La esfera p¨²blica ya no es lo que era
En menos de 25 a?os, hemos pasado de la utop¨ªa del Internet libertario a una red privatizada y dise?ada para beneficiar a un pu?ado de grandes tecnol¨®gicas. El resultado es que ahora la informaci¨®n se halla m¨¢s centralizada que nunca
Un estudio reciente del Reuters Institute for the Study of Journalism de la Universidad de Oxford llegaba a una sorprendente y reveladora conclusi¨®n sobre la configuraci¨®n de la opini¨®n y los flujos de informaci¨®n en la esfera p¨²blica de 2017. M¨¢s de la mitad de la ciudadan¨ªa se informa ya a trav¨¦s de redes sociales. Y de esa mitad, m¨¢s del 50% no recuerda correctamente las fuentes de la informaci¨®n (el estudio se titula I saw the news on Facebook). En otras palabras, pierden relevancia y autoridad las fuentes al tiempo que se aplanan las jerarqu¨ªas. En la esfera p¨²blica ultrar¨¢pida y con m¨¢s informaci¨®n que nunca ¡ªque no mejor informada¡ª del siglo XXI, para muchos, una noticia pescada al vuelo en una red social tiene la misma legitimidad que el trabajo serio de una investigaci¨®n period¨ªstica rigurosa.
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Estamos, por tanto, ante una grave erosi¨®n no solo de la legitimidad y el ordenamiento informativo que han aportado a la discusi¨®n p¨²blica los medios de comunicaci¨®n, sino tambi¨¦n ante un problema epistemol¨®gico de primer orden. La famosa sentencia de Friedrich Nietzsche ¡°no hay hechos, solo interpretaciones¡±, cobra nuevos significados. De la subjetividad filos¨®fica de la interpretaci¨®n individual a la que se refer¨ªa el fil¨®sofo damos paso a nuevas formas de subjetivaci¨®n colectiva que difuminan y empobrecen los espacios de discusi¨®n y entendimiento p¨²blicos. Se achican esos espacios y se vuelven diques ideol¨®gicos gobernados por los resortes emocionales de las interpretaciones y la claustrofobia de las ¡°c¨¢maras de eco¡±.
Tres procesos pol¨ªticos recientes no se podr¨ªan entender sin analizar el papel de estas nuevas din¨¢micas en la esfera p¨²blica: el Brexit, la elecci¨®n de Donald Trump y el proc¨¦s en Catalu?a. Tres procesos de naturaleza pol¨ªtica muy distinta que comparten el desfondamiento de la esfera p¨²blica como espacio de discusi¨®n racional y entendimiento colectivo. O, como lo resumi¨® atinadamente M¨¢riam Mart¨ªnez-Bascu?¨¢n en estas p¨¢ginas: ¡°Lo que se ha roto es la conversaci¨®n p¨²blica¡, los bandos en liza habitan en realidades paralelas¡ encerrados en una verdad tir¨¢nica¡±.
Aunque las cifras del Reuters Institute se centran en Reino Unido, grosso modo, se pueden extrapolar a buena parte de las democracias occidentales que hab¨ªan conseguido establecer opiniones p¨²blicas vigorosas e informadas en el modelo Habermasiano (comunidad de ¡°personas privadas reunidas como un p¨²blico que articula las necesidades sociales con el Estado¡±).
Las fuentes pierden relevancia y autoridad al tiempo que se aplanan las jerarqu¨ªas
Ese espacio de deliberaci¨®n colectiva se enfrenta a una de las transformaciones m¨¢s significativas de su historia y amenaza la esencia misma de la gobernanza y las instituciones democr¨¢ticas. Las causas son complejas y vienen de tiempo atr¨¢s (en EE?UU, por ejemplo, el descr¨¦dito de los medios est¨¢ claramente documentado desde el caso Watergate, a principios de los setenta). Sin embargo, la adopci¨®n extendida de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y los servicios derivados de estas en la ¨²ltima d¨¦cada y media han acelerado claramente la tendencia (como dir¨ªa Enric Juliana: ¡°Fabricar solemnidad en tiempos de Internet no es f¨¢cil¡±).
