De Pyongyang a Pyeongchang
La incipiente distensi¨®n entre ambas Coreas con motivo de los JJ OO debe ser bienvenida y apoyada a nivel internacional
?¡°Lo m¨¢s importante no es ganar, sino participar¡±. Esta recurrente frase ¡ªque pertenece ya al patrimonio popular¡ª se atribuye a Pierre de Coubertin, el fundador de los Juegos Ol¨ªmpicos modernos. Con motivo de las olimpiadas de invierno que acoger¨¢ la ciudad surcoreana de Pyeongchang dentro de unos d¨ªas, la frase ha adquirido una renovada vigencia: las dos Coreas han aparcado sus diferencias y han acordado que una delegaci¨®n norcoreana participe en los Juegos.?
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Separar pol¨ªtica y deporte no solo es imposible, sino que tal vez no sea siquiera deseable. Entre los objetivos del olimpismo figura el de poner el deporte al servicio de la paz y de la dignidad humana. Y es que no cabe duda de que el deporte puede desempe?ar un papel pol¨ªticamente constructivo a escala global. Recordemos, por ejemplo, el breve viaje que realiz¨® un jugador estadounidense en el autob¨²s del equipo chino durante los mundiales de ping-pong de Jap¨®n en 1971. Este c¨¦lebre encuentro fue origen de la llamada ¡°diplomacia del ping-pong¡±, que dio pie al acercamiento entre la China de Mao y los Estados Unidos de Nixon, uno de los episodios m¨¢s inesperados y trascendentales de la Guerra Fr¨ªa.
En 1991, de nuevo en unos mundiales de ping-pong albergados por Jap¨®n, las dos Coreas formaron un equipo conjunto que, contra todo pron¨®stico, termin¨® ganando el oro en la competici¨®n femenina. El compa?erismo que desarrollaron las jugadoras del Norte y las del Sur les permiti¨® imponerse en la final al temible combinado chino, ante el j¨²bilo de unos coreanos que por un instante se olvidaron de sus divisiones.
Poco antes, los JJ.OO. de Se¨²l ¡¯88 tambi¨¦n se hab¨ªan apuntado un tanto en el terreno pol¨ªtico. En 1987, un movimiento popular logr¨® que el r¨¦gimen militar de Chun Doo-hwan aceptase la celebraci¨®n de elecciones democr¨¢ticas en Corea del Sur. Sin las olimpiadas que estaban previstas para el a?o siguiente ¡ªy la consiguiente presi¨®n internacional a la que se vio sometido el r¨¦gimen¡ª es posible que esta transici¨®n no se hubiese producido, al menos en los mismos t¨¦rminos y con la misma rapidez. Este desenlace resulta todav¨ªa m¨¢s llamativo dado que Chun Doo-hwan hab¨ªa concebido la candidatura ol¨ªmpica como una oportunidad para mejorar su imagen dom¨¦stica y exterior.
Pero Se¨²l ¡¯88 tuvo tambi¨¦n una faceta negativa. Corea del Norte se sinti¨® agraviada por el respaldo que recibi¨® la candidatura del Sur y, al no conseguir pactar una f¨®rmula para compartir la olimpiadas, procedi¨® a boicotearlas. En el mismo a?o 1987 en el que se desmoron¨® la dictadura de Chun Doo Hwan, un avi¨®n de Korean Air sufri¨® un atentado atribuido a Pyongyang, que al parecer pretend¨ªa alterar las inminentes elecciones en Corea del Sur y disuadir a otros pa¨ªses de participar en las olimpiadas.
El riesgo de percances durante los Juegos se ha visto a¨²n m¨¢s reducido despu¨¦s de que las dos Coreas hayan acordado formar un equipo conjunto de hockey femenino
Finalmente, los Juegos tuvieron el efecto opuesto: la apertura definitiva de Corea del Sur y el aislamiento de Corea del Norte. Este aislamiento, acentuado tras el final de la Guerra Fr¨ªa, incit¨® a Pyongyang a avanzar por la senda del armamento nuclear. Por desgracia, el triunfo conjunto en los mundiales de ping-pong del ¡¯91 ¡ªal que nos refer¨ªamos con anterioridad¡ª no consigui¨® revertir el creciente distanciamiento entre las dos Coreas, qued¨¢ndose en una mera an¨¦cdota.
