Las maravillas de Egipto en 10 paradas
Un viaje apasionante, del interior de la Gran Pir¨¢mide a la cima del monte Sina¨ª
El tesoro de la Gran Pir¨¢mide
La experiencia de encontrarse en el coraz¨®n de la Gran Pir¨¢mide, construida por el fara¨®n Keops (o Juf¨²) hacia 2600 antes de Cristo (IV Dinast¨ªa) es alucinante y tambi¨¦n algo claustrof¨®bica: por el aire enrarecido y la aprensi¨®n de estar entre dos millones y medio de bloques de piedra, cada uno de m¨¢s de dos toneladas. Muchos de los turistas que se adentran en ella desconocen que el angosto agujero que hoy le sirve de puerta de acceso es en realidad un butr¨®n.
El butronero se llamaba Al Mam¨²n, califa de Bagdad en el siglo IX, que esperaba encontrar las ¡°30 c¨¢maras de granito rojo repletas de preciosas gemas, de grandes riquezas, de estatuas prodigiosas, de instrumentos desconocidos y armas magn¨ªficas¡± que se mencionan en el Kitab al Durr al Makmuz (El libro de las perlas enterradas), un antiguo manual para buscadores de tesoros. Se llev¨® un chasco: solo hall¨® un sarc¨®fago de granito vac¨ªo (se cree que la pir¨¢mide fue saqueada veinte siglos antes de Cristo, durante el Primer Periodo Intermedio).
Por el boquete que mand¨® abrir Al Mam¨²n se accede a un angosto pasadizo que conduce a la Gran Galer¨ªa, el empinado corredor en rampa de nueve metros de altura y 47 metros de largo que lleva hasta la C¨¢mara Real, un cubo perfecto y vac¨ªo (excepto por el sarc¨®fago de Keops) en el centro geom¨¦trico del inmenso poliedro. La Gran Pir¨¢mide a¨²n no ha revelado todos sus secretos: en 1954, un equipo de arque¨®logos dirigidos por Nancy Jenkins y Ahmed Youssef Mustaf¨¢ descubri¨® intacta, en un pozo al pie de la cara sur, la barca solar del fara¨®n Keops, de perfumada madera de cedro. En 1925 se encontr¨®, a solo 12 metros de su base, la tumba intacta de la reina Hetepheres, madre de Keops, y cient¨ªficos pertrechados de robots, micro-c¨¢maras y esc¨¢neres siguen hurgando en su interior en busca de salas ocultas y pasadizos secretos.
2. Hator, se?ora de Dendera
Para ver uno de los pocos retratos de Cleopatra que se conservan hay que viajar hasta Dendera, en la curva que el Nilo dibuja al norte de Luxor, cerca de Mena. All¨ª se encuentra el santuario de Hator, la diosa egipcia del amor, el placer y la belleza (aunque se la representaba con orejas de vaca). El de Dendera es un templo tard¨ªo, edificado en ¨¦poca grecorromana, y es abismal la distancia estil¨ªstica y temporal (casi 3.000 a?os) con los sobrios, soberbios santuarios de las primeras dinast¨ªas, como el templo del valle de Kefr¨¦n, en Guiza, o el a¨²n m¨¢s antiguo de Djoser, en Saqqara. Es, sin embargo, el mejor conservado y uno de los m¨¢s bellos de Egipto. En una de sus capillas se encontraba el c¨¦lebre hor¨®scopo que hoy se exhibe en el museo del Louvre, en Par¨ªs. Lucernarios estrat¨¦gicamente situados dejan pasar los rayos solares, creando un juego de luz y oscuridad progresiva a medida que se avanza hacia el sanctasanct¨®rum. Capiteles adornados con el rostro de Hator rematan las 24 columnas de su sala hip¨®stila, y un bajorrelieve de su muro posterior muestra a Cleopatra, la ¨²ltima reina de Egipto, junto a su hijo Cesari¨®n, que tuvo con Julio C¨¦sar y fue asesinado por orden de Octavio, haciendo ofrendas a la divinidad. La hier¨¢tica imagen, de perfil y enmarcada en jerogl¨ªficos, no hace honor a la apasionada y bella Cleopatra de la que Shakespeare escribi¨®: ¡°La edad no podr¨¢ marchitarla, ni la rutina helar¨¢ sus encantos¡±.
3. Amanecer en el Sina¨ª
Son las tres o cuatro de la ma?ana, a¨²n es noche cerrada y hace fr¨ªo, en el hotel han repartido linternas, aunque la claridad de la luna las hace innecesarias. Reatas de camellos y turistas somnolientos se van agrupando junto a los muros y cipreses del monasterio de Santa Catalina, el convento fortaleza que el emperador Justiniano mand¨® construir en el a?o 530 en las faldas del monte Sina¨ª, en el lugar donde el Libro del ?xodo dice que Mois¨¦s encontr¨® la zarza en llamas. El camino serpentea entre grandes rocas; una hilera de luces en lo alto de la monta?a, a una distancia que parece inalcanzable, se?ala la posici¨®n del grupo m¨¢s madrugador. La ascensi¨®n, de m¨¢s de cuatro horas, se hace dura en el ¨²ltimo tramo que conduce a la cima a trav¨¦s de 700 escalones. Los camelleros lo saben y recorren la senda arriba y abajo reclutando clientes entre aquellos viajeros que se van quedando sin fuelle. Api?ados en el reducido espacio de la cumbre, arropados con mantas, peregrinos y turistas aguardan el amanecer. Cuando este llega ¡°es de una grandiosidad casi aterradora¡± (Pierre Loti, El desierto).
