Zuckerberg: el gran hermano
Facebook personifica la pesadilla de Orwell en '1984' y tambi¨¦n el sue?o inalcanzable de Goebbels y Stalin
La crisis de Facebook por el esc¨¢ndalo Cambridge Analytica es la primera gran crisis del nuevo mundo y plantea, ante todo, el hundimiento de la pol¨ªtica tal y como la hemos conocido. La red social, que tiene casi 2.000 millones de usuarios en todo el planeta, consigui¨® hace mucho tiempo una extra?a unanimidad. Todos los Gobiernos, de izquierda y de derecha, de Oriente y Occidente, vieron con preocupaci¨®n su creciente influencia por la manipulaci¨®n de las masas y la unificaci¨®n del pensamiento que supon¨ªa Facebook.
Millones de personas volcando en su muro sus datos y revelando sus gustos y creencias a base de "likes" han convertido el invento de Mark Zuckenberg en el mejor instrumento de manipulaci¨®n colectivo de la Historia. El poder siempre se ha basado en el manejo de los miedos, las creencias, los sentimientos de culpa, las aspiraciones de superaci¨®n y la b¨²squeda de la felicidad de los seres humanos. El Vaticano, junto a algunos Estados, dio las primeras muestras del poder organizado a partir de la fe y del conocimiento de la intimidad personal, un monopolio ejercido por portavoces del pensamiento divino antes de que Gutenberg inventara la imprenta.
Facebook cre¨® un universo en el que, por primera vez, uno no solamente exist¨ªa, era libre y, adem¨¢s, estaba protegido para hablar de lo que quer¨ªa y de qui¨¦n quer¨ªa, sino que, sobre todo, constru¨ªa en esa relaci¨®n de intimidad con sus usuarios una puerta de entrada para manipular sus creencias. Cambridge Analytica accedi¨® de forma irregular a esos datos y personalidades de los internautas para idear formas de manipulaci¨®n e influencia pol¨ªtica. De todos los Gobiernos del mundo, el que m¨¢s se resisti¨® al fen¨®meno Facebook, bloque¨¢ndolo hasta donde es posible en el mundo moderno porque para eso es una dictadura, fue China. Los chinos fueron los primeros que cercaron la gran red social, mientras constru¨ªan una alternativa. Despu¨¦s, los europeos encontraron en las diferentes trampas y usos diversos de las ventajas fiscales la raz¨®n para examinar su comportamiento y el de otros gigantes tecnol¨®gicos.
Pero, al final, Cambridge Analytica o los impuestos son solo el iceberg del verdadero problema: Facebook personifica la pesadilla de Orwell en 1984 y tambi¨¦n el sue?o inalcanzable de Goebbels y Stalin. ?Hasta qu¨¦ punto la red social no cede tambi¨¦n a la tentaci¨®n de explotar la enorme base de datos sobre sus usuarios para orientarles pol¨ªtica y socialmente? Zuckenberg tiene una responsabilidad hist¨®rica - aunque no es el ¨²nico- que afecta a la construcci¨®n de este mundo tan extra?o, en el que vamos cambiando conocimiento por sabidur¨ªa.
En la era de Internet, de Google y de Apple, tenemos, en cierto sentido, m¨¢s conocimiento que nunca. Pero la supresi¨®n del tiempo y de los procesos de maduraci¨®n originan tambi¨¦n sociedades cada vez menos sabias, aunque con mayor potencial para recolectar datos. En cualquier caso, el mundo moderno- construido por gente que, salvo Steve Jobs, nunca tuvo un modelo de actuaci¨®n pol¨ªtica y social- concentra lo m¨¢s sagrado que tenemos los seres humanos, nuestra necesidad de comunicaci¨®n y de afecto, en muy pocas manos.
Unas manos cuyo alcance no se limita a desarrollar algoritmos que han destruido el modelo de negocio de los medios de comunicaci¨®n, sino que, te¨®ricamente, defienden nuestros sue?os m¨¢s profundos y necesidades m¨¢s esenciales de interacci¨®n. En ese sentido, Facebook ha sido el principal elemento para romper con el principio jeffersoniano a¨²n vivo ¨C agonizando, pero vivo- que reza que m¨¢s vale prensa sin Gobierno que Gobierno sin prensa.
La dictadura de Facebook sobre la informaci¨®n fue algo muy sencillo de conseguir. Durante a?os, los medios tradicionales invirtieron miles de millones en una reconversi¨®n digital que inexorablemente pasaba, seg¨²n ciertos gur¨²s para los que no hab¨ªa otros escenarios posibles, por regalar sus contenidos en Internet. Dec¨ªan que, cuando se obtuviese una audiencia suficiente, la publicidad devolver¨ªa la rentabilidad econ¨®mica a la prensa como en los viejos tiempos.
En teor¨ªa, eso funcionaba. En la pr¨¢ctica, bastaba un cambio en el algoritmo de Facebook - y una oferta que no se pod¨ªa rechazar- para que al final los medios de comunicaci¨®n corrieran con todos los riesgos, pusieran sus marcas y financiaran su expansi¨®n. Despu¨¦s tendr¨ªan que pagar a la red social por el tr¨¢nsito, la difusi¨®n y el ¨¦xito, permitiendo que se quedara con un negocio que no le pertenec¨ªa.
Es verdad que otras plataformas digitales aplican la misma f¨®rmula. Al final, la esencia m¨¢s relevante es que esa concentraci¨®n del poder, no s¨®lo la administraci¨®n de los datos de millones de personas, sino la capacidad de manipular y seleccionar qu¨¦ es lo primero que tenemos que procesar, ha creado un problema de imposible soluci¨®n. ?Qui¨¦n gobierna hoy? ?Facebook? ? O los Gobiernos constituidos? La indefensi¨®n de los poderes p¨²blicos- salvo en cuestiones de Defensa y ciberguerra- frente a estas nuevas realidades es lo que pone de manifiesto la crisis de Facebook. No ser¨¢ la ¨²nica, pero s¨ª es suficiente para redefinir el poder moderno.
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