Pangloss
La f¨ªsica del siglo XX ha descubierto, desconcertada, que en cierto sentido fundamental vivimos en el mejor de los mundos posibles
Santiago el anabaptista viajaba con rumbo a Lisboa en compa?¨ªa de sus amigos C¨¢ndido y Pangloss cuando, de repente, la furia desatada del oc¨¦ano zarande¨® el buque y lo tir¨® por la borda. C¨¢ndido est¨¢ a punto de saltar al mar para rescatarlo cuando su tutor Pangloss le detiene con el argumento de que la bah¨ªa de Lisboa se hab¨ªa creado, precisamente, para tragarse a Santiago el anabaptista y reconducir el curso de la religi¨®n. As¨ª lo narr¨® Voltaire en C¨¢ndido, y su personaje Pangloss se convirti¨® en sin¨®nimo de la idea m¨¢s singular y da?ina de la historia del pensamiento: que vivimos ¡°en el mejor de los mundos posibles¡±.
Voltaire, sin embargo, no daba puntada sin hilo. Su tutor Pangloss no era un espantap¨¢jaros dise?ado a prop¨®sito como un blanco f¨¢cil. En realidad era una caricatura de uno de los grandes pensadores y cient¨ªficos de la generaci¨®n anterior, Gottfried Leibniz, descubridor del c¨¢lculo diferencial junto a Newton e inventor del sistema binario con el que funcionan nuestros ordenadores y tel¨¦fonos. Y que, pese a todo ello, fue el autor de la idea de que vivimos en el mejor de los mundos posibles (la escribi¨® en su Teodicea). Los genios tienen estas cosas.
Los f¨ªsicos te¨®ricos suelen cojear de una pierna panglossiana. El propio Newton era creyente y estaba convencido de que la gravitaci¨®n universal que hab¨ªa descubierto era un destello de la mente de Dios. Einstein era ateo en el sentido convencional, pero cre¨ªa en el Dios de Spinoza, ¡°que se revela en la armon¨ªa de lo existente¡±; esa creencia, de hecho, est¨¢ en la ra¨ªz de su mayor error cient¨ªfico, el rechazo a la naturaleza probabil¨ªstica de la mec¨¢nica cu¨¢ntica, que ¨¦l mismo hab¨ªa contribuido a fundar.
La f¨ªsica del siglo XX ha descubierto, desconcertada, que en cierto sentido fundamental vivimos en el mejor de los mundos posibles. Mueve un pel¨ªn la relaci¨®n de masas entre el prot¨®n y el neutr¨®n, la magnitud relativa de las fuerzas nucleares y electromagn¨¦ticas u otras dos docenas de magnitudes b¨¢sicas y, de pronto, nuestro universo ordenado y elegante se convierte en una sopa de quarks incompatible con la vida.
Los bi¨®logos, sin embargo, son ateos por deformaci¨®n profesional. Darwin tuvo que cargarse a Dios para hacer avanzar la teor¨ªa de la evoluci¨®n, la gran unificaci¨®n que fundamenta la biolog¨ªa moderna. Y no es extra?o que sea un bi¨®logo, Floyd Romesberg, quien haya refutado para siempre al doctor Pangloss. Romesberg ha ampliado de cuatro a seis el n¨²mero de letras del ADN. Una gran idea que nunca se le ocurri¨® a la madre naturaleza. Salta, C¨¢ndido.
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