Evasiones
Montaigne, harto de sus cong¨¦neres, se encerr¨® a escribir sobre s¨ª mismo en la apartada torre
Gracias a la amabilidad de Luisa Castro y a una invitaci¨®n del Cervantes de Burdeos, coincid¨ª all¨ª con Fernando Savater y Andr¨¦s Trapiello. Charlamos sobre Montaigne con pasi¨®n (Fernando), con elegancia (Andr¨¦s) y con poca gracia (yo), pero el p¨²blico se divirti¨® porque en aquella ciudad Montaigne es como la Pilarica en Zaragoza, aunque pocos vayan a besar al santo. Nosotros fuimos. La torre donde se recluy¨® no est¨¢ lejos de la ciudad, aunque los due?os del lugar la tienen muy abandonada. All¨ª pas¨® a?os redactando sus Ensayos, uno de los libros m¨¢s influyentes de toda la literatura universal. Montaigne, que hab¨ªa sido militar y alcalde de Burdeos, cogi¨® una ¨¦poca de matanzas civiles, de modo que, harto de sus cong¨¦neres, se encerr¨® a escribir sobre s¨ª mismo en la apartada torre. Una evasi¨®n fruct¨ªfera.
La hermosa ciudad del Garona invita a la evasi¨®n. Si nosotros hubi¨¦ramos podido, tambi¨¦n nos habr¨ªamos evadido, pero los espa?oles estamos a¨²n muy metidos en nonadas pol¨ªticas y sociales. No somos suficientemente sabios. Eso s¨ª, hay otra manera de evadirse en Burdeos. El a?o 1802 lleg¨® hasta all¨¢ el mayor poeta moderno, Friedrich H?lderlin, quiz¨¢s a pie desde su Suabia natal. Hay quien cree que pas¨® por Par¨ªs y vio la sangre del terror. El caso es que cuando pis¨® Burdeos ya ten¨ªa el cerebro fundido. Aguant¨® unos meses y se volvi¨® para casa de nuevo caminando. Nadie sabe c¨®mo, pero a su ciudad lleg¨® ya completamente loco y al poco comenz¨® su encierro en la buhardilla de Zimmer. Treinta a?os all¨ª metido. Otra evasi¨®n, m¨¢s radical.
Montaigne escap¨® culebreando por entre los libros que guardaba en su biblioteca; H?lderlin lo hizo sujet¨¢ndose a los hilos del cielo o sostenido por ¨¢ngeles compasivos. ?Cu¨¢l es mejor?
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