La vida de los ¨¢ngeles
Coger el encanto de las cosas, hacerlo de una forma ir¨®nica, triste, musical, involuntaria, eso hacen tanto Miguel Delibes como Josep Pla cuando escriben. Eligen un lugar y a trav¨¦s de las palabras lo hacen entrar en la esfera de los significados
"Solo se escribe bien de lo que no hemos vivido", dice Remy Gourmont. Josep Pla recupera esta frase en las ¨²ltimas p¨¢ginas de El cuaderno gris para desmentirla. Realista convencido, ¨¦l piensa que el escritor debe partir siempre de su propia experiencia, que no necesita inventar ni mentir. Podr¨ªa formularse a partir de sus libros una teor¨ªa de la atenci¨®n. Nada es insignificante, dir¨ªa esa teor¨ªa, todo merece ser contemplado: el trabajo en el campo, la noche con sus luces y su misterio, los pormenores de la cocina, el vuelo de los p¨¢jaros. La suya es una literatura sin artificios, donde solo cuenta ese ¡°nada m¨¢s que mirar¡± que, seg¨²n Francisco Pino, es la esencia de la poes¨ªa.
Toda la obra de Pla es un esfuerzo por transformar su propia vida en escritura. No le gustaban las novelas, porque pensaba que falseaban la vida haciendo que las historias tuvieran un final, cosa que nunca suced¨ªa en la realidad, y se declaraba un hombre sin imaginaci¨®n. Tambi¨¦n Miguel Delibes dec¨ªa que carec¨ªa de imaginaci¨®n, aunque ¨¦l s¨ª escribiera novelas. No inventaba nada, sol¨ªa afirmar; sus libros surg¨ªan siempre de hechos y cosas que ¨¦l mismo hab¨ªa vivido o le hab¨ªan contado.
Otros art¨ªculos del autor
Julian Green defini¨® la imaginaci¨®n como ¡°la memoria de lo que no ha sucedido¡±. Pero hay otro tipo de imaginaci¨®n, aquella cuya criaturas no son meros reflejos, sombras, sino las mismas criaturas del mundo. La imaginaci¨®n como una facultad que no quiere la transfiguraci¨®n de las cosas sino simplemente su contemplaci¨®n, la restauraci¨®n de ese saber inocente, que solo existe en la mirada del ni?o. Ayudarnos a ver, esa ser¨ªa su verdadera tarea.
¡°Ahora hace buen tiempo ¡ªescribe Josep Pla en El cuaderno gris¡ª. La luna de enero es la m¨¢s clara del a?o. Da gusto andar a cualquier hora. El pensamiento se llena de juventud y de imprecisi¨®n. Todo tiene una punta, una oreja lanzada hacia el infinito y, m¨¢s que la posesi¨®n, interesa el fervor, el deseo. La luna pone sobre las paredes de los huertos una blancura espesa y suave, y los eucaliptos tienen, por la noche, una inmovilidad oriental, el aire es tibio con la floraci¨®n de las naranjas. La playa, a las horas del sol, bulle de peque?as llamas rojas como min¨²sculas lenguas de fuego. Por la tarde salen por el cielo unas nubecillas blancas que vienen un poco hacia aqu¨ª y van un poco m¨¢s all¨¢ y, despu¨¦s ¡ªmuerte maravillosa¡ª, se diluyen y se funden en el azul¡±.
Y en Diario de un cazador, la novela de Delibes, se pueden leer cosas como esta: ¡°Pasamos otras dos horas en silencio hasta la amanecida. El cielo blanqueaba por detr¨¢s de los tesos y la islilla de carrizos se empez¨® a animar. Volaron tres gallinetas y ca¨ª una. Luego se arranc¨® una cerceta y Melecio la derrib¨®. El campo estaba hermoso con los trigos apuntados. En la coquina de la ribera hab¨ªa chiribitas y matacandiles tempranos. Una ganga vino a tirarse a la salina y vir¨® al guiparnos. Volaba tan reposada que le vi a la perfecci¨®n el collar¨®n rojo y las timoneras picudas. En la salina, la gambusia se despegaba del cieno del fondo. Era un espect¨¢culo y le dije a Melacio que atendiera. Solo se sent¨ªan los silbidos de los alcaravanes al recogerse en los pinares. As¨ª, como nosotros, debi¨® de sentirse Dios al terminar de crear el mundo¡±.