4. La mastaba de Mereruka
En la necr¨®polis de Saqqara, al sur de El Cairo, se alza la mastaba (tumba en forma de pir¨¢mide truncada) de Mereruka (hacia 2300 antes de Cristo), visir del fara¨®n Teti (VI Dinast¨ªa). Sus delicados relieves policromados, con escenas de caza y pesca y de la vida diaria en el campo y en la corte de Menfis, son una maravillosa obra del arte del Imperio Antiguo.
5. Tumba de Nefertari
La joya del Valle de las Reinas (necr¨®polis tebana en la orilla opuesta a Luxor) es la tumba de la bella Nefertari, la esposa favorita del fara¨®n Rams¨¦s II, muerta hace m¨¢s de 3.200 a?os. Los techos de su c¨¢mara funeraria est¨¢n pintados de un azul profundo con estrellas doradas que evocan las noches del tr¨®pico; tres djinns, genios, custodian la entrada, y en las paredes, pintadas con frescos de vivos colores, se representa a la reina en escenas cotidianas; en uno de ellos, vistiendo una delicada t¨²nica de lino plisado, casi transparente, mientras juega al Senet, una especie de ajedrez. A finales de la d¨¦cada de 1980, la Fundaci¨®n Getty financi¨® su restauraci¨®n, que dur¨® varios a?os. En 1992 se autoriz¨® la visita, aunque ahora est¨¢ cerrada al p¨²blico.
6. Ras Mohamed
M¨¢s de mil especies de peces, 450 variedades de coral y una infinita gama de colores que contrastan con la vacuidad monocroma del desierto del Sina¨ª pintan los m¨¢gicos paisajes submarinos del parque nacional Ras Mohamed, en Egipto. En esta zona del mar Rojo se encuentra uno de los arrecifes coralinos m¨¢s espectaculares y mejor conservados del mundo. Se puede acceder a ¨¦l desde la playa sin m¨¢s equipo que unas gafas de bucear, tubo y aletas. Los buceadores titulados tienen no lejos de all¨ª una cita imprescindible con el SS Thistlegorm, un carguero ingl¨¦s de m¨¢s de 100 metros de eslora hundido por los alemanes en 1941 que transportaba jeeps, armas y hasta motos con sidecar.
7. Templo de Luxor
Menos colosal que el vecino Karnak, pero m¨¢s armonioso, el templo de Luxor fue construido en el siglo XIV antes de Cristo, durante el reinado de Amenofis III. En ¨¦l se celebraba la fiesta de Opet, en honor a la tr¨ªada tebana de Am¨®n, Mut y Jonsu. El Opet pervive en la fiesta musulmana de Abu Haggag, que se celebra con un desfile de barcos.
8. Nos vemos en El Fay¨²n
Algunas momias est¨¢n m¨¢s vivas que otras. Las de la necr¨®polis de El Fay¨²n te miran con sus grandes ojos desde los retratos a la enc¨¢ustica (pigmentos con cera fundida) sobre las tapas de los sarc¨®fagos. Los rostros se pintaron cuando sus ocupantes a¨²n estaban vivos, la mayor¨ªa son j¨®venes. Tienen alrededor de veinte siglos pero parecen extra?amente cercanos.
9. El caf¨¦ de los milagros
En un callej¨®n de Jan al Jalili de El Cairo, junto a la mezquita de Husein, est¨¢ el caf¨¦ Fishawi, donde el nobel Naguib Mahfuz concibi¨® los personajes de su gran trilog¨ªa sobre la ciudad. El Fishawi es uno de los caf¨¦s m¨¢s antiguos de la ciudad, y en sus mesitas de cobre, frente a los grandes espejos ovales, los hombres se siguen reuniendo al atardecer para sorber vasos de t¨¦ y fumar la shisha, la pipa de agua, entre luces mortecinas.
10. Medinet Habu
Dos estatuas enfrentadas de Sejmet, la diosa leona ¡°se?ora de la lejan¨ªa, del desierto y de la guerra¡±, custodian la Puerta del Este, el formidable pasaje que sirve de acceso a Medinet Habu, en la orilla occidental de Tebas. Fue erigido como templo funerario por Rams¨¦s III (1184-1153 antes de Cristo), el ¨²ltimo de los grandes faraones, y a pesar de ser uno de los mayores y mejor conservados conjuntos monumentales de Egipto, la mayor¨ªa lo pasa por alto.
Fiel reflejo de los a?os convulsos que acompa?aron el ocaso de las dinast¨ªas ram¨¦sidas, el complejo fue concebido como una ciudadela amurallada, con muros de piedra y adobe que se inclinan ligeramente hacia dentro para exagerar su tama?o y solidez. Tras el inmenso pilono de entrada al templo principal se suceden atrios, capillas laterales, pasillos procesionales y dinteles de piedra que conservan casi intacta su policrom¨ªa. Los bajorrelieves de su muro exterior norte cuentan la primera batalla naval de la historia, contra los Pueblos del Mar (los filisteos, navegantes procedentes del Mediterr¨¢neo). En su lago sagrado se celebraban ceremonias de culto a Osiris; hoy es un estanque de aguas f¨¦tidas, aunque los habitantes de la zona a¨²n le atribuyan poderes de fertilidad.
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