Monarqu¨ªa, consenso y democracia
El rey Juan Carlos I utiliz¨® un estilo muy personal en la manera de ejercer su 'auctoritas'
¡°A m¨ª el que me importa es ese ni?o¡±. No resulta f¨¢cil interpretar estas palabras sobre Juan Carlos de Borb¨®n escritas por Indalecio Prieto en 1949, cuando el nieto de Alfonso XIII ten¨ªa once a?os y el l¨ªder socialista a¨²n no se hab¨ªa recuperado del fiasco que supuso el pacto de San Juan de Luz entre mon¨¢rquicos y socialistas, firmado por ¨¦l en nombre del PSOE. Su preocupaci¨®n por el futuro Rey de Espa?a pod¨ªa deberse a razones sentimentales, a las que tan dado era el viejo Prieto, conmovido por la suerte de un ni?o utilizado como moneda de cambio en las relaciones entre Franco y su padre, don Juan de Borb¨®n. O tal vez atisb¨® en ¨¦l un protagonismo hist¨®rico que nadie entonces pod¨ªa imaginar, ni siquiera aquellos dirigentes socialistas cada vez m¨¢s inclinados a aceptar una soluci¨®n mon¨¢rquica al problema de Espa?a.
Parec¨ªa dif¨ªcil que democracia y monarqu¨ªa llegaran a confluir en un r¨¦gimen integrador que contara con ese ¡°asenso com¨²n¡± que, seg¨²n Manuel Aza?a, le hab¨ªa faltado a la Segunda Rep¨²blica. Es lo que desde la transici¨®n llamamos consenso, un concepto clave en nuestro vocabulario pol¨ªtico que tiene mucho que ver con la aportaci¨®n de Juan Carlos I a la vida p¨²blica espa?ola desde el comienzo de su reinado: ¡°Que todos entiendan con generosidad y altura de miras¡±, declar¨® al ser proclamado Rey, ¡°que nuestro futuro se basar¨¢ en un efectivo consenso de concordia nacional¡±. Hab¨ªa serias dudas, sin embargo, de que don Juan Carlos, un verdadero desconocido para la mayor¨ªa de los espa?oles, tuviera las condiciones necesarias para hacer de su reinado una experiencia hist¨®rica sin precedentes, demostrando que era posible conciliar monarqu¨ªa y soberan¨ªa popular y aunar estabilidad democr¨¢tica y progreso social.
Fue una obra colectiva, en la que tuvo un papel destacado la generaci¨®n del rey ¡ªdesde Adolfo Su¨¢rez hasta Felipe Gonz¨¢lez¡ª, nacida en torno a la Guerra Civil, pero a la que Juan Carlos I contribuy¨® decisivamente con un estilo muy personal en la manera de ejercer su auctoritas, una mezcla de intuici¨®n pol¨ªtica, voluntad integradora y, en momentos clave, don de mando. Sobre estas tres cualidades construy¨® un liderazgo sutil, pero efectivo, ejercido desde 1978 en el marco de la Constituci¨®n y siempre subordinado a la autoridad del poder ejecutivo, expresi¨®n de la soberan¨ªa nacional. Adolfo Su¨¢rez dio testimonio de ello al evocar en cierta ocasi¨®n un episodio vivido por ¨¦l en La Zarzuela en su etapa de presidente del Gobierno. Un d¨ªa, mientras despachaba con el Rey, entr¨® el pr¨ªncipe Felipe sin llamar a la puerta. Su padre le orden¨® salir del despacho, llamar y, ¡°si el presidente Su¨¢rez te lo permite¡±, volver a entrar. Aquel d¨ªa, seg¨²n Su¨¢rez, don Felipe aprendi¨® ¡°la gran lecci¨®n de respeto institucional que el Rey le hab¨ªa impartido¡±.
