¡®Encadenados¡¯, Ingrid vio m¨¢s lejos que Cary
Ante la infantilizaci¨®n del cine, los cl¨¢sicos como Hitchcock demuestran su modernidad
Por razones desconocidas, quiz¨¢ aleatorias, pero en todo caso de agradecer, una cadena de televisi¨®n ha programado Encadenados (Notorius, 1946), de Alfred Hitchcock, dos veces en apenas 48 horas. Notorius es una demostraci¨®n exquisita del talento casi sin l¨ªmites de Hitchcock; tambi¨¦n es una prueba irritante de que el cine ha sufrido un intenso y miserable proceso de infantilizaci¨®n, tanto en la oferta como en la demanda, que la industria, los directores, los guionistas y los actores de anta?o habr¨ªan considerado despreciable. Vista hoy, la pel¨ªcula confirma el diagn¨®stico de Walter Benjamin: lo que confiere carta de naturaleza al cine es la capacidad de modificar selectivamente la perspectiva. Para los espectadores actuales tambi¨¦n deber¨ªa ser una lecci¨®n magistral de c¨®mo se relacionan los hombres y las mujeres con algo bigger than life: el amor.
Encadenados plantea con crudeza c¨®mo interfiere una misi¨®n de espionaje en el amor entre Alicia Huberman (Ingrid Bergman), hija de un jerarca nazi, y Devlin (Cary Grant), el esp¨ªa que la ha reclutado para una misi¨®n indeterminada que finalmente consistir¨¢ en enamorar a Alexander Sebastian (Claude Rains) e introducirse en su c¨ªrculo nazi para averiguar algo que, como siempre en Hitchcock, carece de importancia (el famoso macguffin). A efectos del desarrollo argumental (milimetrado por el ojo cl¨ªnico de Hitchcock), el conflicto se plantea entre una mujer enamorada, dispuesta a sacrificar todo en el altar de su pasi¨®n por Devlin, y un hombre que diluye su amor en nombre de la profesionalidad y de una prueba mezquina de regeneraci¨®n de Alicia. Como suele suceder en las pel¨ªculas de sir Alfred (?ese machista mis¨®gino!), la mujer ve m¨¢s lejos que el var¨®n y acaba por relegarlo al papel, lucido pero est¨¦ril, de salvador en el ¨²ltimo minuto.
El argumento, en manos de Hitch, se convierte en una pieza maestra y una de las cumbres del cine como expresi¨®n de emociones complejas. Los cr¨ªticos subrayan con fruici¨®n los ejercicios espectaculares de estilo: el merodeo semicircular de la c¨¢mara en torno a la nuca de Cary Grant, el beso fragmentado de Alicia y Devlin, o la gr¨²a descendente que va desde lo alto de la escalinata a la mano de Alicia que esconde la llave de la bodega. Pero el talento fluye de lo m¨¢s rec¨®ndito del metraje, all¨ª donde no se aprecian los tour de force. Por ejemplo, en la magistral planificaci¨®n de vaiv¨¦n en el piso en R¨ªo, para mostrar la confusi¨®n de un Grant que, conocedor de la misi¨®n, traslada a Bergman la responsabilidad de aceptarla o rechazarla. O el juego de plano y contraplano en el banco del parque, cuando ella muestra los s¨ªntomas de envenenamiento, que ¨¦l confunde con una resaca (una secuencia dif¨ªcil de soportar); o el plano desolado de Sebastian, esperando a que despierte su madre (una de las madres terribles de Hitchcock) para aliviar en ella su terror y su confusi¨®n. Encadenados se cierra con la autoridad de una obra maestra: un encuadre acompa?a a Sebastian a su destino, entre la jaur¨ªa nazi, que solo puede ser fatal. Los felices Alicia y Devlin ya est¨¢n en off.
Nada hay m¨¢s moderno que los cl¨¢sicos. Como Ford, Lang, el propio Hitchcock.... Sab¨ªan, igual que los fil¨®sofos rom¨¢nticos, que la mujer es el aut¨¦ntico g¨¦nero humano; los hombres son o ¨¢ngeles o demonios. Debe ser una modernidad (o una forma de sabidur¨ªa) que, por desgracia, la industria actual y los espectadores quiz¨¢ han olvidado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.