o quiz¨¢s por ello, ganar un sueldo por encima de la media; de la media masculina. Y en estos cuarenta a?os de profesi¨®n no ha cambiado la primera pregunta de un nuevo conocido: ¡°?C¨®mo has conseguido conciliar trabajo y familia?¡±. Me lo preguntan por un solo motivo, porque soy mujer. Por eso, esencialmente, entiendo que aparezco hoy ¡ªD¨ªa Mundial de la Violencia de G¨¦nero¡ª en estas p¨¢ginas. Para hablarles de nosotras.
Entre mi madre y la suya (una nacida a principios del siglo XX, y la otra, en 1936, al inicio de la Guerra Civil), la sociedad y las costumbres cambiaron poco. Mi juventud, transcurrida en plena transici¨®n democr¨¢tica, coloc¨® a esas queridas se?oras ante una brecha generacional de grandes dimensiones. Cada novedad, incluso mi primer salario ¡ªel primero ganado nunca por una mujer de la familia¡ª, era objeto de asombro.
En solo una d¨¦cada, entre 1975 y 1985, fuimos convocadas a elecciones parlamentarias ¡ªmi abuela hab¨ªa votado en 1933, mi madre, nunca¡ª, se autoriz¨® la p¨ªldora, aprobaron el divorcio y se despenaliz¨® el aborto. Algunos a?os antes le¨ª a mis padres un p¨¢rrafo de Segundo sexo, de Simone de Beauvoir: ¡°El control de la natalidad y el aborto legal permitir¨ªan a la mujer asumir libremente sus maternidades¡±. Se hab¨ªa publicado en 1949, pero aquel ejemplar entr¨® en casa en 1976. Mi padre lo ley¨® todo y, al acabar, me pidi¨® que me lo pensara bien, que all¨ª estaba la familia si hac¨ªa falta. Le tuve que tranquilizar; asegurarle que no estaba embarazada, que eran cosas de una francesa.
Me incorpor¨¦ al mundo laboral con el lema ¡°a igual trabajo, igual salario¡± tatuado en mis convicciones. En Espa?a est¨¢bamos seguras de que nuestros hombres nos acompa?ar¨ªan en el camino: maridos, compa?eros de partido, amigos y hasta nuestros jefes¡ Cuando Adolfo Su¨¢rez, un falangista, un hombre del r¨¦gimen con indudable capacidad para el pacto, dijo aquello de ¡°hay que dar cobertura y transparencia legal a lo que es normal y habitual a nivel de la calle¡±, adem¨¢s de entender que no ¨ªbamos a tener que seguir yendo a Perpi?¨¢n a por la p¨ªldora, cre¨ªmos que la libertad iba en serio. Salimos a la calle en masa, pensando que el sueldo que nos dar¨ªa la independencia estaba a la vuelta de la esquina. Y, de hecho, lo encontramos. En 1977, solo trabajaba el 28% de las mujeres de entre 25 y 54 a?os; en 2013, ya era el 63%. La salida de casa, que no fue acompa?ada por la entrada del hombre en el domicilio y en las tareas dom¨¦sticas, supuso una ca¨ªda vertiginosa de los nacimientos. Milagros, ni en aquella Espa?a.
La brecha salarial entre hombres y mujeres en Espa?a es del 23%, frente al 16% de Europa
Ha pasado el tiempo casi sin reflexionarlo. Ahora constatamos que los sue?os se nos escurren entre los dedos. Andamos lejos de conseguir la igualdad salarial prevista en el Tratado de Roma, el que fund¨® Europa en 1957. La brecha salarial entre hombres y mujeres en Espa?a es del 23%, frente al 16% de Europa. A los empleos precarios hay que sumar menos horas cotizadas fuera de casa para poder realizar el trabajo dom¨¦stico; cuatro horas dedican diariamente las mujeres al hogar. Como resume una buena amiga, ¡°al final, vamos a ser viejas y pobres¡±. Las jubiladas tienen prestaciones un 36% m¨¢s bajas que los jubilados.
Hemos ido a mejor, s¨ª. El 60% de los licenciados son chicas, pero el mando, la opini¨®n y el dinero son patrimonio varonil. Un 44% de los europeos cree que el principal papel de la mujer es la casa y la familia, y eso explica muchas cosas. Entre ellas, que solo uno de cada tres ejecutivos en Europa sea mujer, y que esa mujer gane el 75% del sueldo que recibe el hombre.
¡°C¨®mo vamos a contratar m¨¢s directivas, si luego tienen hijos y cogen bajas; salen car¨ªsimas¡±, afirmaba un alto ejecutivo en una cena de empresa. Cuando le pregunt¨¦ si sab¨ªa cu¨¢ntos hijos ten¨ªa yo admiti¨® su ignorancia. Le inform¨¦ de que, en los dos a?os en que hab¨ªamos compartido equipo de direcci¨®n, hab¨ªa sido madre dos veces. No lo hab¨ªa notado. En un pa¨ªs donde la media de hijos por mujer es de 1,3, la maternidad es una rid¨ªcula excusa para obstaculizar la igualdad.
La sociedad sigue sin cambiar la forma en que mira a la mujer. Son siglos de tratarla como un ser sumiso, sin palabra ni razonamiento, al que dominar, proteger y mandar. M¨²ltiples pa¨ªses firmantes de la carta de la ONU, adscritos a la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT), parecen creer que no es necesario respetar los derechos cuando afectan a la mujer. Nuestras democracias comercian, tratan, juegan en competiciones con pa¨ªses en donde la mujer es ignorada. El apartheid en Sud¨¢frica acab¨® debido al aislamiento que sufri¨® el r¨¦gimen supremacista blanco. Un partido de f¨²tbol se suspende hoy si hay gritos racistas; sin embargo, nada pasa por prohibir la asistencia de la mujer al estadio.
Son siglos de tratar a la mujer como un ser sumiso, sin palabra ni razonamiento
Nos hemos acostumbrado a los chistes sexistas, a la falta de inter¨¦s por nuestra opini¨®n, a los apodos con los que se bautiza a cualquier mujer con poder. La canciller alemana, ?ngela Merkel, que no se considera feminista, aprendi¨® a saltar obst¨¢culos en la Alemania del Este. Cierta vez le preguntaron c¨®mo hab¨ªa triunfado en este mundo masculino. ¡°Te callas, te aguantas y est¨¢s atenta a una oportunidad; todo eso mientras tratas de salir ilesa¡±, respondi¨®.
Cuando has aguantado y has sobrevivido, te olvidas de hasta qu¨¦ punto puede ser brutal la misoginia. Nos lo recuerdan esos j¨®venes que van a las fiestas a beber y a violar. Sin miedo ni pudor, comparten sus planes, sus abusos, por redes y tel¨¦fonos. Ese tristemente famoso San Ferm¨ªn de 2016, esa violencia, es solo el lado extremo de un iceberg monstruoso que crece sobre la desigualdad. Cinco tipos enormes se tiraron encima de una ni?a en un portal. Hab¨ªan ido a eso, a violar ¡°gordas¡±. La manada tiene su origen en ese menosprecio que aguanta la mujer cada d¨ªa en nuestra sociedad. Margaret Atwood, que tiene la facultad de desentra?ar la verdad m¨¢s oculta, lo ha dejado escrito: ¡°Los hombres tienen miedo de que las mujeres se r¨ªan de ellos; las mujeres tienen miedo de que los hombres las asesinen¡±.
Rosa Cullell es consejera delegada de Media Capital.
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