?Qu¨¦ hacemos con ¡®Lolita¡¯?
La obra de Vladimir Nabokov debe ser le¨ªda, analizada y utilizada para entender c¨®mo el patriarcado manipula en su beneficio, y para nuestra desgracia, la cultura. Pero en ning¨²n caso la novela debe ser sacralizada
Miedo y hostilidad: es la reacci¨®n de muchos ante el movimiento #Metoo, es decir, ante el feminismo aplicado a la cultura. Creadores, intelectuales, se inquietan por la libertad de creaci¨®n; temen que la ideolog¨ªa se imponga a la calidad como criterio supremo; y afirman el derecho del arte de representar el mal.
Este ¨²ltimo argumento me parece el m¨¢s interesante y en ¨¦l me voy a concentrar. No podemos exigir, nos dicen quienes as¨ª piensan, a las novelas, pel¨ªculas, ¨®peras... que pinten un mundo edulcorado, pol¨ªticamente correcto, con personajes positivos y acciones moralmente irreprochables. El arte que as¨ª lo hiciera ser¨ªa falso. Tomemos, por ejemplo (es de hecho su ejemplo favorito) Lolita: la historia de un hombre maduro, Humbert Humbert, al que le gustan las ni?as. El mundo, nos dicen, est¨¢ lleno de Humberts. ?Qu¨¦ ganar¨ªamos censurando su reflejo literario?
Acepto el reto: tomemos Lolita. Y lo primero que veo es que es una historia de violencia ejercida por un hombre contra una mujer. Qu¨¦ curioso: quienes defienden la legitimidad de representar art¨ªsticamente el mal, nunca reparan en el detalle de que el mal en cuesti¨®n suele ser el de los poderosos (varones, occidentales, blancos, de clase media o alta) contra los subalternos (mujeres, colonizados, de otras razas o pobres). ?Quiz¨¢ si esos intelectuales tan preocupados por la libertad del arte para mostrar la violencia, no pertenecieran al grupo de los potenciales artistas sino al de las potenciales v¨ªctimas, lo ver¨ªan de otra manera?... Pero Dios me libre de ser tan mal pensada. Sigamos con el argumento: es necesario que el arte hable del mal.
Por supuesto, estoy de acuerdo. El mal existe y el arte debe reflejarlo. La cuesti¨®n es c¨®mo. Comparemos, por ejemplo, dos cuadros que nos muestran la violencia de un hombre contra una mujer. En el de Tiziano La violaci¨®n de Lucrecia, un hermoso joven, ricamente ataviado, blande un pu?al ante una hermosa mujer, sugestivamente desnuda y enjoyada. Es un cuadro muy bello, que evita lo escabroso (no hay sangre, ni la violaci¨®n es expl¨ªcita)... y muestra una constante de la cultura patriarcal: la que consiste en estetizar, erotizar, edulcorar, la agresi¨®n masculina y el sufrimiento femenino, desde los bellos raptos, violaciones y suicidios mostrados en pintura y escultura (Dido, Lucrecia, las sabinas...), hasta la modelo semidesnuda con una soga al cuello en un desfile de David Delf¨ªn, pasando por las hero¨ªnas suicidas del belcanto y los simp¨¢ticos violadores de Almod¨®var. Muy distinto es Unos cuantos piquetitos de Frida Kahlo, en el que un hombre sonr¨ªe satisfecho ante el cad¨¢ver desnudo (solo lleva un zapato) de una mujer. La fatuidad de su sonrisa, el ba?o de sangre, la incongruencia del zapato... todo provoca en el espectador un escalofr¨ªo que no suscita la obra de Tiziano.
