El linaje de tener
M¨¢s de un liberal se transmuta en furibundo conservador cuando tropieza con el Impuesto de Sucesiones. Pero no tenemos derecho a conferir cualquier tipo de ventaja a nuestros hijos y no es cierto que el tributo incurra en doble imposici¨®n
El postureo se?orea la vida pol¨ªtica. Se trata de componer el gesto en la pantalla o ante el micr¨®fono. Hasta hay especialistas. En el traje, en el sudor, en el ¨¢ngulo de c¨¢mara, en la trayectoria de la mirada, en las met¨¢foras. Y tropeles atentos a todo eso, en Twitter. Solo de vez en cuando la pol¨ªtica recupera su dignidad y las propuestas se relacionan con principios. La discusi¨®n sobre el impuesto de sucesiones es uno de esos casos.
Otros art¨ªculos de los autores
Empecemos con los principios. Para el socialismo democr¨¢tico y el liberalismo progresista ¡ªel de Mill y Rawls¡ª los impuestos se justifican, fundamentalmente, como instrumentos de justicia social. El de sucesiones especialmente, al menos si creemos que la justicia debe honrar el m¨¦rito y la igualdad de oportunidades. Nuestros liberales, r¨²sticos o sofisticados, parecen coincidir en que lo que uno llega a ser ha de depender de lo que uno elige para s¨ª mismo y del empe?o que le pone. Los logros y los fracasos individuales deben poder imputarse al esfuerzo, las capacidades y la ambici¨®n de cada sujeto y no a factores ajenos a su voluntad. La tierra para el que la trabaja. No es muy complicado. Con tales apreciaciones, que nos permiten condenar las sociedades estamentales, se arm¨® un l¨ªo interesante un 14 de julio en Par¨ªs.
Si se comparten tales consideraciones, parece inevitable estar de acuerdo en que las expectativas socioecon¨®micas de una persona no pueden venir determinadas por un hecho tan arbitrario, desde el punto de vista moral, como haber nacido en cuna de oro o de mimbre. Los linajes de tener o no tener, que dec¨ªa Sancho. Por eso defendemos la igualdad de oportunidades, algo que, mal que bien, calibramos mediante la movilidad social, la probabilidad de formar parte de una determinada clase social en funci¨®n de la clase de los progenitores.
El Impuesto no priva a nadie de ¡°algo suyo¡±; define lo que corresponde a los herederos
Todo parece muy razonable hasta que topamos con el impuesto de sucesiones. Entonces las consideraciones anteriores se olvidan y m¨¢s de un liberal se transmuta en un furibundo conservador. Aunque la discusi¨®n tiene muchos matices, aqu¨ª nos centraremos en tres de los argumentos que con m¨¢s frecuencia se utilizan para descalificar el impuesto.
El primero apela al derecho, e incluso el deber, de los padres de otorgar prioridad al bienestar de su prole por encima de otras consideraciones. Una suerte de parcialidad justificada que les eximir¨ªa de tener que dar el mismo trato a sus hijos que a los de los vecinos. Desde este punto de vista, cuando el Estado grava la sucesi¨®n est¨¢, de alg¨²n modo, gravando el amor parental. El problema de este argumento es que el deseo de que la vida de nuestros hijos vaya lo mejor posible no nos da carta blanca para conferirles cualquier tipo de ventaja. Por eso condenamos el nepotismo y nos parece mal que Pujol procure por su crianza con el dinero de todos. La parcialidad parental puede lesionar otros bienes que tambi¨¦n nos importan como, en este caso, la movilidad social. Toca ponderar. Un impuesto de sucesiones que no sea confiscatorio nos permite privilegiar a la prole perjudicando menos al pr¨®jimo.
Otro argumento recurrente sostiene que el impuesto de sucesiones se aplica sobre bienes que ya han sido gravados y que, por lo tanto, no deber¨ªan estar sujetos a una doble imposici¨®n. Es discutible. Para empezar, el argumento de la doble imposici¨®n se invoca de manera selectiva e incongruente ya que tambi¨¦n descalifica otros impuestos como los que se aplican sobre el consumo en tanto que gravan bienes adquiridos con ingresos sujetos al impuesto sobre la renta. Pero es que, adem¨¢s, en el caso del impuesto de sucesiones ni siquiera es cierto que haya una doble imposici¨®n ya que lo relevante, en este sentido, son los obligados tributarios. El impuesto de sucesiones obliga al heredero o herederos que son sujetos distintos al que ha pagado los impuestos sobre la riqueza transferida. Lo que grava es la transacci¨®n y no el acervo sucesorio. De hecho, sostener que porque el Estado ha gravado una suma de dinero no debe gravar ninguna de las transacciones que se realicen con ¨¦l equivale, en rigor, a defender el final de los sistemas fiscales.
La competencia pol¨ªtica alienta la miop¨ªa de los votantes, la ret¨®rica del pan para hoy
El tercer argumento apela a la libertad de hacer lo que nos parezca con nuestras cosas. Si podemos patearnos nuestra fortuna en una juerga final tambi¨¦n deber¨ªamos poder legarla. El principal error de este argumento radica en que los impuestos, en general, no deben ser interpretados como restricciones a la libre disposici¨®n de la propiedad sino como reglas que especifican qu¨¦ puede considerarse propiedad. Sin ir m¨¢s lejos, el juerguista, cuando ¡°hace lo que quiere¡±, no deja de pagar impuestos (al consumo). No hay una propiedad ¡°natural¡± previa a unos impuestos ¡°artificiales¡±. Separar el sistema de propiedad del sistema fiscal es un error porque la propiedad privada es una construcci¨®n legal definida, en parte, por los impuestos. No podemos hacer lo que queramos con ¡°lo nuestro¡±. Por ejemplo, alojar nuestro cuchillo jamonero en tu tr¨¢quea. En ese sentido, los impuestos deben evaluarse dentro y a la vez de los derechos de propiedad que contribuyen a crear. Los herederos no pueden oponerse al impuesto de sucesiones con el argumento de que les priva de algo suyo ya que lo que hace el impuesto es, precisamente, definir lo que legalmente les corresponde.
Como se ve, estamos ante asuntos importantes, que afectan a principios en los que se sostiene la vida compartida. Desgraciadamente, la discusi¨®n acad¨¦mica consolidada no alcanza a un debate pol¨ªtico en el que pocas veces se imponen los mejores argumentos. De los partidos conservadores poco cabe esperar. Tampoco de aquellos otros dispuestos a defender privilegios econ¨®micos (fiscales o laborales) en nombre de identidades nacionales. Por lo dem¨¢s, la competencia pol¨ªtica alienta la miop¨ªa de los votantes, el pan para hoy. La ret¨®rica de ¡°te van a quitar lo que te has ganado con tu trabajo¡± resulta m¨¢s eficaz que los matices sobre tipos impositivos o, incluso, que recordar que, en la redistribuci¨®n ulterior, tambi¨¦n se incluir¨¢ una parte de las grandes fortunas. Quiz¨¢ sea por aquello que dec¨ªa Maquiavelo de que uno olvida antes la muerte de su padre que la p¨¦rdida de su patrimonio.
F¨¦lix Ovejero es profesor titular de Econom¨ªa, ?tica y Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona, y Jahel Queralt, de Filosof¨ªa de Derecho en la Pompeu Fabra.
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