Escaramuzas y guerras comerciales
La decisi¨®n de Trump de imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio acabar¨¢ por subir la inflaci¨®n y los tipos de inter¨¦s. No es consciente del malestar que causar¨ªa a sus ciudadanos el inicio de represalias de otras ¨¢reas econ¨®micas
El primer a?o de Donald Trump como presidente de EE UU apenas confirm¨® los temores que razonablemente transmit¨ªan sus propuestas electorales. La denuncia del Acuerdo Transpac¨ªfico, la revisi¨®n en profundidad del NAFTA o el cuestionamiento de las actuaciones de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC), eran interpretados como amagos con una limitada capacidad intimidatoria. Una cosa es la ret¨®rica electoral y otra bien distinta la acci¨®n pol¨ªtica, nos confortaban los m¨¢s experimentados en el juego decisional de la Casa Blanca. Con el inicio de su segundo a?o, las cosas han cambiado y se empiezan a concretar algunas de las amenazas sobre la estabilidad global.
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A la decisi¨®n de imponer aranceles sobre la importaci¨®n de lavadoras y paneles solares le ha sucedido la m¨¢s sorprendente de hacerlo sobre las importaciones de acero y de aluminio, con cargas del 25% y 10%, respectivamente, ¡°con el fin de preservar la seguridad nacional¡±. Desoyendo las advertencias sobre las consecuencias de una decisi¨®n tal, el presidente de la principal econom¨ªa del mundo la ha adornado con un anuncio en su cuenta de Twitter el pasado viernes que ya se ha hecho acreedor de algo m¨¢s que una nota a pie de p¨¢gina en los manuales de econom¨ªa y relaciones internacionales: ¡°Las guerras comerciales son buenas y f¨¢ciles de ganar¡±.
Un enunciado que, adem¨¢s de ignorar la historia, puede desencadenar consecuencias adversas tanto en EE UU como en el conjunto de la comunidad internacional. Ha pasado por alto la experiencia de la Gran Depresi¨®n, su acentuaci¨®n tras la imposici¨®n de aranceles por la Smoot-Hawley Tariff Act, cuyos costes internos y las represalias de otros pa¨ªses provoc¨® el colapso de la econom¨ªa mundial. Pero tampoco ha prestado atenci¨®n a quienes, incluso dentro de su equipo de asesores, han advertido de los mayores costes que supondran para las empresas y consumidores estadounidenses esos nuevos aranceles indiscriminados. Se han impuesto las posiciones m¨¢s radicales de su Secretario de Comercio Wilbur Ross y el asesor en temas comerciales Peter Navarro, obsesionado con la competencia china.
El ataque al libre comercio se hace para proteger empresas poco competitivas
Con ese empe?o por reducir el d¨¦ficit comercial de su pa¨ªs mediante la imposici¨®n de trabas al comercio, Donald Trump desconoce que influir en la estructura y composici¨®n de los flujos de comercio ya no depende ¨²nicamente de aranceles mayores o menores. Que las cadenas de producci¨®n de las propias empresas estadounidenses se han fragmentado a lo largo y ancho de la geograf¨ªa global, como lo ha hecho la producci¨®n y comercializaci¨®n de bienes intermedios.
El primer impacto de lo que acaba de decidir no puede ser otro que una elevaci¨®n de costes en aquellos sectores importadores de acero y aluminio, desde el autom¨®vil al de infraestructuras, pasando por los productores de material de defensa. Las p¨¦rdidas de empleo en las empresas que utilizan esos bienes en sus procesos de producci¨®n pueden ser superiores a los empleos supuestamente protegidos mediante la penalizaci¨®n de las importaciones. Y, en todo caso, el encarecimiento de estas ¨²ltimas traer¨¢ consigo elevaciones de la inflaci¨®n, a las que seguir¨¢n ascensos en los tipos de inter¨¦s que da?ar¨¢n aquellos sectores m¨¢s sensibles a los costes de financiaci¨®n, como el de la construcci¨®n. La persistencia de tipos de inter¨¦s m¨¢s elevados que en las econom¨ªas avanzadas puede acarrear apreciaciones del d¨®lar y un debilitamiento adicional de las exportaciones. No es de extra?ar que la reacci¨®n de los mercados financieros haya sido de un nuevo desplome de cotizaciones, no solo de aquellas empresas m¨¢s intensivas en el consumo de las importaciones penalizadas.
