No me complazcas
Es necesario acabar con el aparato asfixiante creado por el independentismo en Catalu?a
No me complazcas, no me mientas, no hables por hablar¡±, era el sabio consejo que daba Silvio Rodr¨ªguez, de la Nueva Trova Cubana, a los amantes que escuchaban sus excelentes grabaciones a principios de los a?os ochenta. Unos consejos que, evidentemente, no fueron seguidos por los gobernantes espa?oles de esos a?os y los que continuaron.
El resultado se ha podido ver en varias ocasiones en Barcelona estos d¨ªas: cientos de miles de personas gritando consignas separatistas en las calles, y otros cientos de miles gritando consignas unionistas.
Esta vez no ha habido discrepancia, al menos en una cosa: en Catalu?a hay dos comunidades. Y d¨ªgito arriba o d¨ªgito abajo, el pa¨ªs est¨¢ dividido al cincuenta por ciento entre la secesi¨®n o la permanencia dentro de Espa?a.
Y hay varios aspectos de esta realidad secesionista que a los espa?oles en general les han dejado pasmados. Desde luego, la amplitud del fen¨®meno. Pero, adem¨¢s, su profundidad. Los manifestantes hac¨ªan gala de un desprecio o a veces un odio extremo hacia Espa?a y todo lo que la representa, que no era imaginable salvo para quienes son asiduos a los partidos del Bar?a en el Camp Nou.
El resultado es chocante para muchos espa?oles, pero no lo es para los que llevan a?os viendo crecer a la bicha en Catalu?a, viendo c¨®mo en la universidad se llama fachas a los j¨®venes que se atreven a aplaudir a la selecci¨®n de f¨²tbol, o c¨®mo se niegan becas de investigaci¨®n en Biolog¨ªa Molecular porque no se da el nivel suficiente en catal¨¢n, o c¨®mo se tilda de botiflers (traidores) a los periodistas que cuentan las esquinas de la verdad¡
Los catalanes que se sienten espa?oles no se han sorprendido con la extensi¨®n del fen¨®meno, sino por la magnitud del que ellos representan: son muchos y ahora, despu¨¦s del final de la pesadilla de Puigdemont y el soplo de ventilaci¨®n que Societat Civil Catalana les ha dado, pueden hacerse valer en unas elecciones que les aventuran como fuerza decisiva.
El asunto est¨¢ a la vez m¨¢s claro que nunca pero tambi¨¦n m¨¢s dif¨ªcil de solucionar, porque los partidos pol¨ªticos tienen que tener en cuenta una realidad que es nueva en su forma de manifestarse: el cincuenta y algo m¨¢s por ciento que los separatistas han despreciado y humillado, aparece como un p¨²blico que votar¨¢, como es natural, a las opciones que mejor les representen. Mientras, los separatistas tendr¨¢n que ofrecer a su clientela, que suman el otro cincuenta, un programa sin ambig¨¹edades que les conduzca en un plazo m¨¢s o menos dilatado, a la independencia.
La clave, la soluci¨®n, la pueden dar s¨®lo opciones pol¨ªticas que tengan alg¨²n predicamento en los ¡°bordes¡± de los dos lados. ?Existe ese espacio? Miquel Iceta, al frente del PSC, piensa que si. En el lado soberanista no parece haber nadie que vea algo similar. Quiz¨¢ Santi Vila¡ Porque, desde la autoproclamada izquierda, Podemos ha dejado de ser una opci¨®n cre¨ªble para los unionistas.
En Catalu?a hay ya dos comunidades diferenciadas. Una de ellas ha hecho un uso ostentoso, obsceno, del poder. La Educaci¨®n en la escuela p¨²blica y la informaci¨®n en TV3, tan manipulada como TVE, han sido usadas hasta la extenuaci¨®n. Para alcanzar y consolidar una mayor¨ªa cultural y pol¨ªtica, los separatistas han utilizado sin tasa su poder. Arropado, adem¨¢s, por el placentero b¨¢lsamo del victimismo.
El 21-D empieza una larga competici¨®n por ver cu¨¢l de las dos grandes opciones se va a llevar el gato al agua.
Cualquier dirigente pol¨ªtico desear¨ªa que su propuesta est¨¦ libre de connotaciones autoritarias o represivas. Pero justamente por eso, se debe expl¨ªcitamente liquidar todo el aparato asfixiante que se ha ido creando durante a?os a mayor gloria del independentismo y su versi¨®n m¨¢s falseada de la historia o de la actualidad. Nadie medianamente sensato puede querer para sus hijos un profesor de Historia que se sorprenda al escuchar que Madrid fue bombardeada por Franco durante la Guerra Civil.
Las dos comunidades pueden volver a ser una s¨®lo si siguen los consejos que daba el trovador cubano a los amantes: no me complazcas, no me mientas, no hables por hablar. O sea, dime la verdad, aunque no sea agradable, y no pretendas actuar como si yo no existiera.
Nadie, ni siquiera el m¨¢s chalado dirigente de la CUP, puede querer que Barcelona se convierta en Belfast. Creo yo.
Jorge M. Reverte es escritor.
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