La ojera espa?ola
?Duerme mal? Donde usted ve signos de cansancio, yo veo marca Espa?a
En la sala 16A del Museo del Prado se encuentran unas de las ojeras m¨¢s singulares de la historia de Espa?a. Su propietario es Carlos II, el Hechizado, retratado en un sal¨®n tan l¨²gubre que no se sabe si pertenece al Real Alc¨¢zar o a la Casa Usher. Aunque ahora comparte sala con el retrato de su madre, igualmente l¨ªvida en su h¨¢bito religioso, el protagonista es ¨¦l, blanquecino, mustio, agobiado, como esperando de una vez la extinci¨®n de su estirpe.
"Hay algo decepcionante en estos tiempos prosaicos que dicen que tener buena cara es algo bueno. Me pregunto qu¨¦ pasar¨ªa si Carlos II, o el caballero del Greco, hubieran tenido a mano un antiojeras sencillito"
En Barrio de Maravillas (1976), el libro que Rosa Chacel dedic¨® a su infancia madrile?a, a la ni?a protagonista le dicen que parece un Carre?o de tan p¨¢lida y ojerosa que est¨¢. L¨¢stima que su siglo fuera el XX y no el XIX: en el apogeo del sadomasoquismo decimon¨®nico, las ojeras habsb¨²rguicas, sobre todo si denotaban tormento y atribulaci¨®n, la habr¨ªan hecho merecedora de m¨¢s de un piropo. Ya en 1837 Ram¨®n de Mesonero Romanos escribe un art¨ªculo para quejarse de que su sobrino, que parec¨ªa un chico normal, va por Madrid desali?ado y p¨¢lido con ¡°mirar sombr¨ªo¡±, viva imagen (perd¨®n, moribunda) del clich¨¦ rom¨¢ntico, mucho m¨¢s partidario de los Austrias que de los Borbones.
Por eso Alenza pinta a un piltrafilla con los ojos hundidos en su S¨¢tira del suicidio rom¨¢ntico, pintura hoy expuesta en el Museo del Romanticismo junto a las reliquias de otro c¨¦lebre ojeroso (y suicida), Mariano Jos¨¦ de Larra. Aquellas ojeras, como la del Caballero de la mano en el pecho, son patrimonio nacional y denotan un no s¨¦ qu¨¦ de sutil y de complicado. Por eso hay algo decepcionante en estos tiempos prosaicos que dicen que tener buena cara es algo bueno. Me pregunto qu¨¦ pasar¨ªa si Carlos II, o el caballero del Greco, hubieran tenido a mano un antiojeras sencillito. Hubiera bastado un leve masaje en el contorno de ojos para borrar de golpe y porrazo todo un s¨ªmbolo identitario.
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