El boicot norcoreano a Se¨²l ¡¯88 no fue ni mucho menos ins¨®lito. Los JJ OO tienen una historia conflictiva plagada de boicots y, parad¨®jicamente, han servido incluso de plataforma para promover valores absolutamente contrarios al esp¨ªritu ol¨ªmpico, como hizo Adolf Hitler en Berl¨ªn ¡®36. George Orwell afirm¨® que el deporte ¡°es la guerra sin los tiros¡± y ¡°est¨¢ ligado al auge del nacionalismo, es decir, al lun¨¢tico h¨¢bito moderno de identificarse con unidades de poder m¨¢s grandes y verlo todo en t¨¦rminos de prestigio competitivo¡±. Aunque hayamos puesto en valor las virtudes del deporte en su vertiente sociopol¨ªtica, es evidente que Orwell no iba tan desencaminado.
Los v¨ªnculos entre deporte y nacionalismo quedaron patentes en Pek¨ªn ¡¯08. Al accidentado relevo de la antorcha ol¨ªmpica ¡ªmarcado en varios pa¨ªses por protestas en defensa del T¨ªbet y de los derechos humanos¡ª se sum¨® el incuestionable ¨¦xito organizativo y la victoria de China en el medallero, en un c¨®ctel que contribuy¨® a despertar el orgullo chino. Hoy en d¨ªa, este orgullo es uno de los principales activos del responsable pol¨ªtico de aquellos Juegos, que no fue otro que Xi Jinping. Por otra parte, las olimpiadas de invierno de Sochi ¡¯14 sirvieron para insuflar ox¨ªgeno al renqueante liderazgo de Vladimir Putin, que puso en marcha la intervenci¨®n militar en Crimea tres d¨ªas antes de la ceremonia de clausura. A la luz de este historial, merecer¨¢n especial atenci¨®n los JJ.OO. ¡ªesta vez de invierno¡ª que se celebrar¨¢n en Pek¨ªn en 2022, coincidiendo con el final del segundo mandato de Xi.
En la turbulenta pen¨ªnsula coreana, con dos pa¨ªses que todav¨ªa se encuentran formalmente en guerra, exist¨ªa un riesgo de que los JJ.OO. de Pyeongchang ¡®18 tuviesen tambi¨¦n un efecto inflamatorio. El precedente de Se¨²l ¡¯88 no era precisamente halag¨¹e?o. Tampoco lo era el de los mundiales de f¨²tbol del 2002 en Corea del Sur y Jap¨®n, en el que la formidable actuaci¨®n de los futbolistas surcoreanos se vio empa?ada por una batalla naval entre las dos Coreas. En la actual coyuntura, Corea del Sur tem¨ªa que Kim Jong-un aprovechase las olimpiadas para llevar a cabo uno de sus alardes armament¨ªsticos.
No obstante, la actitud conciliadora del nuevo presidente surcoreano Moon Jae-in obtuvo una respuesta positiva en el discurso de a?o nuevo de Kim. La incipiente distensi¨®n ¡ªincluyendo tanto el aplazamiento de los ejercicios militares coordinados de Estados Unidos y Corea del Sur como la participaci¨®n del Norte en los JJ.OO.¡ª debe ser bienvenida y apoyada a nivel internacional, por mucho que algunos consideren que Kim alberga motivaciones m¨¢s t¨¢cticas que estrat¨¦gicas. El riesgo de percances durante los Juegos se ha visto a¨²n m¨¢s reducido despu¨¦s de que las dos Coreas hayan acordado formar un equipo conjunto de hockey femenino, e incluso desfilar bajo una sola bandera.
Es cierto que este desfile conjunto se produjo ya tres veces en la pasada d¨¦cada sin que el gesto tuviese mayor recorrido, lo cual nos aconseja prudencia, y m¨¢s a¨²n al estar tratando con Kim. Sin embargo, no conviene caer en el pesimismo. El desaf¨ªo nuclear de Corea del Norte no podr¨¢ gestionarse sin recurrir a negociaciones, y puede que la v¨ªa que ha abierto Pyegonchang ¡¯18, justo 30 a?os despu¨¦s de las controvertidas olimpiadas de Se¨²l, sea la mejor de las oportunidades. Esperemos pues que el viaje de la delegaci¨®n norcoreana de Pyongyang a Pyeongchang sea pol¨ªticamente fruct¨ªfero, y que ¡°los Juegos de la paz¡± ¡ªtal y como los viene llamando Moon¡ª se recuerden m¨¢s por los beneficios de esta sonada participaci¨®n que por el orden final del medallero.
Javier Solana es distinguished fellow en la Brookings Institution y presidente de ESADEgeo, el Centro de Econom¨ªa y Geopol¨ªtica Global de ESADE.
Copyright: Project Syndicate, 2018.
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