La lucha de ¡®Las Kellys¡¯ por salir de la invisibilidad
Mariano Rajoy debe demostrar que su reuni¨®n con las camareras de piso es algo m¨¢s que un gesto propagand¨ªstico
Est¨¢ muy bien que el presidente del Gobierno las haya recibido en La Moncloa para escuchar sus reclamaciones, pero las camareras de piso que trabajan en los hoteles necesitan algo m¨¢s que una foto con Mariano Rajoy. Con remuneraciones tan irrisorias como 2,5 euros por habitaci¨®n limpiada y salarios que dif¨ªcilmente sobrepasan los 700 euros netos al mes por jornadas de m¨¢s de ocho horas, las camareras de habitaciones son v¨ªctimas de un sistema de externalizaciones a la baja del que ellas son el ¨²ltimo eslab¨®n. El grado de explotaci¨®n es proporcional al grado de invisibilidad. Solo as¨ª se explica que en la cadena de valor del negocio tur¨ªstico, se pague tan poco dejar impecable una habitaci¨®n por la que el cliente ha podido llegar a pagar hasta 300 euros.
Desde la reforma laboral de 2012, la precarizaci¨®n del colectivo se ha agravado y extendido, hasta el punto de que se estima que la mitad de las m¨¢s de 200.000 mujeres que se ocupan de estas tareas en Espa?a trabaja fuera de convenio. Los abusos son constantes. Algunas subcontratistas van m¨¢s all¨¢ y burlan la ley emple¨¢ndolas con falsos contratos de formaci¨®n, como se ha visto en el expediente sancionador abierto por la Inspecci¨®n de Trabajo a una empresa que proporcionaba 275 limpiadoras a cuatro hoteles de Sevilla.
Cansadas de que cada d¨ªa empeoren sus condiciones de trabajo, un grupo de ellas decidi¨® constituir la Asociaci¨®n Las Kellys, acr¨®nimo derivado de una expresi¨®n ¡ª¡±las que limpian¡±¡ª con la que suelen ser ninguneadas tanto por los empleadores como por quienes se benefician de su trabajo. Las que limpian hacen entre 20 y 25 habitaciones diarias, arrastrando por los pasillos carritos de hasta 100 kilos de peso, sin recibir a veces ni los buenos d¨ªas. Hacen su trabajo a contrarreloj sin que casi nadie se lo reconozca porque son transparentes.
Las invisibles han salido ahora a la luz. Comenzaron a agruparse en 2014 y a lo largo de 2015 dieron el salto: ¡°Pasamos de desahogarnos por Internet a la autoorganizaci¨®n¡±, cuentan en su p¨¢gina web. Formaron grupos territoriales en los principales destinos tur¨ªsticos de Espa?a y alzaron su voz: ¡°Somos las que nunca hemos visto cuatro cifras en nuestra n¨®mina, las que sobrevivimos con 400, 600 u 800 euros¡las que hacen horas extras ¡®voluntarias¡¯ y muchas veces no pagadas para llegar a fin de mes o por miedo a quedarnos en la calle. Pero tambi¨¦n somos las que creemos que valemos mucho m¨¢s que esto¡±. Reclaman una serie de mejoras que no son otra cosa que condiciones b¨¢sicas de un empleo digno, desde el derecho a vacaciones remuneradas o a jubilarse anticipadamente a una remuneraci¨®n justa. Tambi¨¦n piden que se reconozcan como enfermedad laboral las dolencias relacionadas con su trabajo.
El presidente del Gobierno debe demostrar ahora que lo que le ha impulsado a recibir en La Moncloa a las representantes de Las Kellys ¡ªPilar Cazorla, Ana Luc¨ªa Nacher, ?ngela Mu?oz y Miriam Barros¡ª no es solo un af¨¢n propagand¨ªstico para exhibir una sensibilidad social que no se encuentra en sus pol¨ªticas. No solo de fotos y buenas palabras se nutre el buen gobierno. Hechos, y no gestos, es lo que necesitan estas trabajadoras que ocupan el pelda?o m¨¢s bajo de la escala salarial y son sistem¨¢ticamente ignoradas por sus empleadores.
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