Para constatarlo solo hace falta analizar el testimonio que ofrecieron en noviembre pasado tres grandes tecnol¨®gicas ¡ªTwitter, Facebook y Google¡ª al comit¨¦ de inteligencia del Congreso estadounidense. Facebook reconoci¨® por primera vez que a lo largo de la elecci¨®n presidencial de 2016, 126 millones de personas (m¨¢s de un tercio de la poblaci¨®n estadounidense) estuvieron expuestas a las fake news diseminadas mayoritariamente por intereses rusos. La compa?¨ªa dio a conocer tambi¨¦n por vez primera los contenidos de algunos de los miles de anuncios electorales producidos por la agencia paraestatal de propaganda rusa Internet Research Agency. Un nuevo tipo de publicidad electoral solo accesible por emisor y receptor que elude todas las regulaciones, est¨¢ndares de transparencia y mecanismos de rendici¨®n de cuentas electorales. Publicidades dise?adas para manipular segmentos clave de la opini¨®n p¨²blica y taladrar mensajes tipo los 350 millones de libras semanales que supuestamente se ahorrar¨ªa Reino Unido si ganaba la campa?a del Leave en el refer¨¦ndum o el ¡°no saldremos de la Uni¨®n Europea¡± de los independentistas catalanes.
Un breve par¨¦ntesis para contextualizar y desmitificar el recurso reflexivo utilizado por medios bienpensantes que creen no forman parte de estas din¨¢micas: el fact-checking o las pruebas de verificaci¨®n. No funcionan. Al menos no para disipar desinformaci¨®n e incentivar la rendici¨®n de cuentas. Estudio tras estudio demuestra que los intentos por clarificar este tipo de afirmaciones contribuyen principalmente a extender m¨¢s las falsedades, a reforzar los sesgos cognitivos y a endurecer todav¨ªa m¨¢s las posiciones en liza.
Se ha articulado un sistema econ¨®mico basado en la pormenorizada vigilancia de cada clic
Lo que nos lleva a un aspecto fundamental del cambio de modelo de esfera p¨²blica: la privatizaci¨®n ¡ªy comercializaci¨®n¡ª de la conversaci¨®n. En menos de 25 a?os hemos pasado de la utop¨ªa del Internet libertario de los a?os noventa y la primera d¨¦cada del nuevo siglo a una red privatizada y dise?ada como escaparate comercial para beneficiar los intereses de un pu?ado de grandes tecnol¨®gicas. Sistemas expresamente dise?ados para lucrar con la llamada ¡°econom¨ªa de la atenci¨®n¡± a trav¨¦s de una selecci¨®n sesgada que intencionalmente apela a los extremos del discurso pol¨ªtico. Una conversaci¨®n ¡°p¨²blica¡± ir¨®nicamente mantenida dentro y reglada por plataformas tecnol¨®gicas privadas (uwalled gardens se les llama en el mundo del software). El famoso ¡°el medio es el mensaje¡± (1964), de McLuhan, llevado a su apoteosis.
Seg¨²n el Interactive Advertising Bureau, en 2016 el 99% del crecimiento de la publicidad digital se lo repartieron Facebook y Google en exclusiva. Dejando solo migajas para los medios propiamente informativos. La celebrada desintermediaci¨®n de la informaci¨®n de hace una d¨¦cada convertida hoy en esfera p¨²blica intervenida, m¨¢s centralizada que nunca. La punta del iceberg de un fen¨®meno que algunos analistas llaman surveillance capitalism (capitalismo de la vigilancia). La articulaci¨®n de un sistema econ¨®mico basado en la vigilancia pormenorizada de cada clic, movimiento f¨ªsico, padecimiento, influencia ideol¨®gica, amistad, etc¨¦tera. Todo monitorizado al instante y al servicio de los intereses comerciales de este nuevo ecosistema digital.
En un art¨ªculo reciente para Vox.com, David Roberts, el primero en utilizar el t¨¦rmino posverdad (en 2010, en el contexto de los diferentes intentos por desacreditar investigaciones cient¨ªficas sobre el cambio clim¨¢tico), llegaba a la conclusi¨®n de que entramos en la era de las ¡°epistemolog¨ªas tribales¡±. Realidades cognitivas e informativas paralelas que no se comunican entre s¨ª y que intervienen en el debate pol¨ªtico motivadas por su propia versi¨®n de los hechos. Es decir, la ant¨ªtesis de ese espacio de conversaci¨®n y entendimiento colectivo llamado esfera p¨²blica que homologaba la realidad y que resulta imprescindible para sostener el edificio democr¨¢tico.
Diego Beas es analista pol¨ªtico. Es autor del libro La reinvenci¨®n de la pol¨ªtica (Pen¨ªnsula).
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