Desterrar el borboneo y sustituirlo por un liderazgo discreto al servicio de la democracia fue una de sus grandes aportaciones a la refundaci¨®n de la Monarqu¨ªa, que adquiri¨® durante su reinado un particular sentido meritocr¨¢tico. En un pa¨ªs con pocos mon¨¢rquicos incondicionales ¡ªFranco lleg¨® a decirle a uno de ellos que eran ¡°cuatro gatos¡±¡ª, no bastaba con invocar ¡°el sufragio universal de los siglos¡±, como hizo el tradicionalista V¨¢zquez de Mella en el siglo XIX para justificar la instituci¨®n. Hac¨ªa falta el sufragio de verdad, expresado en las urnas el 6 de diciembre de 1978 al someterse a refer¨¦ndum una Constituci¨®n democr¨¢tica que consagraba la Monarqu¨ªa como forma de gobierno. Era un hecho sin precedentes, pues ni la Constituci¨®n republicana de 1931 ni la propia Rep¨²blica ¡ªno digamos las Constituciones anteriores¡ª fueron refrendadas por el pueblo. Pero esa legitimidad de origen ligada al refer¨¦ndum de 1978 deb¨ªa completarse con una legitimidad de ejercicio ganada d¨ªa a d¨ªa en el desempe?o de sus funciones constitucionales. Una de ellas, la jefatura de las Fuerzas Armadas, result¨® decisiva para frustrar la intentona golpista del 23-F, tal como el propio monarca pudo comprobar durante aquellas horas al ponerse en contacto con los mandos militares m¨¢s proclives al golpe: ¡°Se?or, yo har¨¦ lo que me ordene¡±, le dijo uno de ellos; ¡°pero ?qu¨¦ ocasi¨®n estamos perdiendo!¡±.
Para muchos, era el Rey quien invest¨ªa de carisma a la instituci¨®n
El 23-F hizo del juancarlismo uno de los mitos fundacionales de la transici¨®n democr¨¢tica, aunque su origen se remontara a las elecciones de 1977. ¡°La democracia ha comenzado¡±, declar¨® el Rey al inaugurar como ¡°monarca constitucional¡± ¡ªtales fueron sus palabras¡ª las Cortes Constituyentes elegidas el 15-J en un acto cargado de solemnidad que la diputada comunista Dolores Ib¨¢rruri calific¨® de ¡°maravilloso¡± ante los periodistas que recabaron su opini¨®n. El apoyo del Rey al proceso constituyente, su defensa de la reconciliaci¨®n nacional y su apuesta por el consenso como forma de alcanzar una democracia estable y duradera le valieron un amplio reconocimiento social que se tradujo en una creciente aceptaci¨®n de la Monarqu¨ªa en un pa¨ªs, pese a todo, con m¨¢s juancarlistas que mon¨¢rquicos. Para muchos espa?oles, era el Rey quien invest¨ªa de carisma a la instituci¨®n que encarnaba, y no al rev¨¦s.
Una vez consolidada la democracia tras la ¡°prueba de esfuerzo¡± del 23-F y la victoria del PSOE en 1982, su reinado entr¨® en una larga etapa de normalizaci¨®n en la que la Corona brill¨® principalmente por la contribuci¨®n del monarca a la proyecci¨®n exterior de Espa?a. Este fue un aspecto clave de su papel institucional, como demuestra el hecho de que durante su mandato visitara m¨¢s de cien pa¨ªses, a una media de seis viajes por a?o, seg¨²n el informe Espa?a y las otras Monarqu¨ªas parlamentarias del siglo XXI, elaborado por el C¨ªrculo C¨ªvico de Opini¨®n. Pero las crisis pol¨ªticas y econ¨®micas que se sucedieron desde los a?os noventa acabaron afectando a su figura, tanto en la fase final del gobierno de Felipe Gonz¨¢lez como en la ¨²ltima crisis econ¨®mica, que desencaden¨® una desafecci¨®n sin precedentes, con un fuerte componente generacional, a las instituciones surgidas de la transici¨®n democr¨¢tica.
Con el tiempo, el juancarlismo, en lo que ten¨ªa de culto a la personalidad del monarca y de protecci¨®n excesiva de su figura, se acab¨® volviendo contra ¨¦l. Si en el pasado se hab¨ªan magnificado sus indudables virtudes p¨²blicas, el fin del hechizo trajo consigo una sobreexposici¨®n de los errores cometidos en su vida privada. Que su abdicaci¨®n se produjera en pleno declive de su imagen p¨²blica no debe condicionar, sin embargo, el balance global de su reinado a partir de una comparaci¨®n entre la Espa?a que encontr¨® en 1975 y la que dej¨® al renunciar al trono treinta y nueve a?os despu¨¦s.
Juan Francisco Fuentes es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Complutense de Madrid y coautor del libro Rey de la democracia (Galaxia Gutenberg).