Los riesgos de la sobreexplotaci¨®n tur¨ªstica
Preservar espacios naturales de las avalanchas de visitantes es una obligaci¨®n de las autoridades
Favorecido por el abaratamiento del transporte y la abundante oferta de instalaciones hoteleras, el turismo es una industria boyante. Pero su sobreexplotaci¨®n provoca graves perjuicios. Las avalanchas de visitantes deterioran el medio ambiente, amenazan la biodiversidad y son un riesgo para la conservaci¨®n de parajes ¨²nicos.
Los cient¨ªficos han dado la voz de alarma sobre el acelerado deterioro que el turismo masivo genera en las costas. No se trata solo del desmesurado af¨¢n de construir a pie de playa, sino del impacto destructivo de los propios turistas. Filipinas ha anunciado el cierre a los for¨¢neos durante seis meses de la isla de Boracay, uno de los mayores destinos vacacionales del archipi¨¦lago. Las autoridades hab¨ªan advertido de que las aguas de esta peque?a y abarrotada isla con sus playas de arena blanca se hab¨ªan convertido en una ¡°fosa s¨¦ptica¡±. Tailandia cerr¨® a los visitantes hace dos a?os, por un tiempo indefinido, Koh Tachai, en el mar de Andam¨¢n, para proteger los corales, la flora y la fauna de uno de los destinos de buceo m¨¢s espectaculares. Al reclamo de este atractivo, las aglomeraciones han degradado de forma progresiva los recursos naturales.
?En Nepal cunde la preocupaci¨®n por las monta?as de basura que se acumulan en el Everest. El pa¨ªs ha lanzado una macrocampa?a para recoger m¨¢s de 90.000 kilos de desechos que se acumulan en el estercolero m¨¢s alto del mundo, pese a que desde hace cuatro a?os se obliga a los expedicionarios que escalan el coloso del Himalaya a regresar con ocho kilos extra de desperdicios.
El mal de la masificaci¨®n ha llegado tambi¨¦n a la playa de As Catedrais, en Lugo, donde una mujer de 25 a?os muri¨® en Semana Santa por el desprendimiento de una roca mientras contemplaba el paisaje. La invasi¨®n de los visitantes est¨¢ acelerando la destrucci¨®n del acantilado labrado hace 135.000 a?os. Dicen los expertos que, m¨¢s que la erosi¨®n, el gran peligro son los visitantes, de modo que han limitado el aforo m¨¢ximo diario a 4.812 personas. Tambi¨¦n las islas C¨ªes, en Pontevedra, sufren los efectos malignos de las aglomeraciones. Para controlar el desembarco de curiosos, la Xunta ha optado por conceder permisos personales e intransferibles a los 2.000 visitantes diarios que pueden acceder a ese id¨ªlico paraje.
Poner numerus clausus a lugares especialmente sensibles es una medida frustrante para los turistas, pero necesaria si se quiere preservar el patrimonio natural. Las cuevas de Altamira son el mejor ejemplo. Durante a?os han estado vedadas a los curiosos y solo los cient¨ªficos han podido entrar en este fr¨¢gil tesoro del Paleol¨ªtico. Todo apuntaba a que la presencia de seres humanos estaba poniendo en peligro las pinturas rupestres. En 2102 se puso en marcha un riguroso programa de visitas controladas para evaluar el impacto de las personas en el interior de la gruta.
Proteger lugares en peligro es una obligaci¨®n de todos. La actividad humana destruye bosques, esquilma los oc¨¦anos, contamina e intenta doblegar el curso de la naturaleza. Cuidar el ecosistema exige el compromiso de las autoridades y la colaboraci¨®n de los ciudadanos. Frente a quienes defienden la libertad de la gente para visitar una playa est¨¢ la irrenunciable defensa medioambiental.
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