El florentinismo catal¨¢n
Como en Catalu?a, lo m¨¢s valioso de la Florencia renacentista no es pol¨ªtico, sino el arte
Catalu?a ha resultado ser tan ingobernable como las ciudades-rep¨²blica del Renacimiento italiano. Como en aquellas, han ido creciendo el n¨²mero de partidos y facciones, la volatilidad electoral, las coaliciones cambiantes, la polarizaci¨®n entre nativos y forasteros y la inestabilidad pol¨ªtica. La variedad y el pluralismo no han producido un mestizaje o una fusi¨®n enriquecedora, como la t¨ªpica escudella, seg¨²n se proyectaba con optimismo hace algunas d¨¦cadas, sino m¨¢s bien unos comistrajos. Las ciudades renacentistas italianas buscaron protecci¨®n en el Sacro Imperio Romano Germ¨¢nico, que era algo as¨ª como el equivalente de la actual Uni¨®n Europea, pero estuvieron siempre asediadas por poderes m¨¢s grandes. As¨ª le ocurrir¨ªa ahora tambi¨¦n a la proclamada ¡°Rep¨²blica Catalana¡±, que ni siquiera ha llegado a nacer.
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Desde finales del siglo XIII y durante un per¨ªodo de m¨¢s de doscientos a?os, hubo tres rep¨²blicas en Florencia. Pero cada una fue m¨¢s breve que la anterior, ya que una serie de duques de la dinast¨ªa M¨¦dici iban doblegando y acabaron suprimiendo las instituciones de autogobierno. A trav¨¦s de la pol¨ªtica italiana reciente, el ¡°florentinismo¡± se convirti¨® en una expresi¨®n com¨²n en las lenguas latinas como sin¨®nimo de maniobrerismo a corto plazo y formaci¨®n de coaliciones variables y ef¨ªmeras. Dante, que hab¨ªa sido miembro del Consejo de la ciudad de Florencia en varias ocasiones, se hab¨ªa burlado, en la Divina Comedia, de las amargas disputas entre facciones, las animosidades personales y el impulso de destruir a los enemigos que mostraban sus convecinos.
Como algunos nacionalistas catalanes, tambi¨¦n se quej¨® de la imprevisibilidad introducida por los inmigrantes recientes (la gente nuova), capaces de desafiar al grupo gobernante tradicional. En Florencia, como en otros entornos urbanos modernos, las ¡°arengas¡± en la calle que tomaban decisiones por aclamaci¨®n no pudieron gestionar la complejidad de la sociedad, sino que sol¨ªan perderse en espect¨¢culos p¨²blicos, manifestaciones y celebraciones con un esteticismo parecido al de los coloristas desfiles, marchas y plebiscitos catalanistas. Dadas sus similitudes con el ¡°florentinismo¡±, tal vez el ambiguo vocablo ¡°catalanismo¡± tambi¨¦n se acabar¨¢ convirtiendo en un sin¨®nimo de permanente ensimismamiento en tirabuzones internos, ingobernabilidad e inestabilidad pol¨ªtica.
A pesar de los fracasos pol¨ªticos de la Florencia renacentista, cabe recordar dos productos intelectuales de la ¨¦poca. Por un lado, el fraile Girolamo Savonarola, l¨ªder de una facci¨®n radical, promovi¨® una fan¨¢tica campa?a contra la corrupci¨®n y profetiz¨® la gloria de la rep¨²blica por medio del puritanismo y la austeridad. Quiz¨¢ suene familiar. A su vez, Niccol¨° Machiavelli se mof¨® con buen motivo, en sus Historias florentinas, de la arrogancia de Savonarola por su incompetencia y falta de preparaci¨®n. En t¨¦rminos m¨¢s generales, advirti¨® juiciosamente que, aunque ¡°no puede haber base para una rep¨²blica sin desavenencias, se debe procurar al menos que no haya sectas ni partidismo¡±.
El ¡°florentinismo¡± se convirti¨® en un sin¨®nimo de maniobrerismo a corto plazo y formaci¨®n de coaliciones variables y ef¨ªmeras
Pero ¡ªcomo ahora¡ª tampoco entonces estas ideas fueron bien escuchadas. Tras perder su empleo de alto funcionario de la Rep¨²blica de Florencia y marcharse de la ciudad, Machiavelli acab¨® buscando el favor de los M¨¦dici mediante su famoso manual sat¨ªrico del dictador exitoso.
Lo que los visitantes ven en la Florencia actual quiz¨¢s pueda anticipar algunas caracter¨ªsticas de una Catalu?a futura. La capital de la peque?a Toscana sigue siendo un lugar tur¨ªstico muy popular para viajeros de todo el mundo. Pero la magn¨ªfica c¨¢mara del parlamento, el Gran Consejo, es ahora solo una sala de museo. La tumba de Dante no est¨¢ en la ciudad. Del esp¨ªritu fan¨¢tico de Savonarola no queda nada. Los gu¨ªas tur¨ªsticos suelen pasar de largo ante la oficina de Machiavelli en el Palacio de la Se?or¨ªa.
No cabe duda que el legado m¨¢s espectacular y valioso de la Florencia renacentista no es pol¨ªtico, sino ¡ªcomo en Catalu?a¡ª las obras de los arquitectos locales y los pintores de fama mundial. El arte triunfa en las antiguas oficinas p¨²blicas (Uffizi), hoy inservibles para su uso original. La plaza principal, llena de turistas, est¨¢ presidida por una estatua a caballo que conmemora a Cosimo I M¨¦dici, el primero de la serie que anul¨® el autogobierno.
Josep M. Colomer, polit¨®logo y economista, es autor del manual Ciencia de la pol¨ªtica (Ariel).
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