M¨¢ster
En vista de que ya solo la gimnasia bloqueaba nuestra licenciatura, mi amigo Eduardo y yo decidimos consultar a las brujas de Macbeth
Ahora que estamos entre conmociones y fraudes universitarios, me gustar¨ªa revelarles que nunca acab¨¦ la carrera, que todo fue una farsa y que una d¨¦cada despu¨¦s de la jubilaci¨®n, puedo quitarme la m¨¢scara y sacarle la lengua al mundo. ?Ya me parec¨ªa a m¨ª! ¡ªdir¨¢ m¨¢s de uno¡ª, ?es la desfachatez de los intelectuales! Lo siento, eso ser¨ªa mentir para darme importancia. Lo cierto es que me licenci¨¦, pero recurriendo a enga?os. No fue por culpa de mis algaradas pol¨ªticas ¡ªsoy puro sesentaiocho, qu¨¦ le vamos a hacer¡ª ni por mi poca afici¨®n al estudio, sino por una maldita asignatura que se me atasc¨® a?o tras a?o: ?la gimnasia! No es cosa de risa, porque uno entonces se quedaba sin el t¨ªtulo por culpa de esa ¡°mar¨ªa¡± lo mismo que suspendiendo metaf¨ªsica o l¨®gica. Desde mis a?os colegiales supe que yo no ten¨ªa nada que ver con el plinto o las espalderas, esos instrumentos medievales de tortura, ni hab¨ªa nacido para trepar por una soga a¨²n en una ¨¦poca feliz en la que pesaba bastante menos que ahora. Ni siquiera el potro me motivaba, pese a mi afici¨®n h¨ªpica...
En vista de que ya solo la gimnasia bloqueaba nuestra licenciatura, mi amigo Eduardo y yo decidimos consultar a las brujas de Macbeth. Nos aconsejaron que alquil¨¢semos un par de raquetas y fu¨¦semos unas cuantas tardes a las pistas de la Ciudad Universitaria. Nadie se preocupaba de nosotros, que pase¨¢bamos de arriba abajo, con las raquetas enfundadas, admirando sinceramente a los jugadores sudorosos y sobre todo a las jugadoras de muslos poderosos y relucientes. Despu¨¦s, sin haber buscado pista ni molestado al orbe con nuestra torpeza, firm¨¢bamos en la entrada la asistencia y nos ¨ªbamos al cine. ?Hab¨ªamos hecho nuestro m¨¢ster! As¨ª aprobamos.
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