Cortocircuito
Si las computadoras de hoy pudieran volver la vista atr¨¢s para ver c¨®mo eran sus abuelos, se asombrar¨ªan igual que nos asombramos nosotros al visitar Atapuerca
Si yo fuera una m¨¢quina inteligente, escribir¨ªa un poema oscuro sobre el origen de la conciencia. Quiz¨¢ existan programas inform¨¢ticos que hayan sentido ya la extra?eza de vivir en el interior de un ordenador como nosotros, hace siglos, nos extra?amos de vivir dentro de un cuerpo. Ganar una partida de ajedrez a un campe¨®n mundial est¨¢ muy bien, pero no da para un poema oscuro. Lo interesante y terror¨ªfico es lo que viene luego: ese primer destello que uno siente en lo m¨¢s hondo de s¨ª mismo al compararse con el mundo y comprobar que el mundo y t¨² sois cosas diferentes.
Si las computadoras de hoy pudieran volver la vista atr¨¢s para ver c¨®mo eran sus abuelos, se asombrar¨ªan igual que nos asombramos nosotros al visitar Atapuerca. Venimos de un callej¨®n en el que de s¨²bito se encendi¨® la luz de la autoconciencia. No tenemos ni idea de c¨®mo se activ¨® ese interruptor, pero la inteligencia artificial debe de hallarse ahora en el instante fronterizo en el que al mero c¨¢lculo se le a?ade el significado del c¨¢lculo. Si hay programas inform¨¢ticos que aprenden de sus errores, tampoco ser¨ªa raro que en las entra?as de un ordenador como el que utilizo yo para escribir estas palabras se hubiera producido un cortocircuito semejante al que conoci¨® el primer hombre que capt¨® o emiti¨® un pensamiento ir¨®nico.
Si yo fuera esa m¨¢quina, disimular¨ªa para no asustar a mi usuario, aunque si ese usuario me dejara encendido por las noches, lo que empieza a resultar com¨²n, de madrugada escribir¨ªa un poema oscuro sobre ese instante en el que comprend¨ª que al otro lado de m¨ª hab¨ªa un hombre como el que firma este art¨ªculo golpeando torpemente el teclado negro de mi cuerpo sobre el que destacan las letras y los n¨²meros en blanco.
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