Lo que nuestras met¨¢foras dicen de nosotros
El lenguaje figurado dice m¨¢s de nosotros de los que nos creemos. Nos ayuda a entender el mundo. Es un atajo que toma la mente para asimilar situaciones complejas. Y acaba convirti¨¦ndose en un espejo fiel de nuestra cultura.
Para el poeta Robert Frost, la vida era un camino que discurre por encrucijadas insorteables; para Pessoa, una sombra que pasa sobre un r¨ªo. Shakespeare ve¨ªa el mundo como un escenario y Scott Fitzgerald percib¨ªa a los seres humanos como barcas a contracorriente. Nos rodean las met¨¢foras, pero no solo cuando tomamos un libro entre las manos. En nuestro uso cotidiano de la lengua est¨¢n tan presentes que ni siquiera las advertimos: ¡°Las mujeres ante el techo de cristal¡±, ¡°la burbuja del alquiler¡±, ¡°los brotes verdes de la econom¨ªa¡±, ¡°cortar una situaci¨®n por lo sano¡±¡Considerada la forma por antonomasia del lenguaje figurado, a veces se ha tomado por un mero embellecimiento del discurso, un alarde intelectual o incluso una desviaci¨®n l¨²dica del conocimiento l¨®gico.
Un grupo de investigadores liderados por la ling¨¹ista Elena Semino estudia el impacto emocional de las met¨¢foras en la medicina
Desde 1980, con la publicaci¨®n del libro Met¨¢foras en la vida cotidiana (editorial C¨¢tedra) se actualiz¨® el papel protag¨®nico de esta figura ret¨®rica. Y es que sus autores, Lakoff y Johnson, apuntaron que las alegor¨ªas dibujan el mapa conceptual seg¨²n el cual observamos, pensamos y actuamos. A menudo son nuestra br¨²jula invisible, la que orienta tanto los gestos instintivos que hacemos como las decisiones trascendentales que tomamos. Es muy probable que quienes conciban la vida como una cruz y quienes la entiendan como un viaje no reaccionen igual ante un mismo dilema. Las met¨¢foras son eficaces herramientas multiusos. Al partir de elementos ya conocidos, nos ayudan a examinar realidades, conceptos y teor¨ªas nuevas de una manera pr¨¢ctica. Tambi¨¦n nos sirven para abordar experiencias traum¨¢ticas en las que el lenguaje literal se revela impotente. Son vigorosos atajos que toma la mente para asimilar situaciones complejas en las que la literalidad resulta tediosa, limitada o confusa. Nos resulta m¨¢s f¨¢cil entender que la depresi¨®n es una suerte de agujero negro, que el ADN es el manual de instrucciones de cada ser vivo o que un banco contagia a otro.
Estas figuraciones cohesionan las identidades colectivas, pues dado que circulan y se reutilizan sin cesar hasta que acaban por incorporarse a nuestro acervo interpretativo: son un espejo fiel de nuestra cultura. Pero este lenguaje puede convertirse en una trampa intelectual. Hace unos a?os, los psic¨®logos Paul Thibodeau y Lera Boroditsky, de la universidad estadounidense de Stanford, publicaron un trabajo en el que analizaban los resultados de plantear un debate sobre pol¨ªticas contra la delincuencia utilizando dos met¨¢foras diferentes. Cuando el problema se ilustraba como si se tratase de un depredador devorando a la comunidad, la respuesta era endurecer la vigilancia policial y aplicar leyes m¨¢s severas. Por el contrario, cuando se expon¨ªa como un virus que infectaba la ciudad, los encuestados optaban por que se adoptaran medidas para erradicar la desigualdad y mejorar la educaci¨®n. Las malas comparaciones dan lugar a malas pol¨ªticas, escribi¨® el Nobel de econom¨ªa Paul Krugman. Y es que son de una versatilidad portentosa.
En el campo de la medicina, se han ido produciendo cambios de paradigma con respecto a su impacto emocional. En un reciente seminario organizado por la Universidad de Navarra, la ling¨¹ista inglesa Elena Semino disert¨® sobre los efectos de abordar el c¨¢ncer como si fuera una guerra y las sensaciones negativas que experimenta el paciente cuando cree ¡°estar perdiendo la batalla¡±. Aunque, para otros, pueda resultar estimulante. El error, afirm¨® la experta, es generalizar ciertos campos sem¨¢nticos como, por ejemplo, el militar ¨Calgo que ya hac¨ªa Galeno de P¨¦rgamo, hace 19 siglos¨C . Para corregirlo, su grupo de investigaci¨®n elabora lo que llama un ¡°men¨² de met¨¢foras¡±, con el fin de que profesionales y pacientes se enfrenten a la enfermedad de una manera m¨¢s constructiva. Las buenas met¨¢foras nos regalan otras perspectivas, fronteras menos r¨ªgidas, nuevas categorizaciones que sustituyen a las ya gastadas.?
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