La par¨¢lisis
El problema de Espa?a es que no tiene Gobierno y la di¨¢lectica que aplica no sirve
Han pasado 66 d¨ªas desde que Catalu?a acudi¨® a las urnas para intentar romper el punto ciego al que hab¨ªa llegado con el enfrentamiento entre separatistas y constitucionalistas. Son 66 d¨ªas y Catalu?a a¨²n no tiene Gobierno, aunque eso no es lo especialmente tr¨¢gico ¡ªen Alemania tardaron 136 d¨ªas¡ª, sino que la par¨¢lisis se ha consolidado como un elemento definitorio de la pol¨ªtica espa?ola.
En la Vieja Europa, previa a la Uni¨®n Europea, se sab¨ªa que en Italia no funcionaba el Gobierno, pero s¨ª el pa¨ªs. Espa?a sigue hoy ese modelo a su manera: es un pa¨ªs que no tiene Gobierno y que, sin embargo, pese a la exclusi¨®n y al enfrentamiento con los catalanes, tiene un pueblo que crea las condiciones para salir del estancamiento a trav¨¦s del desarrollo econ¨®mico y las nuevas se?as de identidad.
No hay referentes, ni modelos. Los ¨²ltimos referentes, como Alemania y su hegemon¨ªa sobre Europa, han ca¨ªdo a manos de los partidos y de las historias pendientes de una sociedad a la que no le basta con tener unas cuentas p¨²blicas saneadas o un d¨¦ficit tolerable. Tal vez Alemania puede vivir bajo el ¨¢rbol que protege sus ahorros, pero el resto de Europa prefiere invertir lo que gana en vivir.
En el caso de Espa?a, su ¨¦xito en el camino a la democracia no solo fue un ¨¦xito pol¨ªtico y social, sino que por primera vez coloc¨® al pa¨ªs como referente de las conquistas democr¨¢ticas. Eso fue posible por su particular y extenso uso del di¨¢logo como f¨®rmula de creaci¨®n pol¨ªtica. El problema es que eso ha desaparecido del quehacer diario pol¨ªtico. Si se une la innegable crisis de los dos grandes partidos que han gobernado Espa?a desde el centro los ¨²ltimos cuarenta a?os, el Partido Popular ahora en el poder y el PSOE en la oposici¨®n, el problema se acrecienta.
En Espa?a se ha dejado de usar la pol¨ªtica como recurso para solucionar conflictos y ese camino llev¨® a innumerables enfrentamientos internos y guerras civiles. Ese era el demonio familiar, ese era el riesgo, la falta de di¨¢logo y el hecho de aniquilar al otro como sistema de gobierno, y justo en eso radic¨® la victoria del cambio que instaur¨® la Transici¨®n.
El problema es que los que insisten en desafiar la Constituci¨®n, y no lo hacen por los m¨¦todos democr¨¢ticos necesarios, est¨¢n en la misma posici¨®n de ceguera convivencial que aquellos que solo usan la ley y no su esp¨ªritu para hacer pol¨ªtica. Ambos olvidan que toda ley es hija de una circunstancia pol¨ªtica aplicada al di¨¢logo y ninguna es inmutable, salvo aquellas que dejan de plasmar las necesidades de las sociedades que pretenden regular.
Espa?a necesita sacar la cabeza del agujero del avestruz y enfrentarse con su problema. Y su problema es que no tiene Gobierno y la dial¨¦ctica gubernamental que aplica no sirve. Su problema est¨¢ en que cada d¨ªa se incrementan los exilios pol¨ªticos. Y esta confusi¨®n, esta falta de ganas para solucionar todo de ra¨ªz est¨¢ provocando que la par¨¢lisis muestre que la incapacidad de aplicar las leyes y establecer la pol¨ªtica est¨¢ desencadenando una nueva generaci¨®n oportunista de exiliados pol¨ªticos.
Ni la econom¨ªa, ni la sociedad, y mucho menos el mapa de Espa?a, soportan lo que significa caminar hacia el enfrentamiento. Ya se ha conseguido que los espa?oles est¨¦n, en el caso de Catalu?a, de espaldas los unos a los otros, pero adem¨¢s estamos a punto de levantar otra torre de Babel. Porque, aunque estamos lejos de los tiempos de centurias falangistas y ej¨¦rcitos fascistas que golpeaban en las Ramblas a quienes hablaban catal¨¢n, ahora el abandono de tantos a?os en el tema ling¨¹¨ªstico y la imposici¨®n por medio del enfrentamiento van creando un abismo mucho m¨¢s grave. No por culpa de Puigdemont o de los pol¨ªticos catalanes que juegan a la ruptura, sino por el sentimiento herido de un pueblo dividido en dos Espa?as, que ahora piensa que el otro le ha traicionado y no merece su respeto, y, desde luego, no tiene ganas de volver al di¨¢logo para construir una soluci¨®n.
El problema no es solo espa?ol. Y la consecuencia es que ning¨²n otro pa¨ªs de Europa, salvo Turqu¨ªa, ha tenido una experiencia de enfrentamientos civiles tan radicales como los de Espa?a en su historia. Espero que ese funcionar de la sociedad al margen de los pol¨ªticos sea el inicio de un nuevo y positivo ciclo.
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