La imaginaci¨®n procura la restauraci¨®n de ese saber inocente, que solo existe en la mirada del ni?o
Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, en una conferencia preciosa y un tanto disparatada, como todo lo suyo, titulada Poes¨ªa abierta y poes¨ªa cerrada, hace una distinci¨®n entre dos tipos de poes¨ªa, la que nos conmueve por su misterio y su gracia; y aquella que m¨¢s parece elaborada por un orfebre. ¡°Yo he desde?ado siempre ¡ªescribe a?os despu¨¦s en una carta¡ª, y m¨¢s cada d¨ªa, el asunto y la composici¨®n. Lo que siempre me tienta es la sensaci¨®n que un fen¨®meno produce, la inquietud pensativa y sensitiva que queda despu¨¦s del asunto y antes de la composici¨®n; y lo que me interesa es libertar sensaci¨®n e inquietud. Creo que en la escritura po¨¦tica, como en la pintura o la m¨²sica, el asunto es la ret¨®rica, lo que queda, la poes¨ªa¡±.
Coger el encanto de las cosas, hacerlo de una forma ir¨®nica, triste, musical, involuntaria, eso hacen tanto Miguel Delibes como Josep Pla cuando escriben. Eligen un lugar y a trav¨¦s de las palabras lo hacen entrar en la esfera de los significados. Hacen de ¨¦l un lugar so?ado y un lugar real; un lugar que tiene la presencia de las cosas reales, pero tambi¨¦n la intensidad de los sue?os. ¡°El Nini, el chiquillo ¡ªleemos en Las ratas¡ª, sab¨ªa ahora que el pueblo no era un desierto y que en cada obrada de sembrado o de bald¨ªo alentaban un centenar de seres vivos. Le bastaba agacharse y observar para descubrirlos. Unas huellas, unos cortes, unos excrementos, una pluma en el suelo le suger¨ªan, sin m¨¢s, la presencia de los sisones, las comadrejas, el erizo o el alcarav¨¢n¡±.
En El cuaderno gris hay una enigm¨¢tica entrada sobre la muerte de un ni?o. ¡°He ido al entierro de un ni?o del profesor Boix¡±, leemos. El locuaz Pla, capaz de dedicar p¨¢ginas interminables a una conversaci¨®n en el caf¨¦ o a sus clases en la universidad, no tiene palabras para hablar de ese momento tan doloroso. ?Se calla por pudor o porque le confunde lo que siente? Le pasa a menudo con las mujeres. Las desea, le gustan, pero no sabe qu¨¦ decir de ellas y, cuando lo hace, es casi siempre para recurrir a los t¨®picos de la ¨¦poca. Aunque a veces se le va la mano y escribe: ¡°Veo a Adela, la peque?a del faro, de lejos. En un momento determinado la veo sobre el cielo azul como una figura recortada. ?Qu¨¦ cosa misteriosa tiene esta criatura! Es llena y fuerte, juguetona, deliciosa, se escabulle de las manos como un p¨¢jaro caliente y escurridizo. La malicia que tiene ¡ªuna malicia de trece a?os¡ª me produce una fascinaci¨®n extra?a¡±. Pla raras veces ve la escritura como una forma de despertar lo que permanece dormido en ¨¦l y de entrar en el campo de lo que desconoce. Tampoco Delibes lo hace. Son demasiado precavidos, raras veces se arriesgan, solo se encuentran a gusto cuando hablan de lo que saben y comprenden. ?Por qu¨¦ entonces nos emociona leerlos?
Los escritores se interesan por las cosas de los otros. ?Puede haber nada m¨¢s pueril, m¨¢s infantil?
¡°Como quieren que pinte ¨¢ngeles ¡ªpreguntaba el pintor Gustave Courbet a sus amigos¡ª si no he visto ninguno en mi vida¡±. Delibes y Pla habr¨ªan suscrito con gusto esta frase, pero ?qui¨¦n conoce la vida de los ¨¢ngeles? Simbolizan lo que no hemos vivido, el lugar donde algo se perdi¨® o donde no pudimos entrar nunca. ¡°Las palabras tienen un alma¡±, escribi¨® Chateaubriand. ¡°La mayor¨ªa de los lectores y de los escritores solo le piden un sentido. Es preciso encontrar ese alma, que aparece en contacto con otras palabras¡±. Pocos han acertado a convocar ese alma de las palabras con la naturalidad y la ausencia de artificio con que lo han hecho Miguel Delibes y Josep Pla. La primera virtud que se necesita para dedicarse a la literatura ¡ªa la novela, por ejemplo¡ª es candor, ingenuidad. Los escritores se interesan por las cosas de los otros, tratan de comprender a la gente, se ocupan de los dem¨¢s. ?Puede haber nada m¨¢s pueril, m¨¢s infantil?
Cualquiera de los dos podr¨ªa haber escrito algo as¨ª, ?qui¨¦n dice que no ve¨ªan ¨¢ngeles cuando escrib¨ªan?
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.