El misterio de Canfranc: nazis, esp¨ªas y oro
Muchas leyendas se ciernen sobre este municipio de Huesca en la frontera con Francia: nazis, oro y una gran red de esp¨ªas que se teji¨® en torno a su estaci¨®n internacional. Medio siglo despu¨¦s de su cierre, el pueblo conserva la esperanza de volver a verla en marcha.
CANFRANC SE VE blanco, se siente fr¨ªo, sabe a sopa de ajo, suena a cuervos y huele a le?a. Se levanta en un estrecho valle de la comarca de La Jacetania, Huesca, y distribuye sus algo m¨¢s de 500 habitantes en torno a una calle principal que corta por su mitad una estaci¨®n de tren de estilo modernista. La inaugur¨® Alfonso XIII en 1928 y vio partir su ¨²ltimo vag¨®n en 1970. Su historia es breve, pero por ella el pueblo se ha construido un nombre. Durante la II Guerra Mundial, Espa?a enviaba por sus railes wolframio y pirita para blindar el armamento nazi. Y Alemania correspond¨ªa con oro y joyas. En torno a ella se fragu¨® tambi¨¦n una importante red de esp¨ªas que trataba de debilitar el poder nazi y por sus alrededores entraron a Espa?a jud¨ªos fugitivos de la Europa ocupada.
Durante la II Guerra Mundial, Espa?a envi¨® wolframio para blindar el armamento nazi. Alemania correspondi¨® con oro
Pero ese traj¨ªn b¨¦lico se esfum¨® hace casi medio siglo. En invierno, solo se ven grupos de turistas que juegan con la nieve y las estalactitas que se forjan en los tejados. La gran mayor¨ªa viene a esquiar a las pistas de Ast¨²n o Candanch¨² y, si no fuera por ellos, las calles se ver¨ªan vac¨ªas. Sorprende la vida de este pueblo remoto que corri¨® el peligro de quedar abandonado al cerrar la ?estaci¨®n, pero al que ahora no le ?faltan servicios. Oferta una decena de hoteles, albergues y hostales, otros tantos restaurantes, dos estancos, un par de tiendas de material de esqu¨ª, lavander¨ªa, cuatro cajeros en escasos metros¡ Cuenta tambi¨¦n con un ?colegio en el que estudian cerca de 20 ni?os, un gran pabell¨®n polideportivo y hasta un laboratorio cient¨ªfico ubicado en un t¨²nel ferroviario. Canfranc Estaci¨®n alberga ahora la mayor¨ªa de estos servicios. Canfranc Pueblo, el segundo n¨²cleo del mu?nicipio, a pocos kil¨®metros al sur, aloja a pocas decenas de habitantes y el cementerio, sobre el que recaen varias de las leyendas que sobrevuelan el municipio. Aqu¨ª, comentan los lugare?os, yacen enterrados en pac¨ªfica convivencia un jud¨ªo que intent¨® escapar por la frontera hispano-francesa y un general nazi. Pero en invierno es imposible ver m¨¢s que alguna cruz que sobresale por encima de la capa de nieve.
En Canfranc todo gira alrededor de los misterios de su estaci¨®n y ?permanece oculto hasta que se rasca la superficie. Nadie dice conservar recuerdos materiales. Tampoco Mar¨ªa Jos¨¦ Gazapo, de 73 a?os, que lleg¨® al pueblo en 1963 porque el ?hotel de la estaci¨®n necesitaba cocinera. Lo que s¨ª tiene, deja caer, es una foto de joven en el cambio de v¨ªas. Solo eso. Su casa se ve al fondo de una callejuela que se escinde de la principal. Pepita, como la conocen en el pueblo, ense?a la instant¨¢nea y se?ala primero el suelo de baldosas verde pistacho que pisa y despu¨¦s el techo de su vivienda. ¡°Son de la ?estaci¨®n. El constructor us¨® material que qued¨® abandonado para las casas que levant¨®. Igual que las molduras¡±. A punto de despedir a sus invitados, Pepita se acuerda de algo y sube a la buhardilla. Ella no le da importancia, pero aqu¨ª guarda un tesoro. En ese espacio de pocos metros custodia decenas de baldosas que en su d¨ªa pertenecieron al edificio, un saco de correos de 1935 con la bandera republicana, una cubitera que, asegura, perteneci¨® al m¨ªtico restaurante La Fonda de Marraco (punto de encuentro de esp¨ªas y soldados durante la II Guerra Mundial), l¨¢mparas de aceite, m¨¢s molduras¡ ¡°Todo esto lo dej¨® aqu¨ª el constructor¡±. Pepita ha informado al alcalde por si esos restos sirvieran en una futura restauraci¨®n. Pero se muestra recelosa.
