Catalu?a, Madrid, Espa?a
El caso Cifuentes deja al sistema espa?ol sin rumbo pol¨ªtico en sus comunidades aut¨®nomas l¨ªderes
Ha querido el azar ¡ªquiz¨¢ la necesidad¡ª que tres grandes crisis peninsulares encadenen sus explosiones, multiplicando cada una los efectos de las dem¨¢s.
Al suicidio colectivo del grueso de la clase pol¨ªtica independentista catalana se le enrosc¨® desde el inicio la incomparecencia pol¨ªtica de la gobernanza central-centralista. Y ahora se les suma a ambas el conjunto vac¨ªo descubierto en la Comunidad de Madrid.
En su condici¨®n de muerta viviente que desconoce esa molesta condici¨®n, Cristina Cifuentes quiz¨¢ ignore que destruy¨®, rauda, su perfil de verso suelto; y su desmarque de la incesante corrupci¨®n local mediante la receta de tolerancia supuestamente cero; y su patrimonio como alternativa en un partido harto escaso de ellas.
La suceda quien la suceda, incluso si es de su misma cuadra, Madrid ha dejado de ser territorio PP, para pasar a constituirse en term¨®metro de las distintas familias del centro a la derecha y en laboratorio de diferentes combinaciones y ensayos.
No es oportuna esa crisis, que viene a agravar el diapas¨®n de las anteriores en un momento clave para el futuro europeo y para el futuro de este pa¨ªs en Europa. Pero, ?qui¨¦n las elige?
A efectos pr¨¢cticos m¨¢s cercanos, dom¨¦sticos, el vac¨ªo de Madrid deja al sistema espa?ol sin rumbo pol¨ªtico ¡ª?por cu¨¢nto tiempo?¡ª en sus comunidades aut¨®nomas l¨ªderes, sin capacidad de arrastre de sus dos locomotoras econ¨®micas territoriales, sin referencias ¨²tiles en sus dos zonas m¨¢s pr¨®speras.
Todo eso ser¨ªa menos grave si el Gobierno no se abocase a una fase de pato cojo prematuro. Si generase la percepci¨®n de que conserva alguna capacidad de iniciativa. Si plantease iniciativas nuevas, m¨¢s all¨¢ del deseo de durar que se le supone.
La triple crisis exige energ¨ªa y reformas: que acompa?en la bonanza econ¨®mica y la prolonguen. Pero no dibuja una reedici¨®n del 98, ni refleja un Estado amortizado ni esconde una enfermedad terminal. Algunos nacionalistas sue?an que ¡°las bases para la demolici¨®n del edificio [del Estado] est¨¢n puestas¡±. Ya en los noventa su padre espiritual les advirti¨® de que si ¡°Catalu?a es como Lituania, Espa?a no es como la Uni¨®n Sovi¨¦tica¡±. Pero si no se remoza, la amenaza una cruel, insoportable mediocridad.
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