Astuto, intuitivo, valiente y popular
Sus 36 a?os de reinado constitucional convierten al rey Juan Carlos I en una figura de primer orden
La peripecia pol¨ªtica del rey Juan Carlos ha sido bien especial. Naci¨® en el exilio cuando su pa¨ªs estaba en plena guerra civil y a?os m¨¢s tarde, siendo adolescente, pas¨® a residir en Espa?a para realizar sus estudios. Casado en 1962 con una princesa griega, tuvo un papel pol¨ªtico indeterminado y gris hasta que en 1969 Franco lo design¨® como sucesor. En aquellos a?os, nadie confiaba en que aquel Pr¨ªncipe, de desdibujada personalidad y servil con el dictador, que hab¨ªa aceptado la sucesi¨®n contra la voluntad de su padre, fuera partidario de una salida democr¨¢tica al franquismo.
Pero Franco muere en 1975 y de inmediato las cosas empiezan a cambiar. El sucesor de Franco se convierte, inesperadamente, en el motor del cambio y, junto al pueblo, en su principal protagonista. Aunque accede al trono jurando las Leyes Fundamentales, ya utiliza en su primer mensaje como Rey un lenguaje nuevo que entre l¨ªneas insin¨²a la marcha hacia la democracia. La estrategia era tan sorprendente como sutil. Con la designaci¨®n de Adolfo Su¨¢rez todo se acelera y se inicia la verdadera Transici¨®n, cuya pieza jur¨ªdica esencial es la Ley para la Reforma Pol¨ªtica. La dictadura queda desarmada, la sociedad expresa abiertamente sus aspiraciones democr¨¢ticas y comienza una fase de apertura que culminar¨¢ con unas elecciones a Cortes constituyentes en 1977.
Con la entrada en vigor de la Constituci¨®n a fines de 1978 puede decirse que la labor de don Juan Carlos como motor del cambio ha culminado: Espa?a ha pasado de una dictadura a una democracia, ha entrado en el gran club de los pa¨ªses occidentales y pronto ser¨¢ un miembro m¨¢s de la Comunidad Europea. Primero aguant¨® su triste papel de Pr¨ªncipe para ser durante unos meses el Rey del franquismo y desarticular sus instituciones, convertirse en el Rey de la Transici¨®n y, finalmente, tras la Constituci¨®n, pasar a ser definitivamente el Rey de una democracia parlamentaria. Una misma persona, y tres monarcas de muy distinta naturaleza pol¨ªtica, con una ¨²nica obsesi¨®n: conducir a Espa?a hacia una democracia y, alcanzado este objetivo, estabilizarla cara al futuro.
Don Juan Carlos ha sido un rey astuto, intuitivo, valiente y popular. Sus 36 a?os de reinado constitucional le convirtieron en una figura internacional de primer orden y, junto a Isabel II de Inglaterra, en el decano de los grandes jefes de Estado mundiales. Sus ¨²ltimos a?os se vieron turbados por su exceso de confianza en un yerno desleal, al que se a?adieron otros episodios menores, pero desafortunados, de su vida privada. Su decisi¨®n de abdicar, convencido de que su sucesor estar¨ªa a la altura de los tiempos, como ya se ha demostrado, realza su reconocimiento como el mejor Rey de Espa?a desde Carlos III.