¡°La estaci¨®n de Canfranc solo tiene visitable el ¡®hall¡¯, y aun as¨ª cerca de 40.000 personas acuden al a?o a verlo¡±
La gente del pueblo parece tener cierto temor a contar de m¨¢s. La historia de la estaci¨®n siempre se ha sabido en el pueblo, pero fue en 2000 cuando un ciudadano franc¨¦s encontr¨® all¨ª abandonados los documentos que probaban el paso, entre 1942 y 1943, de 86 toneladas de oro nazi robado a los jud¨ªos, destinadas en su mayor parte a Portugal. Se empez¨® a mencionar a Albert Le Lay, el jefe de la Aduana francesa en Canfranc, miembro de la Resistencia, que facilit¨® la entrada a Espa?a de cientos de refugiados, muchos de ellos jud¨ªos, mientras simulaba colaborar con los nazis. ¡°Por entonces al oro no le d¨¢bamos importancia. Toda la repercusi¨®n que ha tenido vino despu¨¦s¡±. Lo recuerda Juli¨¢n Herrezuelo, de 93 a?os, hijo de guardia civil destinado en la estaci¨®n. Para los vecinos ten¨ªa entonces m¨¢s inter¨¦s la comida que pasaba en los vagones de un pa¨ªs a otro. ¡°Mi padre dec¨ªa que los de Canfranc eran capaces de quitarle las herraduras a un caballo corriendo. Yo recuerdo ir a las v¨ªas y salir con los bolsillos cargados de latas de sardinas¡ La pi?a era buen¨ªsima. Lo ten¨ªa que dejar todo en la primera habitaci¨®n de casa para que lo recogiera mi madre sin que ¨¦l se enterara¡±. Herrezuelo pasea por la estaci¨®n y cada cosa que ve despierta su memoria. ¡°Este trozo de barandilla qued¨® hecho a?icos cuando unos chavales que jugaban por aqu¨ª lo movieron¡±. A Herrezuelo le acompa?a ?ngel S¨¢nchez, que, a pesar de la nieve, ha salido de casa con un fino forro polar y mocasines: ¡°Ven¨ªamos aqu¨ª de ni?os a jugar porque era el ¨²nico lugar caliente¡±. De acogedor no conserva nada el edificio. Es un lugar fr¨ªo que ¨²nicamente tiene visitable la entrada, y aun as¨ª cerca de 40.000 personas acuden al a?o a verlo. Solo en el puente de la Inmaculada recibi¨® 1.500 visitantes.
Sobre Canfranc se articulan ahora varios proyectos que buscan recuperar el esplendor perdido. Por un lado, la reapertura del tr¨¢fico ferroviario transnacional, que acaba de contar con un importante impulso al recibir de la Uni¨®n Europea una subvenci¨®n de 7,5 millones de euros destinada al proyecto constructivo. En verano de 2018, explica Jos¨¦ Luis Soro, consejero de Vertebraci¨®n del Territorio, Movilidad y Vivienda del Gobierno de Arag¨®n, empezar¨¢n las obras para construir la nueva estaci¨®n y playa de v¨ªas: ¡°El c¨¢lculo realista es recuperar Canfranc para 2021¡±. De forma paralela, la comunidad aut¨®noma pretende restaurar todas las instalaciones asociadas al ferrocarril. ¡°Los proyectos que hubo en los a?os noventa consist¨ªan en mantener el edificio principal, que es bien de inter¨¦s cultural, y derruir el resto para construir muchas viviendas. El plan actual se basa en conservarlo todo. Hay que reformar lo que hay, llenarlo de vida y usos ciudadanos¡±, a?ade Soro. Lo que ahora son ruinas llenas de escombros albergar¨ªan hoteles, restaurantes, viviendas y hasta un museo del ferrocarril, aprovechando los pabellones abandonados. La guinda de los planes de rehabilitaci¨®n es un centro de acogida de peregrinos para impulsar el Camino de Santiago a su paso por Arag¨®n. ¡°Estamos en un momento esperanzador. Por fin vemos que los proyectos salen¡±, dice el consejero.
¡°El edificio no lo crearon para programar visitas guiadas. En el pueblo estamos deseando
su reapertura¡±
Soro se muestra optimista y la ilusi¨®n se extiende a los lugare?os. Han visto muchos proyectos desmoronarse por falta de financiaci¨®n, pero el apoyo europeo y las labores de limpieza de las v¨ªas en la zona francesa les han dado ¨¢nimos. ¡°Lo que queremos es que se haga algo y se haga ya. La estaci¨®n no la crearon para hacer visitas guiadas, no queremos que se pierda el ferrocarril, as¨ª que estamos deseando su reapertura¡±. Habla Elisa Torrecillas, empleada de la oficina de turismo. El tren internacional ya no circulaba cuando ella naci¨®, pero ha escuchado las historias de los m¨¢s veteranos y comparte con ellos la esperanza de verlo de nuevo sobre las v¨ªas.?
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