Nada m¨¢s poderoso
El feminismo es el ¨²nico movimiento que parece capaz de dinamizar las sociedades en este momento
Las formidables manifestaciones del 8-M demuestran que no hay nada m¨¢s poderoso que una movilizaci¨®n por los derechos civiles, que el movimiento feminista es una de sus mejores y m¨¢s vivas expresiones y que en Espa?a existe un profundo y enorme enfado por la desigualdad creciente en cualquiera de sus formas. Y acaso una cuarta conclusi¨®n: la derecha espa?ola tiene una tr¨¢gica dificultad para moverse en ese campo.
El hecho de que el feminismo est¨¦ construido precisamente sobre el discurso de la igualdad le coloca en el coraz¨®n mismo del conflicto que atenaza a buena parte de las sociedades democr¨¢ticas. Por eso, quiz¨¢s, ha reaparecido con tanta fuerza, porque encabeza con m¨¢s claridad que ning¨²n otro movimiento la lucha por los derechos civiles, es decir por los derechos que garantizan la capacidad de los seres humanos para participar en la vida civil y pol¨ªtica. Y a hacerlo en pie de igualdad, sin que ning¨²n poder, p¨²blico o privado, pueda discriminarle por raz¨®n de sexo, raza, edad, incapacidad, nacionalidad, religi¨®n u otras caracter¨ªsticas.
Es el feminismo el ¨²nico movimiento que parece capaz en estos momentos de dinamizar las sociedades y de obligar a esos poderes a cambiar sus agendas. Por eso es tan importante que las grandes huelgas y movilizaciones del pasado 8 de marzo se traduzcan r¨¢pidamente en exigencias concretas y en resultados palpables. No se trata de que exista una mayor conciencia social sobre la discriminaci¨®n que sufren las mujeres, ni sobre la desigualdad, eso no es suficiente ni lo ha sido nunca. Se trata de ejercer un poder transformador y de exigir los instrumentos que permitan llegar a esos objetivos. Como escrib¨ªa esta semana Pablo Sim¨®n, los hombres deber¨ªan reconocer que es la iniciativa de las mujeres la que est¨¢ permitiendo hacer frente al avance de las fuerzas reaccionarias que llaman a la puerta.
El movimiento feminista tiene en estos momentos la energ¨ªa necesaria para exigir que las leyes impulsen y protejan la igualdad ante la ley, y que las leyes no sean instrumentos de propaganda, como sucede en tantos casos cuando se trata de los derechos de las mujeres, sino que sirvan a esos objetivos, en el trabajo, en los consejos de administraci¨®n, en la vida civil, econ¨®mica y pol¨ªtica, y en la vida privada.
El ¨¦xito de la jornada de movilizaci¨®n feminista tiene bastante que ver con el hecho de que ya hay mujeres en pr¨¢cticamente todos los ¨¢mbitos de la sociedad, pol¨ªticos, econ¨®micos, empresariales, medi¨¢ticos, educativos o culturales. Sin ellas, sin esa presencia, a¨²n insuficiente, pero activa, no hubiera sido posible que el mensaje llegara hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de Espa?a, como ha llegado.
Ese ha sido uno de los errores de la derecha espa?ola, ignorar que las mujeres tienen ya una parcela de poder, por peque?a que sea y que son conscientes de que su situaci¨®n sigue siendo muy fr¨¢gil. La ola ha arrasado tanto a la direcci¨®n del PP como a la de Ciudadanos y la rectificaci¨®n en el ¨²ltimo minuto no sirvi¨® sino para resaltar a¨²n m¨¢s su tr¨¢gica ceguera. Rivera sacrific¨® la bien ganada imagen de modernidad de su mejor dirigente, In¨¦s Arrimadas, a su obsesi¨®n por no separarse un mil¨ªmetro del votante del PP. El feminismo no es una etiqueta, como cree Ciudadanos y la ministra de Igualdad (a prop¨®sito, si no les gustan las etiquetas, ?qu¨¦ hacen militando en partidos pol¨ªticos?). Y tampoco un lazo violeta, como el que exhibi¨® incongruentemente Mariano Rajoy: si tanto aprecia la igualdad, ?por qu¨¦ el PP present¨® en su d¨ªa recurso de inconstitucionalidad contra las leyes de paridad aprobadas por los parlamentos de Castilla-La Mancha y Baleares?
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