La nataci¨®n en alta mar
?Qu¨¦ decir a un escritor de 90 a?os que nos pide ayuda para impulsar su carrera? Esta es una historia real que merec¨ªa una respuesta p¨²blica.
Estimado se?or Valenzuela: Anthony Powell escribi¨® que envejecer es como ser penalizado por un crimen que uno no ha cometido, pero supongo que esto usted, a su edad, ya lo sabe: pese a ello, espero que se encuentre muy bien.
Quien no lo estaba era, al parecer, Quentin Crisp, quien vivi¨® hasta los 91 a?os y, cuando le preguntaron por la causa de su longevidad, dijo que era la ¡°mala suerte¡±. De la ¡°mala suerte¡± de escribir durante mucho tiempo y permanecer in¨¦dito o ser publicado en condiciones penosas va precisamente su carta, por cierto: de editoriales que quiebran poco despu¨¦s de la publicaci¨®n, de tiradas insuficientes, de injerencias editoriales, de la indiferencia de los lectores. Y tambi¨¦n, de su necesidad de hacer algo con una obra ¡°de a?os y a?os que ha de quedar desconocida y en gran parte in¨¦dita¡± sin mi ayuda y la de los esp¨ªritus afines: Sobre viejos veranos; Grita, cuerpo, mis ochenta; Hallazgos y figuras en m¨¢s de un siglo de Espa?a.
La carrera literaria, que a menudo da la impresi¨®n de describir una trayectoria recta, est¨¢ llena de tropiezos y malentendidos
Me dice que en su carrera como escritor tambi¨¦n ha habido alegr¨ªas: que hayan sido ¡°muy raras¡±, como afirma, inclina la balanza, sin embargo, del lado de las ¡°muchas (tal vez ya demasiadas) decepciones¡±. Nos pasa a todos: Truman Capote compar¨® la publicaci¨®n de un libro con la experiencia de sacar a un ni?o a un parque y dispararle en la cabeza; publicar libros, escribi¨® G. M. Young, es como casarse con una duquesa: el honor siempre es m¨¢s grande que el placer y uno siempre se arrepiente antes de que se hayan marchado los invitados.
Escribir, ya lo sabe, es una actividad enormemente dif¨ªcil. A menudo se parece a un ejercicio continuo de decepci¨®n de las expectativas. Desde luego, todo escritor merecer¨ªa ser publicado y (adem¨¢s) ser le¨ªdo. La carrera literaria, que a menudo da la impresi¨®n de describir una trayectoria recta, est¨¢ llena de tropiezos y malentendidos, y a veces tambi¨¦n se parece a la nataci¨®n en alta mar: no hay punto de partida, no hay sitio de llegada ni referencias, s¨®lo una inmensa cantidad de agua que se nos antoja insuperable. (Un barco aparece en el horizonte a veces, pero el capit¨¢n siempre sali¨® a comer y los marineros tomaron el barco).
Ante todo ello, ?no deber¨ªamos acaso celebrar el hecho de que alguna vez tuvimos la voluntad y la disponibilidad (y eventualmente el talento) de escribir? S¨¦ que no es un gran consuelo (y, por supuesto, no es ninguna ayuda del tipo de la que me solicita), pero ?no tendr¨ªamos que contentarnos con el hecho de haber estado all¨ª, en el territorio inexplorado de la escritura al que pocos se atreven, antes que lamentar el rechazo de un mundo que siempre ha vivido equivocado, tambi¨¦n en materia de literatura? Si esto no le sirve de consuelo y de aliento, le propongo que levante la vista: las nubes se han disipado, los ¨¢rboles todav¨ªa se aferran a la tierra con entusiasmo.
Le env¨ªo un fuerte abrazo y mis mejores deseos.
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