Manos arriba: la loter¨ªa es un atraco
El Estado inculca la ludopat¨ªa y la superstici¨®n del dinero celestial con una estafa institucional edulcorada con las voces angelicales de los ni?os de San lldefonso
Llegan este viernes los bombos de la loter¨ªa al Teatro Real con la sugesti¨®n de un s¨ªmbolo tot¨¦mico. Y como si el alojamiento entre los muros del templo l¨ªrico aportara solemnidad a la estafa del Estado. Y como si los ni?os cantores de San Ildefonso ¡ªni?os y ni?as, de todas las razas, en una dramaturgia encubridora¡ª revistieran de candor y pureza un manifiesto latrocinio institucional.
Y no aspira uno a convertirse en el se?or Scrooge malogrando al pr¨®jimo la salmodia de los n¨²meros m¨¢gicos ni la anestesia de la cabal¨ªstica benefactora, pero conviene desenga?ar al ingenuo ciudadano de su hipnosis y expectativa: s¨¦palo, no va a tocarle la loter¨ªa.
?Y por qu¨¦ no va a tocarle, si los angelotes de San Ildefonso, pulqu¨¦rrimos, incapaces de robar en el cepillo, y no as¨ª en el Carrefour, est¨¢n repartiendo hiperb¨®licamente el dinero n¨²mero a n¨²mero, tolva a tolva, enjaezando los euros a semejanza del man¨¢ en la tierra bald¨ªa?
No es verdad que la loter¨ªa caiga en Legan¨¦s o en Valladolid, como acostumbra a decirse en esta tentadora identificaci¨®n de la ciudad y la administraci¨®n que ha repartido un n¨²mero. La loter¨ªa no cae muy repartida, sino muy restringida. Y la loter¨ªa no tapa agujeros. Que ese es el oficio de los enterradores. La loter¨ªa tapa los agujeros del Estado y los o¨ªdos de los telespectadores.
Mencionamos al enterrador y se nos aparece Montoro. El undertakerde una pel¨ªcula del Oeste. El tipo facineroso y desgarbado que aprovecha el estupor, los sentimientos y la fe milagrera ajenos para hacer caja. Caja dec¨ªamos. Y caja hace el 22 de diciembre, extorsionando a los poqu¨ªsimos premiados ¡ªpodr¨ªa tratarse de figurantes¡ª con un impuesto voraz, a?adido del 20%.
A?adido porque la loter¨ªa es en s¨ª mismo un mecanismo recaudatorio y una gran estafa piramidal que organiza el Estado y que envuelve el propio Estado en propaganda de la esperanza, la ilusi¨®n y superstici¨®n. Nos hace so?ar a los espa?oles como hac¨ªa so?ar a los vecinos de Villar del R¨ªo en la expectativa providencial de Mr. Marshall.
Hay que reconocer al Estado la honestidad de esta edici¨®n. Y la campa?a publicitaria. No lleva a equ¨ªvocos. La loter¨ªa necesita un est¨ªmulo sobrenatural para hacerse carne. No toca la loter¨ªa, pero hay que fingir que lo hace. La loter¨ªa degenera pues en un juego cruel e inmoral. Un cuento de Navidad.
Porque un cuento es el placebo de la loter¨ªa. El Estado lo inculca, lo receta, lo impone, desde una posici¨®n de abuso cultural, institucional, publicitario. Y fomenta la religi¨®n de la ludopat¨ªa en un pueblo particularmente cr¨¦dulo y milagrero, hasta el extremo de que el remedio a la decepci¨®n de otro a?o sin recompensa ¡ªla pedrea y el reintegro equivalen a la anorgasmia, a un premio de consolaci¨®n vacuo¡ª es la confianza ciega en la loter¨ªa del ni?o.
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