La piel de mi barrio
Desde hace m¨¢s de veinte a?os, vivo en la calle paralela a aquella en la que transcurri¨® mi primera infancia, y a¨²n reconozco muchas tiendas.
LA PIEL DE LOS barrios se arruga y se reseca, envejece al mismo ritmo que la nuestra.
En algunas fechas concretas del a?o, hago memoria a la fuerza. No me lo propongo, ni siquiera me apetece expresamente, pero el calendario me empuja por las calles m¨¢s familiares con im¨¢genes, sonidos, sensaciones de otro tiempo.
Supongo que soy afortunada. Desde hace m¨¢s de veinte a?os, vivo en la calle paralela a aquella en la que transcurri¨® mi primera infancia, y a¨²n reconozco la inmensa mayor¨ªa de las fachadas, muchas tiendas. En cualquier caso, es notable la caducidad de los comercios de mi barrio. Muchos grandes negocios, con aparentes garant¨ªas de futuro, se hundieron antes de que yo lograra completar el periplo que me devolvi¨® al lugar del que nunca deber¨ªa haberme marchado. Sin embargo, ah¨ª siguen las dos florister¨ªas en las que compraba mi madre y ninguna de las dos ha cambiado mucho. La m¨¢s grande conserva la decoraci¨®n de siempre, y hasta el aire parece el mismo que respir¨¦ tantas veces siendo ni?a. La m¨¢s peque?a sigue pareciendo un patio, imagino que incluso desde antes. Yo no la recuerdo de otra manera.
Desde mi casa hacia la glorieta de Bilbao, el cat¨¢logo de resistentes incluye un taller de reparaci¨®n de calzado de los que no pueden quedar muchos en todo Madrid, dos farmacias, una churrer¨ªa que estuvo muchos a?os cerrada antes de volver a ser un negocio floreciente, una ferreter¨ªa y, eso s¨ª, algunos bares. Tambi¨¦n sobrevive una peluquer¨ªa de se?oras, la decana en estas calles donde ahora brotan los peluqueros como setas despu¨¦s de la lluvia. Y un poco m¨¢s all¨¢, en la calle de Luchana, la papeler¨ªa-imprenta Salazar. No recuerdo la primera vez que fui hasta all¨ª, pero estoy segura de que mi cabeza no llegaba a la altura del mostrador, como no llegaron despu¨¦s las de mis hijos, que desde hace muchos a?os van all¨ª por su cuenta. Para nosotros es, desde luego, un negocio familiar, porque a ¨¦l acudimos todos los miembros de la familia, cada uno por sus propios motivos.
El cat¨¢logo de resistentes incluye un taller de reparaci¨®n de calzado, dos farmacias, una churrer¨ªa, una ferreter¨ªa y algunos bares
Desde mi casa hacia la plaza de las Salesas, puedo contar mis recuerdos con los dedos de una mano. Est¨¢ el mercado de Barcel¨®, por supuesto, mucho m¨¢s bonito ahora, en su inmaculada vestidura blanca, pero al cabo el mismo, porque en ¨¦l siguen vendiendo y comprando, si no todos, s¨ª muchos de los que llevamos d¨¦cadas haci¨¦ndolo. M¨¢s all¨¢, todav¨ªa abre sus puertas a diario una cester¨ªa casi inmortal, y la ¨²nica pasteler¨ªa superviviente de las much¨ªsimas, buen¨ªsimas, que saciaron mis apetitos infantiles. Los vecinos de mi barrio siempre le agradeceremos al repostero catal¨¢n que la gestiona en la actualidad que no le haya cambiado el nombre, La Duquesita, y haya mantenido en lo esencial los muebles y la decoraci¨®n. La misma gratitud guardo a los due?os de la ¨®ptica de la calle de Hortaleza que ocupa hoy el local del almac¨¦n de semillas Robustiano Grueso, las paredes revestidas de cajoncitos que me fascinaron durante tantos a?os intactas a¨²n, como el letrero sobre la fachada. Sin embargo, la fabulosa fruter¨ªa de la calle de Fernando VI ha ca¨ªdo, y la a¨²n m¨¢s esplendorosa pescader¨ªa que hab¨ªa enfrente cay¨® tambi¨¦n, como tantas y tantas tiendas que hoy son peluquer¨ªas, tiendas de dise?o, gimnasios, cl¨ªnicas de fisioterapia y locales de tatuajes.
Todos los d¨ªas camino por mi barrio. Paso por delante de todas estas tiendas, viejas y nuevas, y de los bazares chinos intercalados entre ellas, pero s¨®lo hago memoria, y comparo el pasado con el presente, en algunas fechas concretas. Entonces, en Navidad, en Semana Santa, en algunos d¨ªas muy fr¨ªos del invierno o muy calurosos de la primavera, vuelvo a andar de la mano de mi madre.
Con ella, este a?o, como todos los a?os, he recorrido estas calles buscando pan de torrijas. Lo he encontrado, pero he recordado, uno por uno, los lugares donde ya no lo venden. Y he comprado canela, molida y en rama, y leche, y az¨²car, y limones, y he vuelto a casa cargada de ingredientes pero tambi¨¦n de recuerdos, con la nostalgia anticipada de imaginar lo que sentir¨¢n mis hijos dentro de unas d¨¦cadas.
Entonces, quiz¨¢ no hagan ya torrijas, pero, si no se han marchado de nuestro barrio, llegar¨¢n a echar de menos todas esas peluquer¨ªas que a m¨ª, ahora, me sobran.?
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