El trago m¨¢s amargo de Facebook
El fraude de Cambridge Analytica afecta a los cimientos que sustentan una democracia: consultas limpias a los ciudadanos
¡°Mu¨¦vete r¨¢pido; rompe cosas¡±. El famoso lema de Facebook se ha cumplido. Literalmente. La red social ha hecho a?icos el bien m¨¢s preciado del que dispon¨ªa: la confianza de esos casi 2.000 millones de usuarios convencidos de que era posible construir un mundo abierto, conectado (y aparentemente gratis). La compa?¨ªa no ha preservado adecuadamente los datos privados de esos 50 millones de usuarios que Cambridge Analytica utiliz¨® fraudulentamente para colar noticias falsas en favor de Donald Trump y del Brexit.
El esc¨¢ndalo afecta a los cimientos que sustentan una democracia: consultas limpias a los ciudadanos, como se desprende de las revelaciones de Christopher Wylie, el cerebro de Cambridge Analytica. Ha admitido sin tapujos que el resultado del refer¨¦ndum brit¨¢nico podr¨ªa haber sido distinto de no haber hecho ¡°trampas¡± quienes apostaban por la salida de Reino Unido de la UE en la consulta de junio de 2016.
En los ¨²ltimos meses se hab¨ªan recabado numerosos indicios sobre la movilizaci¨®n de tramas rusas para desestabilizar y erosionar los pilares de la UE difundiendo noticias enga?osas, bulos y mentiras durante las campa?as electorales de Alemania, Francia y Holanda. Tambi¨¦n en la crisis catalana se ha percibido la mano negra de algunos medios vinculados al Kremlin. Ahora se sabe que no solo estos portales t¨®xicos han esparcido fake news con fines pol¨ªticos. Tambi¨¦n empresas situadas en la ¨®rbita electoral de Trump han jugado con ventaja.
Si la informaci¨®n personal es el motor que mueve a los colosos tecnol¨®gicos, muchos se preguntan si los usuarios no deber¨ªan cobrar por dejar que los utilicen. Tim Wu, profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, sostiene que la gran innovaci¨®n de Facebook no es la red social, sino habernos convencido de dar mucha informaci¨®n personal a cambio de casi nada.
Solo en la Uni¨®n Europea se escriben cada d¨ªa 20.000 millones de correos electr¨®nicos, se realizan 650 millones de b¨²squedas y se publican 150 millones de post en las redes sociales. Esta catarata de pinchazos va dejando una huella que es aprovechada por los anunciantes para promocionar sus productos. En el libro El filtro burbuja, Eli Pariser desgrana la estrategia de los gigantes de Internet para sustentar el negocio: ¡°Cuanta m¨¢s informaci¨®n relevante sean capaces de ofrecer, m¨¢s espacios publicitarios podr¨¢n vender y, en consecuencia, m¨¢s probabilidades habr¨¢ de que compremos los productos que nos est¨¢n ofreciendo¡±.
Aunque a veces puede haber un efecto bumer¨¢n. Unilever, una de las principales marcas de productos de consumo, ha cuestionado el modelo de las grandes tecnol¨®gicas para promocionar sus marcas: ¡°No podemos seguir apoyando una cadena de suministro digital que a veces es poco mejor que un pantano en t¨¦rminos de transparencia¡±, dicen sus directivos. Con argumentos similares, y escud¨¢ndose en el esc¨¢ndalo de Cambridge Analytica, la revista Playboy ha decidido eliminar su p¨¢gina de la red social. Pese a todo, los grandes soportes tecnol¨®gicos son extraordinarios altavoces para los medios de comunicaci¨®n. Abren una ventana al mundo inimaginable en los tiempos anal¨®gicos.
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