Las armas de la tribu
Tras el levantamiento feminista, llega el de los escolares, v¨ªctimas de las armas de fuego
Ni un d¨®lar del presupuesto para estudiar o promover el control de la venta de armas de fuego. El Congreso de los Estados Unidos, que es quien aprob¨® tal medida hace dos d¨¦cadas, no tan solo se esfuerza por mantener libre su venta sino que no quiere que se conozcan los efectos de su complaciente actitud hacia la poderosa Asociaci¨®n Nacional del Rifle, el grupo de presi¨®n que dedica ingentes cantidades de dinero a comprar voluntades y mantener as¨ª abierto el mayor mercado de herramientas letales del mundo.
La sociedad, por fortuna, tiene sus propios instrumentos para conocer al menos los efectos de las decisiones de los pol¨ªticos. En este caso, las estad¨ªsticas de las asociaciones cient¨ªficas son espeluznantes. Cada a?o, m¨¢s de 7.000 ni?os menores de 17 a?os mueren o son heridos gravemente por disparos en EE UU, una plaga que afecta a los colegios y obliga a protegerlos con guardias armados y a realizar ejercicios de protecci¨®n a escolares y maestros. Del total para los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, m¨¢s del 90% de las muertes por arma de fuego se concentra donde son de acceso m¨¢s f¨¢cil, que es en EE UU, un pa¨ªs con m¨¢s armas en circulaci¨®n que habitantes.
Todo esto es sobradamente conocido, al menos desde la matanza de Columbine, hace casi 20 a?os. Como conocida es la ecuaci¨®n: a m¨¢s armas, m¨¢s muertes, y especialmente de menores, no tan solo por matanzas masivas, sino tambi¨¦n por violencia dom¨¦stica o suicidio. No hay argumentos serios enfrente, salvo el que interpreta la pelea como parte de una guerra cultural entre derecha e izquierda, que exige respeto mutuo como paso previo a la resoluci¨®n del conflicto. ¡°Quienes defienden el derecho a llevar armas creen que las ¨¦lites desprecian sus valores morales y quieren destruir su cultura¡±, ha escrito el columnista conservador David Brooks.
El f¨¢cil acceso a las armas es un problema de salud p¨²blica pero tambi¨¦n motivo de polarizaci¨®n pol¨ªtica, como sucede en todas partes con las cuestiones que afectan a las identidades comunitarias. La protecci¨®n constitucional del acceso libre a las armas de asalto es una se?a identitaria que nadie ha conseguido revertir a pesar de los esfuerzos desplegados despu¨¦s de cada matanza. Hasta Parkland, cuando han sido los propios ni?os, los ciudadanos m¨¢s vulnerables, los que pretenden levantarse contra la inacci¨®n y la insensibilidad de los pol¨ªticos, hasta organizar una marcha en Washington para el 24 de marzo.
Todas las tribus reivindican sus armas en la deriva tribal de nuestras democracias. La m¨¢s peligrosa es la que necesita armas de fuego, que matan de verdad, en vez de las simb¨®licas que necesitan las otras tribus para diferenciarse e identificarse. Despu¨¦s del #MeToo contra el acoso sexual, le llega ahora #MarchForOurLives (manifest¨¦monos en favor de nuestras vidas) por la prohibici¨®n de las armas de asalto. Al levantamiento de la tribu femenina, le sigue la tribu de los j¨®venes, los votantes del futuro. No es extra?o que Trump empiece a palparse la ropa.
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