En el texto, las mujeres mayores, especialmente si tienen poder, resultan rid¨ªculas y odiosas
En su novela, Nabokov nos presenta la violaci¨®n de Lolita como Tiziano la de Lucrecia en su cuadro. ?Qu¨¦ atractiva es Lolita, qu¨¦ er¨®tica su indefensi¨®n! ?Qu¨¦ seductor es Humbert! ?Qu¨¦ enamorado est¨¢! Pobre, no le queda m¨¢s remedio que casarse con la (insoportable) madre de Lolita para acercarse a su amada, y cuando por fin la madre muere, ¨¦l rapta a la ni?a y la viola cada noche. Es reprobable, claro, pero el pobre Humbert est¨¢ tan enamorado... (S¨ª, ya s¨¦. Nabokov condenaba a Humbert. Pero aqu¨ª no analizo las opiniones del ciudadano Nabokov, sino la novela, fuera cual fuese la intenci¨®n consciente de su autor). Hasta la Providencia parece estar de su lado: ¨¦l planea asesinar a la madre de Lolita, pero no necesita mancharse las manos, pues el azar la hace morir atropellada; es detenido y juzgado, pero un oportuno infarto le hace escapar a la humillaci¨®n de una condena... Humbert resulta, en fin, un caballero encantador, y quienes se oponen a sus designios, intentando proteger a la ni?a, nos son descritas (se trata siempre de mujeres mayores) como personajes odiosos y rid¨ªculos. O aunque no intenten proteger a nadie: en Lolita, las mujeres mayores, especialmente si tienen alg¨²n poder, siempre resultan rid¨ªculas y odiosas. Otra constante de la cultura patriarcal.
?Lolita representa el mal, pero en nombre de la libertad y de la calidad art¨ªstica (nadie niega que sea una gran novela), debemos abstenernos de criticarla, como nos piden sus defensores? Ay, qu¨¦ pena, hay un problema: la novela est¨¢ escrita de tal modo que consigue hacernos olvidar que est¨¢ mal violar ni?as. No es casual que haya sido y siga siendo casi un¨¢nimemente definida como ¡°una historia de amor¡±. Recordemos que claramente, Lolita no desea tener relaciones sexuales con ese hombre que cuadruplica su edad y que ha sido el marido de su madre. Recordemos que ¨¦l la tiene en su poder (es su tutor legal), la vigila, impide que pida ayuda y la somete a violencia f¨ªsica. Recordemos que Lolita llora amargamente cada noche despu¨¦s de que ¨¦l la viole. ?¡°Amor¡±?...
?l la tiene en su poder, la vigila, impide que pida ayuda y la somete a violencia f¨ªsica
Llegados a este punto, no puedo evitar formular una pregunta que sonar¨¢ a provocaci¨®n, pero que me parece pertinente: quienes defienden Lolita, ?lo hacen porque es una obra de arte y a pesar de que muestra, e impl¨ªcitamente justifica, la violaci¨®n de una ni?a, la reducci¨®n del ser humano femenino a la condici¨®n de objeto para el placer masculino, la ridiculizaci¨®n y burla de cualquier mujer no sometida... o lo hacen porque su condici¨®n de obra de arte la sacraliza y nos proh¨ªbe por lo tanto criticar todo lo anterior? (como piensa Lola L¨®pez Mond¨¦jar: v¨¦ase Cada noche, cada noche, su interesante novela-ensayo sobre Lolita). Por cierto, quiz¨¢ no est¨¢ de m¨¢s recordar (es este otro detalle en el que los defensores de Lolita raramente reparan) que el mundo est¨¢ lleno no solo de Humberts, sino de Lolitas: de ni?as y mujeres maltratadas y violadas. Que esto preocupe solamente al 1,8 % de los espa?oles algo tendr¨¢ que ver con una cultura, de la que Lolita no es m¨¢s que un ejemplo, que banaliza esa violencia. Y que del 1,8 hayamos pasado en unos meses al 4,6 % (¨²ltima encuesta del CIS), algo tendr¨¢ que ver a su vez con la campa?a #metoo.
Retomo la pregunta del t¨ªtulo: ?qu¨¦ hacemos con Lolita? A la luz de lo que llevo dicho, se comprender¨¢ mi conclusi¨®n: leerla, s¨ª, porque es una gran novela. Pero tambi¨¦n analizarla. Criticarla. Usarla para entender c¨®mo el patriarcado manipula en su beneficio, y para nuestra desgracia, la cultura. Buscarle alternativas: leer y dar a leer otros textos, que en vez de reproducir ad nauseam la visi¨®n patriarcal del mundo, nos ofrezcan un nuevo punto de vista, como hace Frida Kahlo. Cualquier cosa, en fin, menos sacralizarla.
Laura Freixas es escritora.
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