El presidente de EE UU no parece consciente del da?o al bienestar de sus ciudadanos que tendr¨ªa el inicio de represalias comerciales por parte de las principales potencias, consecuentes con esa declaraci¨®n de guerra. Es un hecho que la superproducci¨®n china de acero ha llevado los precios a la baja, incluso por debajo de sus costes, lo que ha provocado acciones de otros pa¨ªses productores, la UE incluida, imponiendo aranceles en determinadas modalidades de aceros provenientes de ese pa¨ªs. Pero no es menos cierto que la inesperada decisi¨®n de Trump, el car¨¢cter unilateral de la misma y la extensi¨®n de esta a todos los exportadores a EE UU, le confiere una agresividad sin precedentes. En realidad, el principal suministrador de acero no es China, que ocupa el d¨¦cimo lugar con apenas el 2,5% de las ventas a EE UU, sino Canad¨¢. Poco ha importado que este pa¨ªs, suscriptor hace 24 a?os del NAFTA, se encuentre en plena negociaci¨®n de la revisi¨®n del acuerdo, junto a otro cualificado exportador, M¨¦xico.
Las empresas que usan los productos gravados perder¨¢n m¨¢s empleo que el protegido con el arancel
Ha hecho bien la Uni¨®n Europea en reaccionar de forma diligente. Primero, calificando el episodio como una flagrante intervenci¨®n para proteger la industria nacional, sin justificaci¨®n alguna en esa invocada seguridad nacional. El presidente Juncker se ha mostrado firme anunciando reacciones en la defensa de los intereses europeos, que en este caso coinciden con los del conjunto del sistema de comercio internacional. Aportando una respuesta adecuada a la situaci¨®n de sobrecapacidad en esos dos sectores al afirmar que la ¨²nica v¨ªa de tratamiento del problema ha de ser mediante acuerdos con los pa¨ªses generadores del problema, en lugar de esa acci¨®n unilateral de EE UU.
Por eso, lo correcto es que m¨¢s all¨¢ de esas advertencias de penalizar las importaciones de pantalones Levi's, el whisky Bourbon o las motocicletas Harley Davidson, la Comisi¨®n Europea insista en propuestas compatibles con las normas de la OMC con el fin de compensar la situaci¨®n creada unilateralmente por la administraci¨®n Trump, cuyos da?os van m¨¢s all¨¢ del eventual descenso de las exportaciones europeas de acero y aluminio a EE UU.
Es probable que esa inesperada decisi¨®n de Trump sea solo una escaramuza: no tanto la reacci¨®n a los problemas comerciales como a la necesidad de distraer la atenci¨®n sobre asuntos pol¨ªticos m¨¢s dom¨¦sticos. Es verdad, como reconoce Dani Rodrik en la introducci¨®n a su ¨²ltimo libro, Straight talk on trade, que en EE UU nunca fue muy popular el r¨¦gimen de comercio global, ni los acuerdos regionales. Pero ahora es desde la propia administraci¨®n donde se alimenta esa actitud contra el libre comercio y la confrontaci¨®n con las instituciones multilaterales. No se hace precisamente con el fin de preservar el empleo o de paliar las desigualdades que ha generado la propia din¨¢mica de globalizaci¨®n, sino para proteger empresas poco competitivas. Y con ello debilitar el predicamento de ese pa¨ªs y exponer el mundo a una confrontaci¨®n sin m¨¢s precedentes que los asociados a la Gran Depresi¨®n.
Emilio Ontiveros es presidente de Afi.
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