Vida real
La imagen de un chico con la mirada pegada a una pantalla de m¨®vil siempre me ha parecido una se?al de civilizaci¨®n
Me escribe un amigo para contarme que tiene un viaje con unas compa?¨ªas un poco pesadas y se lleva un libro para que lo dejen en paz. Este amigo calcula la pesadez de la compa?¨ªa en libros y duraci¨®n del viaje; como el viaje dura tres horas, y las personas a evitar son dos, entiende que basta con un libro. A veces, me aclara, hay gente tan pesada que entre Santiago y Vigo ha llegado a leerse Guerra y paz antes de tiempo.
No es el primero ni ser¨¢ el ¨²ltimo que se?ala la ventaja definitiva del libro de papel sobre el soporte digital: su consideraci¨®n sagrada inhibe cualquier perturbaci¨®n que se produzca alrededor. Es el respeto por un tiempo que se resiste a extinguirse, y que no ha sido heredado por los que, en los viajes, preferimos leer libros digitales. Las tapas de un volumen son un enorme cartel de ¡°no molestar¡± bajo ning¨²n concepto; la carcasa de un tel¨¦fono m¨®vil es, sin embargo, un ¡°sacadme de aqu¨ª¡±.
El desprestigio del tel¨¦fono incluye el hecho de que no s¨®lo se te puede molestar sino que se deba hacerlo; es una necesidad civil, un deber de la comunidad. Se trata de algo fascinante: al no poder saber qu¨¦ estamos haciendo, se sobreentiende que estamos perdiendo el tiempo. Como si uno, muerto de aburrimiento, decidiese enfrascarse en el tel¨¦fono m¨®vil al no tener conversaci¨®n, cuando la realidad a menudo es justamente la contraria: con el fin de no tener una conversaci¨®n, uno se pone a leer en su m¨®vil. La imagen de un chico con la mirada pegada a una pantalla de m¨®vil siempre me ha parecido una se?al de civilizaci¨®n, de que el tiempo corre y adem¨¢s corre para bien. Sean modelos o escritores rusos lo que est¨¦ mirando: en cualquier caso se est¨¢ asomando al mundo.
Y, como entonces, sigo haciendo lo mismo sin pensar que me deber¨ªa ir mejor con un soporte m¨¢s pesado y m¨¢s inc¨®modo, por rom¨¢ntico que me parezca; a cierta edad, hay que diferenciar lo que quieres de lo contraproducente, como hacer una bolsa de peri¨®dicos cuando los puedes llevar en el bolsillo o ir a cubrir un acto con una Olivetti cuando tienes el Iword. Ocurre que acuso la falta de aristocracia de la tecnolog¨ªa: tengo a mi alrededor todo el rato a gente denunci¨¢ndome a otros por leer y escribir en un dispositivo que, en su mente, ha de estar dedicado a perder el tiempo, que tambi¨¦n y es muy valioso hacerlo. Y es as¨ª c¨®mo, en cualquier circunstancia, la persona que lee es la pesada del m¨®vil y la que te cuenta sus problemas, el reservista de la ¡°vida real¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.