Carta al ministro de Cultura
Hay un algoritmo democr¨¢tico, que los gobernantes no pueden ignorar, y es la formalidad del respeto al principio no confesional del Estado.
YO NO le acuso, se?or ministro.
"No voy a acusarle de nada, se?or ministro, pero entiendo que usted deber¨ªa tener otro miramiento y ser m¨¢s ecum¨¦nico"
Cuando alguien que tiene por oficio el escribir se dirige de forma cr¨ªtica a quien representa el poder suele ser etiquetado como ¡°escritor comprometido¡± o ¡°intelectual¡±. Creo que conviene revisar esos conceptos. La idea de intelectual moderno se asocia con la figura de ?mile Zola y su J¡¯accuse¡! (Yo acuso), una respuesta al antisemitismo que se adue?¨® de Francia con el caso Dreyfus, un militar jud¨ªo condenado injustamente. El equ¨ªvoco hist¨®rico est¨¢ en pensar que todos los ¡°intelectuales¡± actuaron como Zola, y que todos los escritores se rebelaron contra aquel abuso. Ni todos, ni la mayor¨ªa. Gran parte se sumaron a la avalancha reaccionaria e hicieron un churrasco con la fama de Zola, marc¨¢ndolo con el sambenito de ¡°anarquista de atril¡±. ?l mismo fue condenado y tuvo que exiliarse a Londres. Los miembros de la Academia francesa arremetieron tambi¨¦n contra ¨¦l. Y el ¡°inmortal¡± Bruneti¨¨re vapuleaba a quienes, como Zola, ten¨ªan la osad¨ªa de ¡°tratar de idiotas a nuestros generales, de absurdas a nuestras instituciones sociales y de malsanas a nuestras tradiciones¡±.
Muchos intelectuales jalearon las guerras. En Alemania, en la Primera Gran Guerra, fue c¨¦lebre el ?llamado Manifiesto de los noventa y tres: ¡°Creed que llevaremos esta guerra hasta el final como una naci¨®n civilizada¡±. Noam Chomsky, en ?Qui¨¦n domina el mundo?, muestra c¨®mo se repite el patr¨®n de premio y castigo a lo largo de la historia. Premio para los conformistas. Castigo para quienes no dicen am¨¦n.
Yo no digo am¨¦n, pero tampoco le voy a acusar de nada, Dios me libre, se?or ministro.
Hay ya demasiadas acusaciones. Opiniones, cr¨ªticas, disidencias y hasta coplas hip-hop que conllevan acusaciones e incluso terminan al modo Dreyfus: con gente enjaulada. Ya sabe lo que dec¨ªa un personaje de Valle-Incl¨¢n en El ruedo ib¨¦rico: ¡°Las coplas no son delitos mayores, y hay que tener otro miramiento¡±. Y otro que remachaba: ¡°?Hay que ser m¨¢s ecum¨¦nico!¡±.
No, no voy a acusarle de nada. No porque no quiera comprometerme. Todo lo que se escribe compromete. Y lo que no se escribe. Cuando comenc¨¦ a trabajar de ¡°meritorio¡± en un peri¨®dico, una de las primeras tareas fue escribir el hor¨®scopo. ¡°T¨² pon cualquier cosa¡±, me dijeron, ¡°?divi¨¦rtete!¡±. Pero yo sudaba con los piscis, escorpios y dem¨¢s. Era un compromiso jugar con la suerte de los otros. Ten¨ªa que extraer cada palabra con sacacorchos.
No voy a acusarle de nada, se?or ministro, pero entiendo que usted deber¨ªa tener otro miramiento y ser m¨¢s ecum¨¦nico.
Usted s¨ª que es una persona comprometida. Y un intelectual. Ha sido titular de la C¨¢tedra Jean Monnet. Europarlamentario. Secretario de Estado para la Uni¨®n Europea. Un historial de a¨²pa, sin entrar en genealog¨ªa ni en pomposa redundancia. Adem¨¢s de ministro, es el portavoz del Gobierno de Espa?a. Representa la gobernaci¨®n de un Estado que, seg¨²n la Constituci¨®n, es aconfesional. Literalmente: ¡°Ninguna confesi¨®n tendr¨¢ car¨¢cter estatal¡±.
Desde que tomaron posesi¨®n, el presidente y usted, el portavoz, subrayan que son el Gobierno de todos. Esa ser¨ªa la gran diferencia entre un partido democr¨¢tico y una facci¨®n pol¨ªtica. Servir al Estado y no servirse de ¨¦l para intereses particulares. Podemos pensar que eso es una ficci¨®n ingenua. Que una cosa es el Gobierno y otra quien nos gobierna. Pero hay un algoritmo democr¨¢tico, que los gobernantes no pueden ignorar, y es la formalidad del respeto al principio no confesional del Estado. Que usted, ministro de Cultura, los ministros de Interior y Justicia y la ministra de Defensa aparezcan en primera l¨ªnea, en funci¨®n de banderines de enganche, dispensando, en una procesi¨®n en forma de marcha religiosa-militar, propia de una melancol¨ªa de Cruzada, parece algo m¨¢s que un casual desafine de facci¨®n.
En el periodo democr¨¢tico, la Legi¨®n ha participado en misiones humanitarias, lo que es reconocido y valorado. Otra cosa es un ceremonial donde se confunde lo sagrado y lo militar. Jes¨²s y el cristianismo originario nada quisieron saber de ¡°guerra santa¡±. En la Europa de hoy, disociar religi¨®n de la sacralizaci¨®n de la muerte es m¨¢s necesario que nunca. Es un desaf¨ªo cultural frente al fanatismo. Y usted, se?or ministro, sabe de lo que hablo. Si es por tradici¨®n, el pr¨®ximo a?o nos vemos en la silenciosa Procesi¨®n dos Caladi?os de Betanzos.?
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