Como Al¨¢ (no) los trajo al mundo
En T¨²nez, y en general en el mundo ¨¢rabe, la cuesti¨®n del pudor y el cuerpo desnudo en lugares p¨²blicos sigue planteando problemas
Para el sufrido habitante del centro de T¨²nez, una ducha placentera y a la vez higi¨¦nica es todo un lujo. De los cabezales de sus desgastados apartamentos, sale un desabrido chorro de agua. Y las duchas comunes de los recintos p¨²blicos, como gimnasios o piscinas, no representan una buena alternativa. All¨ª, el agua s¨ª posee una mayor presi¨®n, pero la experiencia carece de un elemento fundamental: la desnudez. Todos los usuarios se duchan en ba?ador, por lo que enjabonarse las partes ¨ªntimas sin que caiga, y ocultando en todo momento las presuntas verg¨¹enzas, constituye todo un arte. Los hay que se enjabonan el ba?ador, quiz¨¢s imbuidos del pensamiento m¨¢gico de que el jab¨®n se filtrar¨¢ a trav¨¦s de la prenda.
El extremado pudor frente al desnudo, incluso entre personas del mismo sexo, no es algo exclusivo de T¨²nez, sino m¨¢s bien un fen¨®meno com¨²n a todo el mundo ¨¢rabe. Un becario del ICEX reci¨¦n llegado al convulso El Cairo posrevolucionario, en su primera visita a un gimnasio, se llev¨® una inesperada rega?ina por su conducta imp¨²dica. Al salir del vestuario, el empleado de la recepci¨®n le advirti¨® que un cliente se hab¨ªa quejado porque mientras se secaba y vest¨ªa en una ¨¢rea com¨²n le pudo ver como Dios (o en su caso, Al¨¢) le trajo al mundo. En adelante, el muchacho deb¨ª¨® aprender la ancestral t¨¦cnica, a¨²n puesta en pr¨¢ctica en algunas playas espa?olas, de vestirse y desvestirse siembre cubierto con una toalla.
En cambio, varias mujeres occidentales cuestionadas al respecto aseguran que en los espacios exclusivamente femeninos la situaci¨®n es la contrario: el recato es menor que en Europa. Hawa Djabali, una escritora e investigadora argelina afincada en B¨¦lgica, confirma y explica el fen¨®meno. ¡°Entre las mujeres hay un fuerte sentimiento de hermandad. Mientras que entre los hombres predomina el miedo a ganarse una mala reputaci¨®n, de falta de virilidad¡±, explica.
¡°A causa de la distancia impuestas con las mujeres, algunos hombres ¨¢rabes pr¨¢ctican el sexo entre ellos sin ser homosexuales, como suced¨¢neo, a menudo bajo una relaci¨®n de dominaci¨®n y siendo uno de los dos de mayor edad y estatus que el otro¡±, a?ade Djabali, que ha escrito varios ensayos sobre el cuerpo en las sociedades ¨¢rabes. El que adopta el rol de activo es admirado, mientras el pasivo es menospreciado, como bien muestra el filme tunecino de Nuri Buzid El hombre de ceniza (1986). De ah¨ª, sostiene la escritora, el celo masculino hacia la propia desnudez, pues se podr¨ªa interpretar como la voluntad de suscitar el deseo entre otros varones.
El reciente ascenso del integrismo, mojigato en todo lo referente al cuerpo y muy hostil a la homosexualidad, no ha hecho sino acentuar la tendencia. Sin embargo, Djabali cree que, en parte, este puritanismo exacerbado en torno a la desnudez o la homosexualidad es un tab¨² importado de la vieja Europa colonial. "En general, las sociedades ¨¢rabes son ahora m¨¢s pudorosas que hace d¨¦cadas. Por ejemplo, antes no era tan extra?o que una mujer diera el pecho en p¨²blico, siempre, claro, de forma decorosa. Ahora es imposible", exclama la investigadora. Igualmente, la homosexualidad era m¨¢s tolerada que ahora y en muchos pa¨ªses, como T¨²nez, las leyes que criminalizan la homosexualidad fueron aprobadas por las autoridades coloniales, que traspusieron su propio c¨®digo penal.?
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