Marca Espa?a
Estamos buscando el prestigio de las acciones de todo un pa¨ªs usando una en teor¨ªa limpia acci¨®n de calidad, que incluye la transparencia en los contratos conseguidos por las empresas espa?olas en el exterior
La sentencia ha sido, al menos seg¨²n el expresident?Artur Mas, especialmente dura. De modo que el partido que este se?or dirigi¨®, que se llamaba en espa?ol Convergencia Democr¨¢tica de Catalu?a, ha sido condenado a pagar 6,6 millones de euros a modo de reparaci¨®n por lo que se llev¨® crudo.
Desde luego, el asunto del Palau, as¨ª llamado porque el centro de la cultura catalana fue el eje en torno al que giraron casi todas las conductas repugnantes del asunto, ha conseguido convertirse en ejemplar por razones muy diversas.
La primera, que ya conoc¨ªamos por el ¡°ni de Flick ni de Flock¡± de los socialistas, es que no hay corrupci¨®n mejor que otra: la de los partidos pol¨ªticos conduce a la de los pol¨ªticos.
La segunda, la de la titularidad de la afrenta. Artur Mas ha intentado, al parecer, librar a su partido, el PDeCAT, de deudas con la ciudadan¨ªa cambi¨¢ndole de nombre a la cosa. Una maniobra genial, ?no? Viene a casa el inspector de Hacienda y le dice el mayordomo: ¡°No, el se?or ahora se llama Oriol¡±. Y ya est¨¢, se queda libre de pufos.
Y la tercera, que podr¨ªa ser la decimosegunda, por ejemplo: se puede tranquilizar al corruptor, es decir, al que ha puesto el dinero, jugando con los tiempos de la justicia. El honor quedar¨¢ restablecido al final de ese plazo. Los delitos cometidos por las empresas que gastan el dinero en comprar voluntades quedar¨¢n lavados gracias al tiempo peculiar de la justicia espa?ola. Los ejecutivos que firmaron contratos a cambio de dinero quedar¨¢n limpios. Y en la p¨¢gina web de las compa?¨ªas corruptoras ni siquiera habr¨¢ que mostrar arrepentimiento.
Marca Espa?a. Estamos buscando el prestigio de las acciones de todo un pa¨ªs usando una en teor¨ªa limpia acci¨®n de calidad, que incluye la transparencia en los contratos conseguidos por las empresas espa?olas en el exterior. Cabe preguntarse si las empresas espa?olas han sido las mejores o las que mejor han sabido corromper.
Una gran parte de los espa?oles quisi¨¦ramos creer a pies juntillas en la decencia de nuestras empresas.
Y, si no, que nos muestren las ventajas colectivas que la corrupci¨®n puede traernos. Porque semejante grado de inacci¨®n tiene que tener alg¨²n beneficio social. En caso contrario, habr¨ªa iniciativas legislativas o acciones terminantes de los Gobiernos, central o locales, ?no?
La gente no es idiota, aunque a veces lo parezca. ?C¨®mo es posible que los corruptos jueguen siempre con el viento a favor?
La empresa que paga la corrupci¨®n presume en su web.
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