Amargas noticias sobre el az¨²car
Los alimentos y refrescos azucarados est¨¢n siguiendo el itinerario de las tabacaleras. Quien hace trampas se cae del tablero
Lee en Materia un buen art¨ªculo sobre las amargas noticias que nos ha deparado el az¨²car esta semana. A principios de los a?os sesenta, mientras los Beatles barr¨ªan el planeta Tierra, empezaron a acumularse las evidencias de que el consumo de az¨²car se relacionaba con el trastorno metab¨®lico y la enfermedad cardiaca. La Fundaci¨®n para la Investigaci¨®n del Az¨²car, creada y financiada por la industria azucarera y sus refrescantes derivadas, pag¨® en 1965 para que el New England Journal of Medicine, una de las revistas m¨¦dicas m¨¢s influyentes, publicara un art¨ªculo t¨¦cnico que descartaba esos resultados. En 1970, la misma fundaci¨®n pseudocient¨ªfica coste¨® unos experimentos en animales con la intenci¨®n de demostrar la salubridad de su producto. Cuando los resultados fueron los contrarios de los esperados, sin embargo, la fundaci¨®n abort¨® el proyecto y prohibi¨® a los cient¨ªficos que publicaran esos resultados. Y esas pr¨¢cticas da?inas perduran hasta hoy mismo.
La comparaci¨®n con el tabaco salta a la vista. Uno de los grandes argumentos que permitieron a los abogados contratados por la Casa Blanca empapelar a las tabacaleras ¨Cun golpe del que todav¨ªa no se han repuesto¡ª fue justo la evidencia de que esas empresas hab¨ªan conocido durante d¨¦cadas los da?os del tabaco, y los hab¨ªan ocultado, cuando no pervertido, con el desprecio m¨¢s obsceno hacia la salud p¨²blica, y con un foco exclusivo en sus intereses econ¨®micos que las descalific¨® como agentes sociales solventes. Los refrescos azucarados, los bollos y las chuches pronto seguir¨¢n el mismo camino, si es que la historia nos ense?a algo.
La analog¨ªa del az¨²car con el tabaco tiene otro ¨¢ngulo interesante. Es improbable que exista ahora mismo un solo terr¨ªcola que ignore que fumar da?a la salud. Y sin embargo seguimos fumando. Los seres humanos no nos regimos, en general, por argumentos racionales. La verdad ayuda a contener nuestras tendencias insanas, pero no basta para exterminarlas. Dale a un rat¨®n una palanca que le administre coca¨ªna, otra que le procure comida, y le ver¨¢s at¨®nito morir de hambre para agarrarse un buen coloc¨®n. Ni en eso nos distinguimos de las bestias.
?Conclusi¨®n? Ciencia p¨²blica. Por todo lo que estamos viendo, solo ella podr¨¢ promover la ciencia de calidad que necesitamos. Las empresas alimentarias est¨¢n perdiendo la confianza de la opini¨®n p¨²blica
Parte de la industria farmac¨¦utica ha incurrido en pr¨¢cticas parecidas a las de tabacaleras y azucareras, ocultando los resultados adversos a sus f¨¢rmacos, financiando ensayos cl¨ªnicos sesgados e incurriendo en otras malas pr¨¢cticas que no provienen de sus laboratorios cient¨ªficos, sino de sus tiburones ejecutivos. Si una empresa no es capaz de discernir su ¨¦tica de su cuenta de resultados, no merece la confianza del p¨²blico. Los abogados de las azucareras han hecho un flaco favor a sus empleadores, y un da?o objetivo a la sociedad que los acoge tragando bollos y bebiendo veneno.
?Conclusi¨®n? Ciencia p¨²blica. Por todo lo que estamos viendo, solo ella podr¨¢ promover la ciencia de calidad que necesitamos. Las empresas alimentarias est¨¢n perdiendo la confianza de la opini¨®n p¨²blica.
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